El caracol tiene todo el tiempo del mundo. Marca, traza, se pega a las pieles, se acomoda; todo lo que toca lo hace su casa. ¿De cuántas maravillosas transformaciones no ha sido testigo el caracol? y más aún ¿por qué se detiene en algunas partes y en otras no? “Mi apego a este rosal tiene su razón” (Manuscrito “caracol”, Grabiela Mistral). Precisamente esa razón es a lo que tiende y atiende la sistematización. Levantar pala, remover tierra, para llegar a la médula de los saberes caseros, para intentar responder colectiva y popularmente los “por qué sí y por qué no”. “Desde el tronco vengo buscándole los oídos”. Arranquemos desde abajo (como el caracol) buscando oídos, contrayendo y estirando las intuiciones para dar con los lugares en donde está naciendo algo nuevo.
2. La escuelita Bendita Mezcla frente a la inédita Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe
La escuelita celebra las pausas, el detenerse en un mundo adicto a la inercia. La velocidad no nos permite mirarnos, encontrarnos, contemplarnos. Para eso, el núcleo de sistematización., que reivindica ese tiempo necesario para recomponer la práctica y el movimiento, desde la quietud, la escucha y la reflexión comunitaria de lo viviendo. Aprender de la experiencia es un arte vieja en NuestrAmérica.
La educación popular es el gran torrente del que bebemos en este núcleo. Oscar Jara es la lectura que nos acompaña para profundizar.
Pero este año, un evento nos sale al paso y queremos tener los ojos bien abiertos para preguntarnos, ¿Qué está pasando? ¿Cómo podemos aportar a las búsquedas profundas de ser una iglesia más fiel a Jesús y más transformadora del mundo?
En ese torbellino de preguntas, queremos entrar con espíritu de remanso, para recibir el evento inédito de la Asamblea Eclesial en nuestras tierras, para poner en común nuestra pasión por la escucha de las narraciones creyentes de las comunidades en la base, y confiar que el Espíritu abrirá las ventanas de nuestra vieja Iglesia, para ‘hacer nuevas todas las cosas’.
Creemos que ‘La era está pariendo un corazón’, como dice el poeta cubano. Nosotros descubrimos ese corazón nuestroamericano, en la mezcla que nos salva de los renovados fundamentalismos puristas. Al servicio de la fiesta de la mezcla, nuestra escucha atenta, nuestra sistematización desde abajo.
3. NuestrAmérica, maestra de escucha
Algunos dicen que tengo más de 520 años de haber sido conocida por “el mundo”, más de 50 décadas de que me (im) pusieron nombre; pero yo prefiero hablar de mi misma como la gran abuela, con tantos nietos abrazados a mi regazo que seguramente tengo más de 30mil años. Pero bueno, el paso del tiempo no es nada si es que no sirve para contar y cantar las historias que me hacen sonreír, que me hacen seguir siendo esta tierra viva.
Tengo tanto que contar, tantos rincones que alumbrar, cantidades de profundidades que señalar, juguetones girasoles que custodiar, tantísimos aromos que preparar. Hay tantas cosas que se fecundaron y crecieron en el extremo y que ahora es tiempo de llevar al centro, a esa famosa línea del Ecuador que me parte a la mitad.
Durante estos miles de años me he sobrecogido con tanta hermosura. Mares que son hermanos, volcanes en los distintos polos saludándose, vientos que corren juntos, desde majestuosas cataratas hasta las más finas vertientes de agua natural; pequeñas piedrecillas que acarician los cuerpos y placas tectónicas que mantienen el equilibrio y hacen que lo posible siga siendo posibilidad. He visto tanta belleza, pero nada comparado con el sublime acto de “ver dar a luz a una mujer”, o más bien de escuchar “dar a luz a una mujer”.
Hasta aquí les he hablado en primera persona. Ahora es justo que escuchemos hablar de otras; otras que desde sus inicios han estado en la periferia y que, precisamente desde allí han salvado y siguen salvando la belleza que nos queda. Les voy a contar sobre ellas, y no será una historia añeja (porque sí tiene muchos años, casi tantos como yo), sino un relato que traspasa las líneas del tiempo, y que nos permitirá comprender que cuando escuchamos llorar por primera vez a un bebé, es porque ellas estuvieron allí, escuchando al cosmos completo. Ellas son las parteras.
