Un problema nunca resuelto: el sufrimiento de los inocentes

20 de Setiembre de 2018

[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]




Siguiendo de cerca la creciente violencia en Brasil y las verdaderas masacres de indígenas y de pobres en las periferias, y más aún, viajando recientemente por América Central, quedé impresionado en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y otros países de la región por los relatos de masacres ocurridas en el tiempo de las dictaduras militares, masacres de pueblos enteros, de catequistas o de campesinos que tenían la Biblia en casa. Lo que hubo entre nosotros, en Argentina y en Chile durante el tiempo asesino, bajo la égida de las fuerzas militares, es también para aterrorizarse.

 

En la actualidad, dada la crisis económico-financiera, hay millones de personas que pasan hambre, niños hambrientos muriendo y gente en la calle pidiendo centavos para comer cualquier cosa. Pero lo que más duele es el sufrimiento de los inocentes. También el de los millones de pobres y miserables que sufren las consecuencias de políticas económicas y financieras sobre las que no tienen ninguna influencia. Son víctimas inocentes, cuyo grito de dolor sube al cielo. Dicen las Escrituras del Primer y del Segundo Testamento que Dios escucha sus gritos. Uno de los profetas llega a decir que las blasfemias que profieren por causa del dolor, Dios las escucha como súplicas.

 

En este momento hay un manto de dolor que cubre todo nuestro país, Brasil, con alguna esperanza de que las elecciones nos traigan líderes cuyas políticas sociales hagan al pueblo sufrir menos, o no sufrir más, y hasta volver a sonreír. ¡Cuánto se agradecería!

 

Pero el sufrimiento de los inocentes es un eterno problema para la filosofía y sobre todo para la teología. Seremos sinceros: hasta hoy no hemos identificado ninguna respuesta satisfactoria por más que grandes nombres, desde Agustín, Tomás de Aquino, Leibniz, y hasta Gustavo Gutiérrez entre nosotros, intentaran elaborar una teodicea, es decir un esfuerzo para no ligar a Dios al sufrimiento humano. La culpa estaría sólo de nuestra parte. Pero en vano, pues el sufrimiento continúa y la pregunta sigue sin tener respuesta.

 

Tal vez, la cuestión, siempre replanteada después por los grandes pensadores, como Russel, Toynbee y otros, fue formulada en primer lugar por Epicuro (341-270 aC) y recogida por Lactancio, cristiano y consejero de Constantino (240-320 aC), en su tratado sobre La ira de Dios. La cuestión se plantea así: «O Dios quiere eliminar el mal y no puede –y entonces deja de ser omnipotente y ya no es Dios–, o Dios puede suprimir el mal y no quiere –y entonces no es bueno, deja de ser Dios y se transforma en un demonio–». En ambos casos de la disyuntiva permanece la pregunta: ¿de dónde viene el mal?

 

El judeo-cristianismo responde que viene del pecado humano (original o no), y que nosotros somos los causantes de Auschwitz, de Ayachucho y de las grandes masacres de los colonizadores ibéricos en el nuevo Continente. Pero la respuesta no convence. Si Dios predijo el pecado y no creó condiciones para evitarlo es señal de que no es bueno. Pero si hizo todo lo posible para evitar el pecado y no lo consiguió, entonces es prueba de que no es omnipotente. En ambos casos no sería Dios. Y así caemos en la misma cuestión de Epicuro.

 

Las teólogas eco-feministas critican esa formulación entre impotencia y falta de bondad como patriarcal y machista, pues tales atributos de omnipotencia y bondad serían atributos masculinos. Lo femenino siente y piensa diferente, más en la línea de los profetas y de Jesús. Estos criticaban una religión sacrificial en nombre de la misericordia: “quiero misericordia y no sacrificios” suena en su boca. La mujer está ligada a la vida, a la misericordia con quien sufre y sabe mejor identificarse con las víctimas.

 

Se argumenta entonces: Dios es tan bueno y omnipotente que puede renunciar a tales prerrogativas (deja de ser el "Dios" de las religiones convencionales) y se hace él mismo un sufriente, va al exilio con el pueblo, es perseguido y por fin es crucificado en su Hijo Jesús. Comentaba D. Bonhöffer, el teólogo que participó en el atentado contra Hitler y fue ahorcado: “Sólo un Dios sufriente nos puede ayudar”.

 

Si no tenemos respuesta al mal, sólo sabemos ahora que nunca estamos solos en el sufrimiento. Dios sufre con nosotros. Lo terrible del sufrimiento es la soledad, la mano que se niega a ponerse en el hombro, la palabra consoladora que falta. Ahí el sufrimiento es total.

No hay respuesta para el sufrimiento de los inocentes ni para el mal. Si la hubiera, el sufrimiento y el mal desaparecerían. Pero siguen ahí haciendo su obra perversa. ¿Quién nos salvará? San Pablo, confiado, responde: “Sólo por la esperanza seremos salvados”. ¡Pero cómo tarda en realizarse esta esperanza!       

