¿Necesitamos una alianza cósmica?

29 de Mayo de 2021

[Por: Margot Bremer, rscj | Amerindia Paraguay]




Este año, la Agenda Latinoamericana Mundial trata el tema de la cura de la Madre Tierra con el título: ′′Regreso o no regreso; es tarde, pero es nuestro momento". Nos choca el título porque expresa un ′′no retorno′′ a lo que el planeta ya no puede recuperar. Hace unos años, ya los científicos nos alertaron que, si continuamos este ritmo, la actual destrucción ética intrahumana puede transformarse en una destrucción ecológica y hasta biológica. Consecuencia sería, que nuestro planeta se quedaría  sin vida alguna. Queda claro, el mal que produce el hombre, tiene consecuencias biológicas y hasta cósmicas, que afecta a todo el planeta. Hoy tenemos pandemias, sequías, cambio climático acelerado que refleja el desorden de un mundo corrupto. Ni la vacuna nos puede salvar si no cambiamos nuestro modo ser relacionándonos con todo lo creado.

 

Este virus existía hace miles de millones de años; estaba durmiendo en la naturaleza, sin hacerle daño. Pero al haber destrozado el ser humano el ecosistema, éste se despierta y se multiplica desordenadamente invadiendo nuestro hábitat por haberle quitado nosotros el suyo.

 

Es el momento de tomar en serio la interrelación  de esta relación socio-ambiental. Ya más de dos tercios de los grandes bosques han sido destruidos en nuestro planeta. Se calcula que cada año 50 especies vivas desaparecen de la Tierra. En la última década, la temperatura media de las aguas de los océanos ha aumentado en más de un grado. Diariamente, se lanzan al aire, a la tierra y al agua nuevos productos químicos que envenenan la vida de la tierra. 

 

El cambio climático que en otras épocas venía de mutaciones atmosféricas, ahora es acelerado por la propia humanidad, especialmente por el sistema socio-económico actual que transforma la tierra en una de las más rentables mercancías. Urge invertir esta visión, dando prioridad a la interrelación entre la dignidad humana y la dignidad ecológica. El problema es que en nuestra mente la vida está todo fragmentado en segmentos de lo cultural, social, político, tecnológico y comercial y no conseguimos más la integración. 

 

Para rehacer el proceso de re-integrar la vida humana en la vida de la Tierra y de todo el cosmos, no basta tener conciencia de la gravedad. Hemos visto que ni con leyes de proteger el medio ambiente se solucionaría el problema. Hay que reencontrar una nueva forma de relacionarse con el conjunto de la vida de la Madre Tierra y el cosmos. 

 

El Dios de la Biblia suele hacer Alianzas 

 

Parece que en la Biblia desde la creación fue planificada esta interrelación armónica entre Dios, la naturaleza y el ser humano, pero que desde el principio de su existencia ya se rompió a causa del  hombre. El texto bíblico que continúa después del diluvio, relata el re-establecimiento de esta triple  interrelación, dando a la dimensión ecológico-cósmica el fundamento a un nuevo orden del mundo que va a durar para siempre: 

 

“Mientras dure la tierra,

Habrá siembra y cosecha,

Pues nunca cesarán

Ni el frío ni el calor,

Ni el verano ni el invierno,

Ni los días ni las noches”. Gen 8,21

 

El pueblo de Israel, para destacar lo más propio de su relación con Dios, usa la palabra “Alianza”1. Reafirma que la alianza ha sido el origen de su fundación (cf. Ex 24). La noción de “Alianza” ayuda a comprender el modo de ser y vivir de este pueblo2.  Se trata de una unión entre diferentes con un acuerdo recíproco; cada uno al modo de lo que es. San Agustín nos acerca un poco al significado de esta Alianza Dios - Pueblo cuando dice: Dios es fiel a su alianza porque cumple su promesa. El ser  humano es fiel porque cree en la promesa y acepta vivir a partir de la promesa de Dios”.

  

El Dios de la Biblia hace Alianza con la Madre Tierra 

 

Los capítulos Gen 1-11 aparentemente ofrecen “historias del principio” que en realidad son una propuesta divina para la convivencia humana del futuro. Los hechos allí narrados no tienen nada que ver con la historia real sino quieren revelar nos como el pueblo bíblico suele leer e interpretar la historia. 