Si, parteras. Y son mujeres. Sus memorias son tan remotas que podríamos situarlas en el acto mismo de existir como especie humana. Desde que la mujer es mujer, se ha preocupado y ocupado amable y sororamente de su par, escuchando atenta, detenida y hondamente a la criatura que crece en la panza, escuchando solidariamente a la mujer que acuna en sí al hijo de sus entrañas con gozo y dolor, escuchando sabiamente el cuerpo femenino que protege y da vida, escuchando ancestralmente al cosmos expectante por ver la nueva creación. El mejor secreto de las parteras es saber escuchar.
Pero, ¿y cómo nos enteramos de ellas? Hay varias fuentes en las que podríamos sumergirnos, las más antiguas datan de los siglos XV y XVIII. Vamos a detenernos en el año de 1490.
Hacia esos años existía algo conocido como “las cartas públicas de parto”. Una fuente documental necesaria para conocer su historia o, más bien, sus historias. Estas consistían en actas levantadas por notarios en donde se daba fe del desarrollo de un parto. Por lo general, era un documento solicitado para demostrar la paternidad del recién nacido, en donde el notario hacía una descripción detallada desde los primeros síntomas como el rompimiento del saco amniótico hasta el alumbramiento del bebé. Allí se registraba con precisión quién era la madre y quienes habían sido las parteras. Un acta histórica es la levantada por el notario Domingo de Cuerla el 10 de enero de 1490 (ubicada en el archivo histórico de protocolos notariales de Zaragoza). El notario confirma que una mujer llamada Isabel de la Caballería da a luz a un varón siendo atendida por una partera llamada Catalina de Cutanda. En dicha carta se describe el horario en que comienza el trabajo de parto, el lugar, la postura de parir de la madre, los procedimientos de la partera, junto con los materiales que utilizaba; además de dar cuenta de elementos simbólico-religiosos para el desarrollo de un buen parto. Podemos ver que los documentos sí las reconocen.
Otro antecedente remoto es el dado por Fray Bernardino de Sahagún en su obra “Historia general de las cosas de la Nueva España”. Allí nos ofrece datos valiosos: «también hay mujeres parteras, y dicen que entre sueños se les dio este oficio […] estas mismas entienden en curar a las preñadas, para enderezar a la criatura y hacen sacrificios, ayunos y ceremonias en su parto».
Este oficio dado entre sueños contiene una magia que se transmite oralmente de una generación a otra, de madres a hijas, de mujer a mujer. El encanto de las parteras viene precisamente de percibir, prestar oídos, atender, escuchar los detalles y la totalidad. Y esto es lo que me fascina y quiero que los fascine a ustedes. Aprendamos afectivamente su modo de escuchar.
Dicen las gentes de estadísticas que en mis suelos ocurren cerca de 10,5 millones de nacimientos al año y hay más de 65 mil parteras. Las cifras poco nos dicen si no echamos raíz en un territorio, historia y persona concreta. Así como les conté de archivos históricos, les quiero contar lo que para mí es lo fundamental; si no lo hiciera me estaría traicionando. Les voy a contar sobre dos mujeres parteras, una, juntando muchos años en sus canas y otra que recién comienza. Ambas son verdaderos talleres de la escucha y de una sistematización armoniosa de la oralidad.
Un territorio concreto: México Tenochtitlan. Personas concretas: Rafaela y Guadalupe. Historia: a continuación…
Se dice que en tierras Mexicas existen más de 20mil parteras tradicionales. En Chiapas cada 100 nacimientos, 10 son atendidos por parteras, Guadalupe es una de ellas.
