18 de Diciembre de 2017
[Por: Rosa Ramos]
“Cuando nazca tu niño,
también nacerá,
de tu vientre caliente
y su frente será…
como un sol que despunta,
respuesta y pregunta
que nacerán… juntas.
El aliento del viento parece
que crece, y calienta... amanece.”
Amanecer de Alfredo Zitarrosa
Esta entrega les llegará en la última semana de Adviento, casi a las puertas de la Navidad. Quisiera saludar y bendecir en la Esperanza y animarlos/animarnos a acogerla y cuidarla.
La esperanza cotidiana y la escatológica; la chiquita, compartida con todas las personas y pueblos que en su libertad el Espíritu siembra en tan distintos modos, y la otra, propia de la fe religiosa, una esperanza enraizada en el “Salvador” que ha nacido, “un Niño que nos ha sido dado” (Lc. 2, 11). Y lo que Dios hace es hechura eterna, Palabra dada para siempre, por tanto creemos que la Vida plena está en marcha.
Esta narración cristiana alimenta nuestra espiritualidad y por tanto nuestra esperanza. Pero quisiera que también abrevara la de tantos que más allá de sus creencias en este tiempo se saludan augurándose mutuamente y con sincero corazón “Feliz Navidad”, de tal modo que esta narración de salvación, de “presencia divina”, tan metida en las culturas occidentales, pudiera contribuir a alimentar la esperanza de muchos más.
“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz” (Is. 9, 2). ¡Bienvenida la luz, cuánto la necesitamos en tiempos de incertidumbre, oscuridad y temores! El problema es que –como decía en la anterior entrega–, si no hay una narración teleológica, religiosa o no, que sostenga la esperanza, las luces pueden ser engañosas, de neón o led, intermitentes, y que al cabo de unas semanas de ajetreos queden nuestros vecinos en la oscuridad y rutina que no les permite mirar los milagros cotidianos con sabiduría. Y menos aún percibir la fuerza de los pequeños, tal como la plantea Pablo Bonavía (Cf su blog)
¿Cómo ayudar entonces a que este kairós, tiempo tan fecundo, propicio, de Adviento y de Navidad sea manantial de esperanza?
En primer lugar vivir en clave de “visitación”. La CLAR invita a rezar y vivir este tiempo en clave de “Visitación”. Aunque soy laica, acogí esa invitación pues me pareció una clave hermenéutica y práxica muy apropiada, luminosa y provocativa no sólo para Adviento, sino para el año que pronto iniciaremos.
Adviento y Navidad en el Sur, van de la mano del fin de las actividades, vienen para muchos las licencias y es costumbre por estos lares hacer “despedidas del año”. Así cada grupo de amigos, cada espacio de actividades laborales, sociales, eclesiales también, toma un día de diciembre para ello. La agenda arde, hay que acomodar fechas, hacer cambios, porque además queremos estar en todas.
Con la clave de la “Visitación” (Lc. 1, 39-56) podemos vivir las despedidas como lo que son: “encuentros”, espacios sagrados donde se comparte y comunica la vida que, en medio de las fragilidades, fuimos gestando en este año y esperamos alumbrar en breve.
Es asombroso como el cambio de clave ayuda a escuchar, a percibir, y luego a agradecer la porfiada vida que no cesa de generar novedad en cada persona. Esta clave hermenéutica de la visitación genera una sinergia especial, que se traduce en descubrir y abrazar la vida que crece en el otro y mostrar también el propio “embarazo”… para acabar en canto de alabanza y profecía, como María.
En segundo lugar decidiendo pasar de la edad del llanto o de la ira a la edad de la Ternura.
Esta clave la descubro en Oswaldo Guayasamín. El artista ecuatoriano que mucho admiro, y también difundo, en su obra pictórica sobre todo, pasa por tres edades o estadios; sus obras empiezan plasmando el dolor del mundo, pinta el llanto ante tanto dolor. Luego pasa a la edad de la ira, descubriendo el mal, el rostro tan repudiable como temible de los crueles que generan injusticia causando tanto dolor. Son dos estadios que podemos asimilar al del profeta que denuncia.
Pero Guayasamín no se queda allí, pasa a la Edad de la Ternura, convirtiéndose así en profeta que anuncia la esperanza, un futuro nuevo que inspira confianza y anima a la esperanza. Los últimos 15 años de su vida cambia su paleta por colores pasteles y algunos azules, su tema preferido entonces serán las maternidades. Niños de rostros redondos y mestizos –latinoamericanos– de ojos enormes, pero ya no desvalidos, sino al amparo de las madres, figura por excelencia para él de la ternura.
Si queremos que este tiempo sea fuente de esperanza, sin dejar de denunciar, anunciemos que la vida puede más –sólo habrá Pascua del crucificado si hay encarnación suya y nuestra–, salgamos al encuentro, visitemos, dejémonos visitar, y seamos como Jesús pintores de la ternura con cada uno de nuestros gestos!
Coda: Juan el Bautista tuvo que hacer también la conversión, pasar del dolor del pecado del pueblo y de la ira, a la escucha asombrada de un Jesús, ternura humana de Dios, que dijo de sí mismo “soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11, 28-29)
Visitación-Encuentros-Ternura derramada, son bases sólidas para la esperanza que queremos cultivar en este tiempo de Adviento.
Termino deseándoles Feliz Navidad con versos del mismo poema inicial y un ejemplo de la obra citada de Guayasamín.
“Viene un viento muy lento
del mar, dónde irá…
Trae un perfume húmedo
de otra ciudad…
El aliento del viento parece
que crece, y calienta... amanece.”
Imagen: http://noticias.universia.com.ec/ec/images/docentes/g/gu/gua/guayasamin.jpg
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.