Recuperación crítica de la utopía

07 de Febrero de 2020

[Por: Juan José Tamayo]




En la situación de destierro, descrédito y silencio en que se encuentra hoy la utopía, creo necesario recuperarla como imagen movilizadora de las energías humanas, horizonte que guía y orienta la praxis, instancia critica de la realidad, alternativa al sistema y “perspectiva para la prospectiva” (Paul Ricoeur). 

 

La utopía libera a la historia de su estancamiento, inercia y pasividad, de su fijación en el pasado y de la ley del eterno retorno. Es ella la que lleva a tener el futuro como horizonte y la que ha hecho posibles los avances de la humanidad en dirección a la justicia, la libertad y la igualdad (no clónica), en una simbiosis entre utopía y esperanza, razón y acción. 

 

Refiriéndose a mi libro Invitación a la utopía (Trotta, 2012; 2016, 1ª reimpresión), escribía el escritor Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes: es “un equipaje para viajar en este mundo. Pensar en la utopía como fuerza dinámica de la historia significa afirmar que tenemos derecho a dejar de sufrir. De ahí que Juan José Tamayo entienda que en tiempos de crisis es imprescindible una Invitación a la utopía. Porque renunciar a ella no supone que la utopía desaparezca del mundo, sino que la abandonamos en manos de la injusticia”1.

 

Los seres humanos, los proyectos y los movimientos utópicos han sido, por tomar prestada la letra de la emblemática canción de Labordeta, los que han empujado la historia hacia la libertad. Pareciere que hubieran fracasado, pero solo lo parece, ya que dejaron huella, que siguieron otros caminantes por sendas utópicas. A ellos se deben buena parte de los avances de la humanidad en todos los terrenos: éticos, políticos, económicos, sociales, culturales, simbólicos, religiosos, jurídicos, etc. 

 

Zaratustra, Buda, Moisés, los Profetas de Israel, Judit, Julda, Sócrates, Espartaco, Jesús de Nazaret, María Magdalena, Hipatia, Francisco y Clara de Asís, Margarita Porete, Cristina de Pisán, Teresa de Jesús, Thomas Müntzer, Olympia de Gouges, Mary Wollstonecraft, Elizabbeth Cady Stanton, Marx, Bakunin, Alejandra Kollontai, Rosa Luxemburgo, Simone Beauvoir, Simone Weil, Albert Camus, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Juan XXIII, Monseñor Romero, Ignacio Ellacuría, Rigoberta Menchú, Yasir Arafat, Isaac Rabin, Shirin Ebadi, Berta Cáceres, Chico Mendes, Vandana Shiva, Wangari Maatai.… 

 

Estas personas y otras muchas que podríamos citar fueron portadoras de utopías e iluminaron el camino para que pudiéramos caminar en dirección a la utopía por la senda de la esperanza, de la docta spes. Fue la docta spes la que les impidió caer en el fatalismo histórico, pensando que el futuro ya está escrito, y en el optimismo ingenuo, pensando que las cosas cambian por arte de magia. En todas las personas citadas ética y utopía caminaron al unísono y convivieron razón y esperanza.

 

Es verdad que muchas personas utópicas fueron desacreditadas, sus proyectos deformados o falseados por sus adversarios, sus ideas descalificadas por los ideólogos del sistema. Otras fueron condenadas a muerte, asesinados. Pero, ¿fracasaron realmente? Creo que no. Sus ideas fueron enarboladas por personas y grupos que las llevaron adelante, no pocos de sus proyectos se hicieron realidad y los que no se llevaron a cabo siguen pendientes, pero no se han descartado. 

 

Estas personas son referentes morales a seguir. Sus utopías iluminan el camino en la oscuridad de la historia. Dejaron el terreno abonado para que diera sus frutos, de los que no pudieron beneficiarse, pero sí se beneficiaron las generaciones futuras. 

 

¿Fracasaron los proyectos y los movimientos revolucionarios de 1848? Responde el historiador inglés Eric Hobsbawn: “Dos años después de 1848 parecía que todo había fracasado. Pero a largo plazo no había fracasado. Un buen número de medidas propuestas por los revolucionarios fueron implementadas. Fue, por lo tanto, un fracaso inmediato. Pero, a la larga, fue un éxito, pero no ya en forma de una revolución”.

 

¿Qué utopía rehabilitar? 

 

He aquí algunas de sus características:   

. Utopía no mitificada, que no nos haga regresar a edades de oro que nunca existieron.

. Guiada por un interés emancipatorio y liberador.

. Con intencionalidad ética

. Abierta a la alteridad.

. En un horizonte laico.

. En la perspectiva de las víctimas: “Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen” (Camus).

. Que compagine crítica y propuesta.

. Que guíe la praxis y oriente hacia ella: “Sin futuro utópico en el que quepa esperar y por el que quepa comprometerse, carece de sentido nuestro actual presente” (Adela Cortina).

. Que contemple la imperfección como inherente al ser humano y la posibilidad del fracaso para evitar construir paraísos celestes en la tierra, que, a la larga, pueden convertirse en infiernos, y que sea capaz de levantarse de sus fracasos: “La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre” (Mandela). 

. Utopía que se proponga e intente alcanzar metas, pero también superarlas, para evitar caer en “la melancolía del cumplimiento” (Bloch). 

. Utopía descolonizadora, que no absolutice ni imponga una visión etnocéntrica del futuro sino que respete y reconozca otras miradas al futuro y posibilite el diálogo igualitario entre los saberes, las sabidurías y las utopías de las diferentes tradiciones filosóficas, culturales y religiosas. 

. Utopía que armonice la democracia y la revolución. Históricamente ambas se opusieron y colapsaron. Para salir de la opción carcelaria en la que, según Boaventura de Sousa Santos, vivimos encerrados entre fundamentalismos distópicos y mañanas sin pasado mañana y para que el futuro sea de nuevo posible, es necesario que democracia y revolución se reinventen y se convoquen de manera articulada, conforme a su lúcida y creativa propuesta: “democratizar la revolución y revolucionar la democracia”2.

 

Citas

 

1 Info-libre, 14 de agosto de 2013.

2 Boaventura de Sousa Santos, “Para que el futuro sea de nuevo posible”: Público, 17 de abril de 2017: http://blogs.publico.es/espejos-extranos/2017/04/18/para-que-el-futuro-sea-de-nuevo-posible/

 

Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de ¿Ha muerto la utopía? ¿Triundan las distopías?” (Biblioteca Nueva, 2019, 3ª ed.)

 

 

Imagen: https://asociacionlatrama.wordpress.com/2016/04/12/acerca-de-las-utopias-feministas/ 

 

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