05 de Mayo de 2016
[Por: Leonardo Boff]
“Hay dos Brasiles que corren paralelos y que poseen lógicas y dinámicas diferentes. Uno es el Brasil dominante, profundamente desigual y por eso injusto, que reproduce una sociedad malvada que no tiene compasión ni misericordia con las grandes mayorías. Según el IPEA son 71 multimillonarios o cinco mil familias extensas los que detentan gran parte de la riqueza nacional y muestran escasísimo sentido social, insensibles a la desgracia de los millones de personas que viven en los centenares de favelas que rodean casi todas nuestras ciudades. En ellos se origina, en gran parte, el odio y la discriminación que sienten por los pobres y por los hijos e hijas de la esclavitud, cosas que llegan todavía hasta los días actuales (…).
Junto a estas distorsiones, existe otra cara del mismo Brasil, la de los pobres que luchan valientemente para sobrevivir, que en medio de la miseria traslucen una alegría que viene de adentro, que danzan y veneran a sus santos y santas poderosos y que no necesitan creer en Dios porque lo sienten en la piel y en cada paso de su vida. Es el Brasil de los menospreciados por los sectores conservadores que se orientan por el PIB y por el consumo, considerados buenos para nada e inservibles para el sistema porque producen poco y consumen menos todavía (…)”.
Descargue el artículo.
[Por: Leonardo Boff]
“Hay dos Brasiles que corren paralelos y que poseen lógicas y dinámicas diferentes. Uno es el Brasil dominante, profundamente desigual y por eso injusto, que reproduce una sociedad malvada que no tiene compasión ni misericordia con las grandes mayorías. Según el IPEA son 71 multimillonarios o cinco mil familias extensas los que detentan gran parte de la riqueza nacional y muestran escasísimo sentido social, insensibles a la desgracia de los millones de personas que viven en los centenares de favelas que rodean casi todas nuestras ciudades. En ellos se origina, en gran parte, el odio y la discriminación que sienten por los pobres y por los hijos e hijas de la esclavitud, cosas que llegan todavía hasta los días actuales (…).
Junto a estas distorsiones, existe otra cara del mismo Brasil, la de los pobres que luchan valientemente para sobrevivir, que en medio de la miseria traslucen una alegría que viene de adentro, que danzan y veneran a sus santos y santas poderosos y que no necesitan creer en Dios porque lo sienten en la piel y en cada paso de su vida. Es el Brasil de los menospreciados por los sectores conservadores que se orientan por el PIB y por el consumo, considerados buenos para nada e inservibles para el sistema porque producen poco y consumen menos todavía (…)”.
Descargue el artículo.
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.