25 de Marzo de 2010
A todos nosotros nos gustaría que la Iglesia fuese joven, fuerte, vigorosa, audaz, imaginativa, primaveral, atractiva… pero la encontramos cansada, agobiada, silenciosa, como temerosa, casi muda. Nos parece vieja, anciana, a veces casi tememos que tenga Alzeheimer: recuerda el pasado, lo repite, pero parece que el presente se le escapa, es casi miope para comprender las nuevas luces que brillan y que exigen respuesta. Otras veces nos parece sorda, no escucha los gritos y el vocerío de un mundo agitado y turbulento. Por Víctor Codina sj.
A todos nosotros nos gustaría que la Iglesia fuese joven, fuerte, vigorosa, audaz, imaginativa, primaveral, atractiva… pero la encontramos cansada, agobiada, silenciosa, como temerosa, casi muda. Nos parece vieja, anciana, a veces casi tememos que tenga Alzeheimer: recuerda el pasado, lo repite, pero parece que el presente se le escapa, es casi miope para comprender las nuevas luces que brillan y que exigen respuesta. Otras veces nos parece sorda, no escucha los gritos y el vocerío de un mundo agitado y turbulento. Por Víctor Codina sj.
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