Es medio día en el municipio de Chilón (Chiapas) y Guadalupe está aplaudiendo tortillas. Las pone en el comal que reposa sobre un fuego a leña que calienta todo el cuartito. Sus hijos, corriendo en la milpa. Los perritos, gatitos y pollitos la miran como esperando que algo caiga del comal. Guadalupe aprendió a ser partera por participación, escuchando el ejercicio de sus ancestras y, sobre todo porque su capacidad de ser madre le permite ayudar a otras, a transitar el mismo momento por el que ella pasó para traer a sus hijos al mundo. Mientras prepara tamales escucha a alguien aproximarse a su casita. Es un vecino del pueblo, su mujer ya va a dar a luz. Se dirigen en camioneta, Guadalupe escucha que el “tiempo no va a estar bueno”. Desde el patio ella escucha los dolores de la mujer y antes de hacer algo, escucha su propio corazón: «mi corazón me dijo que debíamos orar antes del nacimiento, para que todo salga bien». Una vez dentro del cuarto, recuerda todo lo trasmitido por sus abuelas: la herbolaria, la sobada, y el uso del rebozo. Utiliza epazote y jengibre para no perder el calor del cuerpo, soba el vientre de la madre para acomodar al bebé. Es mediante la escucha del cuerpo que percibe que el niño no viene bien. Es necesario sacarlo lo antes posible y se ayuda del rebozo para tratar de acomodarlo. La madre da a luz a un varón, pero Guadalupe no escucha su respiración. Luego de varios intentos logra salvarle la vida. Finalmente, Guadalupe cuenta el significado del rebozo: es la extensión de las manos de la mamá que recoge y protege al bebé y también son las manos de la abuela que cuida después del parto y entrega toda la protección de su linaje. No únicamente es para auxiliar en el acomodo del bebé; más bien sistematiza el cuidado de todas las generaciones y la potencia de los saberes que vienen de manos de mujeres que ponen leña en el fogón, que riegan flores, que suavizan la masa.
Nos trasladamos a las serranías de Guerrero. Zoyatlán de Juárez. Allí trabaja la joven partera Rafaela. Nos sorprende desde el inicio: «si quieres cambiar el mundo, tienen que cambiar las formas de nacer». Rafaela recorre a pie empinados cerros y pronunciadas quebradas. Visita a todas las embarazadas del pueblo, desde el primer día les da seguimiento. Lo primero que hace es la escucha del cuerpo de la mujer (escucha la panza) y desde allí arroja una pregunta disparadora a la madre: «tú, ¿qué quieres mamita?». Así pueden ir planificando juntas el parto. Rafaela aprendió a ganarse la confianza de las mujeres de las comunidades y les enseñó a escucharse y a escuchar las necesidades del bebé. Ella se empeña en cuidar que el momento del parto sea en armonía, calidez, amor y paz. En uno de los partos ella dice a la madre: «llegaste hasta aquí, eres muy fuerte, ahora tienes que recoger todas las energías de tus ancestras y permitir a esta bebé salir». Y al mismo tiempo le habla al bebé: «te falta un poquito, ya te vamos a ver, ya te estamos esperando». En el trabajo de parto ella abraza y llora junto con la madre por el dolor y luego, lloran juntas por recibir al niño: «disfruto recibir un bebé, ser la primera en darle la bienvenida». Cae la tarde y Rafaela regresa a su hogar junto a su hija, y mientras en los caminos se cruza con caballos y vacas, va pensando que la partería es espiritual: «te nace ser partera de corazón, se decide, se siente en la sangre».
¿Por qué visitar historias tan antiguas y tan nuevas? Quizás porque el arte de la escucha es nuestra Alfa y Omega, puede ser porque nuestro linaje más cristalino es poner la oreja a los cuerpos, a las historias, al macro-cosmos, al Espíritu. Las parteras hacen de la escucha una hierofanía y nos enseñan en el hoy de la vida a escuchar los partos públicos, los llantos de los nacientes, los deseos de los cuerpos, los soplos de los nuevos vientos que nos están diciendo que algo nuevo, pequeño, débil, pero esperanzador quiere nacer en mí, que soy NuestrAmérica.
Ah y, para terminar. Repetí 24 veces el verbo “escuchar”. Debe ser por algo ¿no? Parafraseemos (y sumemos) a Rafaela: “si quieres cambiar el mundo, debemos cambiar la forma de escuchar”.
«Desde hace veinticinco siglos el saber occidental intenta ver el mundo. Todavía no ha comprendido que el mundo no se mira, se oye. No se lee, se escucha».
Jacques Attali.
Eq. Coordinador BM
Pd 1: Los testimonios completos de Rafaela y Guadalupe pueden verse en el documental “Birth Wars” de Janet Jarman, disponible en: https://www.filminlatino.mx/pelicula/birth-wars?origin=searcher&origin-type=secondary
P2: Para acompañar la circularidad de nuestra escucha, te proponemos escuchar ‘Circular es el viaje’ del poeta salvadoreño Eric Doradea.
P3: Acompaña en pdf para descarga un texto de Víctor Jara sobre Sistematización de Experiencias.
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