Presencias, ausencias… regalos… distintos modos de presencias

17 de Mayo de 2018

[Por: Rosa Ramos]




 “…que la dolencia de amor que no se cura,

sino por la presencia y figura
San Juan de la Cruz

“Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar…”

Atahualpa Yupanqui

 

Cada día, o un día sí y otro no, nos enteramos de la partida de un ser que fue faro, luz en nuestras vidas, horizonte que alentaba el caminar juntos en esperanza, un ser que abría caminos y era mediador de oportunidades, capaz de ver lo que otros no veían en nosotros –y en muchos otros- Porque el que ama ve no sólo lo que el otro es, sino sus posibilidades, aquello potencial que puede desarrollarse si se confía y apoya de algún modo. 

 

Hay gente que ama a alguien, o a su familia, el amor siempre humaniza; menos mal que existen personas volcadas con entrañable ternura hacia quienes son “la niña de sus ojos”. Pero hay personas de corazón ensanchado que aman a muchos, sin descuidar la singularidad de cada ser amado. No es un amor vago y general que no toca, sino un amor verdadero, responsable y generoso para con cada persona que aparece en su camino, ya sea para quedarse mucho tiempo o un día, pero, eso sí,  la deja marchar diferente, alimentada por ese amor creativo.

 

Por supuesto que cada día, o un día sí y otro no, nos enteramos de un nacimiento, y nos alegramos con esa nueva presencia portadora de esperanza, de ilusión. La vida se renueva y se goza llegando tan pequeña y frágil, necesitada de tantos cuidados, pero basta contemplarla para experimentar el milagro o maravilla de la vida. Aún ese niño/a en un principio no deseado, conmueve, y será motivo de alegría para muchos “Niño, mi niño, te traigo también, se necesitan niños para amanecer”, en estos versos recoge el sentir popular una canción de Daniel Viglietti, “Gurisito”, que ya fueron citados en otra entrega.

 

Pero volvamos a esas presencias que “nos dejan”, y cuya ausencia genera un dolor y un vacío en nuestro paisaje, en nuestra historia, que cuesta aceptar. A veces incluso provoca cierto sentimiento de “injusticia”, de rebeldía. Son formas de expresar el dolor y la impotencia, también la soledad y la nostalgia que nos deja ese ser cuya sola existencia era buena noticia, era un bien muy preciado. 

 

A veces rebela más la muerte injusta, provocada por el odio, o la abrupta, por un accidente tonto, o la precedida de una dolorosa enfermedad, de alguien “en plena juventud”, o “aún joven y con mucho para dar o mucho por vivir”. Pero también conmueve y deja un hueco la muerte de un venerable anciano o anciana. Porque, vuelvo a la poesía, de Gonzaguinha en este caso, muchas veces oída también en la voz de María Bethania: La vida es bonita, aunque debería ser mucho mejor, y será, pero eso no impide que yo repita: es bonita, y es bonita….”. 

 

Los cristianos celebramos 50 días de Pascua, y ahora celebramos Pentecostés, la irrupción del Espíritu que precisamente nos enseña, defiende, consuela y anima. Desde la Luz de estas fiestas volvemos litúrgicamente al tiempo ordinario, a la cotidianidad, a ese tiempo de la prosa, diría Edgar Morin (la vida es prosa y poesía, no una u otra, sino ambas dándose sentido mutuamente). A mi me gusta mucho el tiempo ordinario, quizá porque amo la vida de modo holístico y esperanzado, o porque amo la poesía y desde ella ilumino la prosa de cada día. 

 

Cristianos y no cristianos, simplemente humanos, si maduramos, si aceptamos la vida como el gran regalo base de todos los demás, aprendemos a aceptar también las ausencias, domesticamos la muerte, nos hacemos amigas de ella -como amigos se hicieron el Zorro y el Principito-. Y tan amigos, siendo tan diferentes, que también el Zorro le enseña al Pequeño Príncipe que cuando ya no esté, él lo verá y disfrutará en los dorados trigales que antes ignoraba porque no le eran útiles –los zorros no comen trigo-. ¡Tan bello y gratuito es el amor!

 

Por ahí va la sabiduría, creo, ayudando a disfrutar de las presencias, en tanto “presencia y figura”, “transparencia en la inmanencia”, “sacramentos” de la Vida, del Amor, del Misterio, o de Dios, si así queremos nombrarlo. Por eso es sabio hacer fiesta, celebrar, reír y cantar juntos, pues “de vez en cuando la vida nos besa en la boca (Serrat). ¿Por qué no, entonces, expresar nuestro júbilo, hacer banquete y llenar la casa de amigos? Así lo hicieron los protagonistas de las 3 parábolas de Lucas 15.

 

Asimismo creo que es sabiduría despedir a los amores, a los amigos, a tantos seres queridos, a esos que tanto bien nos hicieron con su amor de predilección o con su sola presencia, (aquí recuerdo un texto de Christian Bobin “La pura presencia”, que puede encontrarse en internet; aclaro que es duro para quienes han tenido cerca a una persona con Alzheimer).

 

Hago hoy, entonces, elogio de la sabiduría que anima a acoger la vida, esas presencias luminosas, amorosas, que colorean, ponen música y dan sabor a nuestra vida al punto de querer hacer fiesta; y también enseña a despedir la vida, aceptando las ausencias, las despedidas, recorriendo un camino de desprendimiento con respeto, veneración, gratitud... La vida y la muerte son parte de la Vidadel privilegio de habitar la Tierra como seres humanos conscientes como canta entre asombro y maravilla el salmo 8.

 

Llueve, desde hace muchas horas, y mientras escribo este artículo, llueve y llueve. También es cierto que ayer supe de la muerte de un hombre que hizo mucho bien en mi tierra, y estando en el exterior pude recoger “otros” testimonios de su obra en otras geografías, de ese amor universal pero concreto y singular que mencioné al inicio. Pero no me mueve a tratar este tema la nostalgia, sino el gozo de la vida, la gratitud emocionada.

 

Haber vivido un instante en este planeta azul, haber amado y dejado una huella, una estela de luz y bondad por donde se ha pasado, no es para lamento o nostalgia de ausencia, sino motivo para bendecir y agradecer ese privilegio del encuentro. Y seguiremos encontrándonos y amándonos, siendo presencia mutua, de diversos modos. Termino con versos de Jaime Ros:

 

“…Quiero que siempre recuerdes
lo que dijimos un día
que cada vez que te ríes,
río contigo mi amor
Y no te olvides de algo
que se adivina en la vida,

y es que la vida misma
es un milagro de amor…”

 

Imagen: http://www.officinadista.it/2017/02/07/modelli-di-interdipendenza/ 

 

 

 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.