 

Es casi cierto que el relato del diluvio (Gen 6,5 - 9,17) fue escrito en el exilio babilónico (587 – 538). Los mitos de aquel imperio demostraron la lucha entre los dioses por el dominio del mundo. Un grupo de los sacerdotes judíos cautivos asumió algunos de estos mitos mesopotámicos e hizo una relectura de ellos desde la perspectiva bíblica. El relato del diluvio en la Biblia no representa el fin del mundo como lo relatan los mitos babilonios. Los autores judíos lo re-interpretan para dar esperanza que Dios les ofrecerá una nueva ocasión de recomenzar como pueblo de Dios. En el cautiverio han llegado al último fondo de su existencia, fiando en su Dios Creador y permanente Recreador. El arco iris cósmico que aparece como un puente en el cielo después de una fuerte  lluvia de “las aguas de arriba” (cf. Gen 1,7) les recuerda a los cautivos la unión inseparable entre cielo y tierra, entre creador y su creación, que también Dios mismo lo recuerda: “Pues cuanto esté el arco iris en las nubes, yo lo veré para recordar la alianza perpetua entre Dios y toda alma viviente, toda carne que existe sobre la tierra” (9,16). Es una alianza eterna, fundamento del orden del mundo soñado y ahora re-establecido. Es la primera y también la más explícita de todas las formulaciones de una alianza. Aquí su objetivo principal es claramente preservar la vida del cosmos.

 

Aunque desde los primeros momentos la creación ya fue bendecida (Gen 1,22.28; 2,3), aquí recibe la oferta de una alianza eterna que le bendice nuevamente.  El post-diluvio se puede considerar como una creación renovada sobre un orden del mundo inalterable. 

  

Símbolo de la Alianza: El Arco Iris (Gen 9,12-17)  

 

La mayoría de las veces, la alianza aparece en la Biblia en relación con una persona como mediadora entre Dios y el pueblo. Así fue con Abrahán (Gn 15) y con Moisés (Ex 19) y con David (2 Sm 7). Sin embargo, en este relato de la alianza cósmica no es así. Noé no es el mediador. Cuando Dios se dirige a Noé, usa siempre el plural: “Es con ustedes con los que establezco mi alianza...” (9,9.11), o “entre mi y ustedes y todos los seres vivos” (9,12) o “entre mi y la tierra” (9,13). Se debe entender que en esta alianza se trata de Dios y la contraparte son la tierra y el cosmos. El ser humano está integrado en este conjunto de los seres vivos. La alianza divina abarca a toda la Creación (9,12). Es cósmica.

 

En los antiguos pueblos de Mesopotamia, el arco iris del cielo fue interpretado como el arco de guerra de los dioses.  La Biblia le da otra interpretación al tener una experiencia distinta de un Dios que siempre se acerca de nuevo a su creación y le ofrece nuevas oportunidades: “He aquí la señal de la alianza que instituyo entre mi y todos los seres vivos para todas las generaciones futuras: mi arco en  las nubes será señal de la alianza entre mi y la tierra” (Gen 9,12-13).

 

Siendo el arco iris un fenómeno cósmico, que existe en todos lugares del mundo, la Biblia lo transforma en símbolo de una Alianza con el universo entero. Así como el Recreador se acordaba al mirar el arco iris, así también el pueblo de Dios, al descubrirlo  en el cielo, anclaba su confianza en esta Alianza eterna encontrándose allí con su Dios3. 

 

El arco-iris es señal de la pluralidad (cf. biodiversidad, pluriculturalidad) bendecida por Dios tanto en la naturaleza como en la realidad humana. La hermosa variedad de colores podría ser un puente entre cielo y tierra, una señal de conexión y relacionamiento en  armonía cósmica entre Creador y Creación3. 

 

Pues en esta alianza cósmica de los siete colores que se visibilizan cuando los rayos del sol penetran las gotas transparentes,  nos encontramos todos, sea de la cultura y sea de la religión que sea. No quiere decir que se debe eliminar lo diferente; todos somos hijos de esta alianza que nos une sin perder la diversidad. Aquí el cosmos es sacramento de esta alianza“ dice Marcelo Barros. La tierra, el agua, el aire  y la naturaleza son sacramentos y todas las demás  alianzas particulares con Abrahán, Moisés, David, los profetas y el Pueblo de Dios, deberían estar enraizadas en esta alianza cósmica, fundamento de cada re-comienzo. 

 

Intento de  una conclusión 

 

Una primera conclusión es que esta alianza cósmica postdiluviana de la Biblia sigue vigente hasta hoy. Es permanente. Cierto es que hasta hoy sigue la amenaza de destrucción del planeta porque “el pensamiento de algunos humanos sigue inclinado al mal”. A pesar de que haya crecido en el mundo entero un poco más la conciencia ecológica, tenemos que constatar un creciente desprecio a los derechos de la tierra y sus seres vivientes. 

 

Sabemos que la destrucción del mundo por la violencia del hombre no es voluntad de Dios, sino es causa del hombre, y sabemos que la agresividad de los humanos entre sí, también afecta a la naturaleza. Sabemos bien que la naturaleza no es parte de la humanidad, sino viceversa: la humanidad es parte de la naturaleza. 

 

Por tanto, urge retomar en serio que el ser humano es tridimensional e3n su relación entre los humanos, con la naturaleza y con Dios. Necesitamos re-establecer esta alianza cósmica re-insertando al cosmos. 

