17 de Marzo de 2016
[Por: Eleazar López Hernández]
“No cabe duda que los seis días en que estuvo el Papa Francisco en México nos dejaron saturados de gestos, palabras y contextos planteados por el mismo Papa y por los demás actores de la Iglesia y de la sociedad mexicana, cada uno cuidando y enarbolando sus intereses de clase o sus banderas de lucha para llamar la atención y demandar la mirada y la bendición del visitante. Después de ese enorme chubasco de presencia papal se requiere analizar con calma lo que nos deja para la cotidianidad ese hecho extraordinario que rebasó nuestras posibilidades inmediatas de valoración seria y profunda (…).
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[Por: Eleazar López Hernández]
“No cabe duda que los seis días en que estuvo el Papa Francisco en México nos dejaron saturados de gestos, palabras y contextos planteados por el mismo Papa y por los demás actores de la Iglesia y de la sociedad mexicana, cada uno cuidando y enarbolando sus intereses de clase o sus banderas de lucha para llamar la atención y demandar la mirada y la bendición del visitante. Después de ese enorme chubasco de presencia papal se requiere analizar con calma lo que nos deja para la cotidianidad ese hecho extraordinario que rebasó nuestras posibilidades inmediatas de valoración seria y profunda (…).
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