   

Página de Boff en Koinonía

Página de Leonardo Boff

 

*     *     *

 

Um problema nunca resolvido: o sofrimento dos inocentes

             

Acompanhando a crescente violência no Brasil e verdadeiros massacres de indígenas e de pobres nas periferias e mais ainda, viajando, recentemente pela América Central fiquei impressionado em El Salvador, Guatemala, Nicaragua e outros países da região com os relatos de mssacres havidos no tempo das ditaduras militares,massacres de vilas inteiras, de catequistas ou de camponeses que tinham a Bíblia em casa. O que houve entre nós, na Argentina e no Chile durante o tempo assassino sob a égide das forças militares é também de estarrecer.

 

Atualmente, dada a crise econômico-financeira há milhões passando fome, crianças famelicas definhando e gente na rua pedindo centavos para comer qualquer coisa. Mas o que mais dói é o sofrimento dos inocentes. Também dos milhões de pobres e miseráveis que sofrem as consequências de políticas econônomicas e financeiras sobre as quais não têm nenhuma influência. Mas são vítimas inocentes, cujo grito de dor sobe ao céu. Dizem as Escrituras do Primeiro e do Segundo Testamento que Deus escuta seus gritos. Um dos profetas chega a dizer que as blasfêmicas que proferem por causa da dor, Deus as escuta como súplicas.

 

Nesse momento há um manto de dor que cobre todo nosso país, com alguma esperança que as eleições nos tragam líderes cujas políticas sociais façam o povo sofrer menos ou não mais sofrer e até de voltar a sorrir. Bem haja!

 

Mas o sofrimento dos inocentes é um eterno problema para a filosofia e principalmente para a teologia.Sejamos sinceros: até hoje não identificamos nenhuma resposta satisfatória por mais que grandes nomes, desde Agostinho, Tomás de Aquino, Leibniz até Gustavo Gutiérrez entre nós, tentassem elaborar uma teodicéia, quer dizer um esforço de não ligar Deus ao sofrimento humano. A culpa estaria apenas do nosso lado. Mas em vão, pois o sofrimento continua e a pergunta permanece irrespondível.

 

Talvez o primeiro a formular a questão, sempre repetida pelos grandes pensadores como Russel, Toynbee e outros, foi formulada por Epicuro (341-270 a.C) e recolhida por Lactâncio.um cristão e conselheiro de Constantino (240-320 a.C) em seu tratado sobre A ira de Deus.A questão se põe assim: Ou Deus quer eliminar o mal mas não pode, deixa de ser onipotente e já não é Deus. Ou Deus pode suprimir o mal e não o quer, então não é bom e deixa de ser Deus e se transforma num demonio. Em ambos os casos fica a pergunta: de onde vem o mal?

 

O judeo-cristianismo responde que vem do pecado humano (original ou não) e somos os produtores de Auschwizt e de Ayachucho e os grandes mssacres dos colonizadores ibéricos no novo Continente. Mas a resposta não convence. Se Deus previu o pecado e não criou condições para evitá-lo é sinal que não é bom. Porém se fez todo o possível para evitar o pecado e não o conseguiu então éprova de que não é onipotente. Em ambos os casos não seria Deus.

 

E asim caimos na mesma questão de Epicuro.As teólogas eco-feministas criticamessa formulação entre impotência e falta de bondade como patriarcal e machista, pois tais atributos de onipotência e bondade  seriam atributos masculinos. O feminino sente e  pensa diferente, bem na linha dos profetas e de Jesus. Estes criticavam uma religião sacrificial em nome da misericórdia:”quero misericórdia e não sacríficios” soa na boca deles. A mulher está ligada à vida, à misericórdia para com quem sofre e sabe melhor identificar-se com as vítimas.

 

Argumenta-se então: Deus é tão bom e onipotente que pode renunciar a tais prerrogativas (deixa de ser o “Deus” das religiões convencionais) e se faz ele mesmo um sofredor, vai para o exílio com o povo, é perseguido e por fim é crucificado em seu Filho Jesus. Comentava D.Bonhöffer, o teólogo que participou do atentado contra Hitler e foi enforcado:”Só um Deus sofredor nos pode ajudar”.

 

Se não temos resposta para o mal apenas sabemos agora que nunca estamos sós nosofrimento.Deus sofre junto. O terrível do sofrimento é a solidão, a mão que se nega de se pôr no ombro, a palavra consoladora que falta. Ai o sofrimento étotal.

 

Não há resposta para o sofrimento dos inocentes nem para o mal. Se houvesse o sofrimento e o mal desapareciam. Eles continuam aí fazendo sua obra perversa. Quem nos salvará? São Paulo, confiante, responde:”é só na esperança que seremos salvos”.

 

Mas como tarda a se realizar esta esperança!

 

Leonardo Boff é teólogo e escreveu:”Paixão de Cristo-paixão do mundo” Vozes, 7. edição 2012.

         

 

Imagen: http://glefas.org/manifiesto-internacional-contra-la-violencia-hacia-el-pueblo-mapuche/ 

 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.