NÚCLEO 2. Eclesiología: comunidades narrativas

25 de Marzo de 2021
[Escuelita Bendita Mezcla]

1. Contemplar la sabiduría de los pueblos

Antes de intuir nada, escuchar a lxs poetas sociales. Antes de pronunciar palabra, escuchar a Eustaquio, su historia de comunidad organizada, sus dolores y esperanzas. Nos habla desde un territorio especifico: la Comunidad Rutilio Grande en Tajcuilujlan Nahuizalco. ‘El lugar donde nos reunimos esta sobre una loma, rodeado de árboles, cerca pasa el rio que utilizamos para regar nuestros cultivos; al principio cuando nos hicimos CEB no teníamos infraestructura, pero juntos logramos conseguir el material y entre todos construimos una capilla. Comúnmente nos reunimos los días sábados en pequeños grupos llamados sectores, para reflexionar temas, el día domingo todos los grupitos pequeños nos juntamos para la celebración de la palabra, somos alrededor de 45 personas (niñxs jóvenes y adultxs); a veces, cuando hay necesidad hacemos talleres en los cuales compartimos con la gente alguna comidita de lo que tenemos en nuestra casa, Luego los lunes y los viernes nos reunimos para enseñar música a los más jóvenes’.

2. Sentipensar desde la tradición teológica latinoamericana 

 

Escuchar, dejar resonar y tensar esas palabras desde sabidurias que nos vienen desde otros espacios, y nos conectan con la potencia de la reflexión desde este lado del mundo. 

 

Nos interpela Pablo Bonavía. Uruguayo, pastor en una parroquia  de Montevideo. Profesor de teología en la Facultad Teológica del Uruguay, Integrante del  Equipo Coordinador de Amerindia.

 

 

3. Poner los pies en tu barro: comenzar por ‘Casa’

 

‘En el principio estaba la palabra, y la palabra estaba junto a Dios, y la palabra era Dios.

Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. 

En la palabra había vida y la vida era la luz de la humanidad’.

 

Juan 1

 

El creciente fértil que abarca todo el corredor tricontinental y que tiene a Israel como epicentro no deja de sorprender a la humanidad. Allí habita bajo tierra una parte importante de los tesoros secretos de nuestra especie. Es la arqueologia la encargada de traducir todo aquello que sale a la luz y que pertenece a las sociedades más antiguas. Queremos visitar el pasado remoto para que nos enseñe, que se haga palabra con sentido, que habilite conocernos. Quizas este viaje en el tiempo y en el espacio sirva para ser una mejor comunidad, una mejor humanidad. 

 

A fines  de los años  50´ en la peninsula de Anatolia -más conocida como Turquía-  fue literalmente des-cubierto un foco avanzado de la cultura neolítica. Más que eso. Çatal Höyük, tal como se conoce al yacimiento, terminaría por consagrarse como el aglomeramiento urbano más grande  del  cual se tenga registro durante el periodo neolítico. Hasta 10000 mil personas llegaron a convivir allí en sus años de esplendor, hacia el 6500 aC. Sí, tal como se escucha: 3000 años antes de esa bisagra entre la prehistoria y la historia conocida como revolución urbana.  

 

Son muchas las caracteristicas que convierten a Çatal Höyük en un tesoro de la humanidad. Todo, hasta el menor detalle de su arquitectura revela un escenario de convivencia sin precedentes. Aunque todo parece estar al revés, allí tiene verdadero sentido. 

 

A Çatal Höyük no se entra, sino que se sube. La ausencia de calles es total y las casas rectangulares se apiñan unas a otras en forma de panal. Las puertas de entrada son las chimeneas de salida y los ingresos de ventilación. Todos a la vez.  El mundo de la comunidad transcurre sobre todo arriba de una secuencia infinita de techos-terrazas de distintos niveles unidos entre sí  a través de pequeñas  escaleras de madera  sobre los que se desarrolla una infinidad de trabajos manuales: de alfarería y  textilería, a orfebrería, cestería, carpintería y curtiembre.  El interior de las casas tiende a ser rectangular y de un solo espacio al cual se le adosa un pequeño almacén  al que se accede través de minúsculas aberturas. Cada casa tiene su propio hogar para el fuego y su propio horno. Cerca de ellos se ubican las camas, también de adobe, pegadas a la pared. Los lechos más grandes, siempre cercanos al fuego, estaban destinados a  mujeres y a niños. De una estética impecable, las paredes de las habitaciones están trabajadas finamente con yeso y decoradas con pinturas de animales, escenas de caza o detalles de paisajes. La limpieza es total. 

 

En esta aldea neolítica todo habla.