 

Hoy nos cuesta leer y comprender este texto de Génesis. Causa es nuestro antropocentrismo. En algunos textos del AT encontramos una relación que nos resulta extraña, como por ejemplo: “Por Él (Dios) se encienden los astros, llenos de gozo, y cada uno en su puesto vela sobre la noche.(Él) los llama y ellos responden: ¡aquí estamos! y brillan alegres a su Creador” (Bar 3,15). Por ausencia de nuestra relación con la naturaleza, también nuestra relación con Dios puede ser equivocada; Dios mismo nunca está separado de su propia creación; no  está fuera de ella, sino dentro. 

 

El diluvio había sido un retorno al caos que precedía a la creación (Gen 1,1-2)4. Es un hecho cósmico que involucra al universo entero. Recordemos que el diluvio había sido consecuencia de la “violencia” humana (Gen 6,11.13). Pero, llegando el post-diluvio, Dios de nuevo, bendice por segunda vez a su creación concluyendo con una alianza cósmica que inaugura un orden inquebrantable de la creación. Todos los futuros seres vivientes están invitados a insertarse en ese rumbo del orden. 

 

También Jesús de Nazareth habrá vivido y cultivado esta dimensión cósmica, en su relación con el Padre y con nosotros. Por tanto, necesitamos encontrar la presencia de Jesucristo en toda la vida de la naturaleza que late en el universo. Ya el siglo pasado Teilhard de Chardin afirmaba: ′′Hasta ahora los cristianos han buscado a Jesucristo en su forma humana y divina. Ahora, Él se presenta para nosotros en su cuerpo cósmico que es la Tierra. Esta tercera naturaleza cósmica de Cristo hasta hoy no ha atraído sensiblemente atención”. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar esta tercera dimensión cósmica en Jesucristo?  Sabemos que Él se había encarnado en la creación entera, paradigmáticamente como ser humano, haciéndose “parte de la Tierra” (L.S. 246). 

 

Quizás podríamos re-aprender de los hijos predilectos de la Madre Tierra, los indígenas y campesinos, como re-asumir esta tercera dimensión 

 

Si la mayoría de la población planetaria aceptara a vivir esta alianza cósmica, si entrara y sintonizara con el rumbo de la naturaleza, entonces restableceríamos una convivencia en equilibrio y armonía. La alianza cósmica ha sido iniciativa de Dios: don a todos que habitan la Casa Común, alianza que surge bajo la bendición para poder comenzar de nuevo. Sin embargo, después del diluvio los “pensamientos (de los humanos) siguen inclinados al mal…” (Gen 8,21); pero a pesar de eso o justamente por eso, el Creador estableció de nuevo una alianza cósmica con la Madre Tierra y el ser humano6, a donde siempre debe retornar la humanidad  y recomenzar desde allí. El papa Francisco afirma:”Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios, implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque él lo ordenó… y les dio una ley que nunca pasará”( Sal 148,5; LS 68). La alianza cósmica es sagrada.

 

El virus COVID 19, también hijo de esta tierra, parece darnos un mensaje: su presencia activa y desastrosa  nos está invitando a parar, reflexionar y cambiar de rumbo, a retomar otra dirección, haciéndonos amigos/as y hermanos/as de la tierra y de su vida. De esta forma retornáramos plenamente a la alianza cósmica, alianza que nosotros unilateralmente hemos roto, sin tener en cuenta que en ella tenemos el puente hacia la plenitud que el arco iris nos quiere recordar cada vez que aparezca.

       

Margot Bremer rscj

 

Notas

 

1 El nombre “alianza” aparece en el AT más que 300 veces.

2 Primero fue una promesa de alianza con Noé solo que  iba junto con el anuncio del diluvio (Gn 6, 18) y la salvación mediante la construcción del arca. Ahora se concretiza.”Carne” incluye no solamente los seres humanos y los animales, sino también a las plantas porque también son seres vivos. Cf. el nuevo significado cuando se dice que Jesús se hizo carne; se encarno significa entonces: se hizo creación.

3 Así lo habrá hecho Abrahán, al mirar las estrellas del cosmos, se acordaba de la promesa de Dios en quien confiaba y a quien le recordaba ¿quién sabe?

4 Símbolo de la tridimensionalidad del ser humano: la interrelación entre el cosmos, Dios y el ser humano, un ser “cosmoteándrico”.

5 Mientras que hace poco años, los exegetas interpretaron el mensaje de esta pericopa como “polifónico” cf. Jean Luis Ska; Introducción a la lectura del Pentateuco, Estella, España, 2001, p.96) quizás hoy, la irrupción del diluvio coronavírico nos ha dado una nueva luz. 

6 cf. Instrumentum Laboris del Sínodo “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, 2019, Nr.99.

Imagen: https://activated.org/es/fe/en-la-adversidad/entereza/sin-lluvia-no-hay-arco-iris/ 

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