 

Al ser Çatal Höyük un solo bloque de casas en medianera, las estructuras defensivas son innecesarias. Las paredes de las casas del perímetro se convierten en una muralla natural que protege a la comunidad de cualquier tipo de peligro, sobre todo, del ingreso de animales salvajes. Es necesario aclarar esto último, porque en ninguna de las dos etapas de trabajo en el sitio arqueológico se ha encontrado algún rastro de lucha o signo de violencia social. Sucede aquí lo mismo que en las murallas de Jericó, construida algunos milenios antes que Çatal Höyük. Y es que, en la fase neolítica de la (pre) historia, la no-presencia estatal trae formidables ausencias: no centralización del poder, no excedentes, no división de clases y de religión. Se entiende entonces porque ambas murallas no guardan fines bélicos. Estamos en un tiempo-fuerte de paz. 

 

Que no haya Templo ni Estado, no impide sin embargo la presencia de algo más profundo que da vida a estas comunidades y que incluso subyace a ellas: la organización política y religiosidad popular. ¿Cómo hace sino una decena de miles de habitantes para estar junto aquellos que ya no son su familia y  hacerlo en un clima de convivialidad?  

 

Dos principios parecen regir estas grandes y diversas comunidades: la igualdad entre sí, incluso en cuestiones de género (no hay casas diferenciadas en status, ni datos de que entre hombres y mujeres haya diferencia en entierros o alimentación)  y la multiplicidad de actividades al interior de la comunidad  sin ningún tipo de trabajo especializado, administrativo o de culto.  De hecho, Çatal Höyük nos ofrece una imagen preciosa de espiritualidad que atraviesa a sus habitantes por completo y que a su vez, es una radiografía del modo en que se religa lo humano a lo trascendente  en todo el creciente fértil en general. Veamos:

 

En la primera etapa de la excavación del sitio se encontraron, sobre un total de 200 casas, unos 40 santuarios o capillas, distribuidos en forma equilibrada, pintados con escenas de animales o danzas y habitado por los muertos de la familia, cuyos huesos fueron enterrados en ritual.  Lejos de revelar una casta numerosísima de sacerdotes, típico de la religión como resultado de la especialización,  aquí se observa lo contrario: una atomización profunda del culto y una democratización de los ‘servicios’ sagrados a cargo de los hombres o mujeres más grandes de la familia extensa o nuclear.  Este equilibrio en el ejercicio del ‘sacerdocio natural’ (¡por el simple don del bautismo, diríamos los cristianos!) es un reflejo del propio equilibrio de las deidades o personajes mitológicos que aparecen tanto forma femenina -pequeñas estatuillas de la diosa madre- como masculina -bucráneos con cabezas de toro-. Para esta antigua sociedad agrícola pastoril, religiosidad no es otra cosa que conexión con la fertilidad y espiritualidad puro agradecimiento y corresponsabilidad. Con la madre naturaleza y con todos los demás. 

 

En la plenitud del neolítico, cuando la domesticación de plantas y animales llega a su esplendor, al ser humano le sucede lo mismo. El domesticador también termina domesticado. La paz y la igualdad de Çatal Höyük lo demuestran. 

 

Esta aldea neolítica es un sacramento de comunidad

 

Debe haber sabido esto San Pablo cuando en sus primeros viajes decidió recorrer las costas de Anatolia anunciando ekklesía  por ekklesía,  ese evangelio de la paz tan hermoso del ‘a nadie le faltaba nada porque todo lo ponían en común’.    El movimiento de Jesús solo se encargaba de transpirar algo que ya se respiraba en el ambiente: no hay más esclavos ni hombres libres, hombres ni mujeres, ahora hay hermanxs, hijxs de un mismo abrazo. 

 

Antes y después de la domesticación, el desafío de vivir en comunidad.  Esa que estuvo en el origen y que siempre reclama fidelidad. En Çatal Höyük o en las iglesias de Pablo.  En los movimientos populares, entre los pueblos, o en la mismísima comunidad de Eustaquio. 

 

Antes y después de la domesticación, volver a ser hermanxs. Esa será siempre la verdadera encrucijada.

 

Ahora nos toca volver al presente y hacer arqueología en cada rincón de NuestrAmérica, narrar la eclesiogénesis de nuestra comunidad de fe organizada. 

 

Equipo de coordinación
Escuelita ‘Bendita Mezcla’

 

Pd postal: nos acompaña una imagen que intenta reconstruir el panal-comunitario que fue Çatal Höyük. 

 

 

Pd cantada: adjuntamos el canto para este taller virtual, ‘vamos todos al banquete’, canción de la misa popular salvadoreña, cantada en plena celebración por una comunidad de base, en el Bajo Lempa, en El Salvador, el domingo 21 de marzo de 2021. 

 

Audio

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.