01 de Agosto de 2017
Comprometida, solidaria, con un testimonio cristiano que arrasó la vida de quienes la conocimos.
[Rosario Hermano y María Elena Bicera]
Comprometida, solidaria, con un carácter decidido pero, sobre todo, con un testimonio cristiano que arrasó la vida de quienes le conocimos, así era María Amparo García. Mujer de fe y entrega confiada en las manos de Dios, compañera de vida, madre, abuela y hermana para todos y todas.
Fue coordinadora de Amerindia Guatemala desde sus inicios, y coordinó el primer Congreso de Teología de la Liberación en su país. Sus compañeros la recuerdan con su trabajo constante, su convocatoria permanente, por correo electrónico, por teléfono… ella encontraba a todos y a cada uno de los que buscaba.
Siempre con su tono tranquilo y acogedor, pero firme y decidido, convocaba para tantas causas en las que fue dejando su vida: Voces del Tiempo, Movimiento Mons. Gerardi, Escuela Gerardi y otras Escuelas de teología, Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO), Comunidades Eclesiales de Base (CEB), Pastoral Social Arquidiocesana, Amerindia, Servicio Internacional Cristiano de Solidadridad con los pueblos de América Latina (SICSAL), Núcleo de mujeres y teología, Conferencia de Religiosos/as de Guatemala (CONFREGUA), Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG)…
En cada uno de estos espacios colaboró para construir el Reino, siempre desde los pobres, los olvidados y los que injustamente la historia o la sociedad había marginado.
No podemos dejar de pensar en María y su denuncia constante, su firmeza al luchar por la justicia, por los Derechos Humanos y en defensa de una Iglesia que acoja a todos sus miembros, con un Dios cercano y presente en el dolor y felicidad de los más pobres.
Muchos de los testimonios en la misa en su memoria fueron llegando como una película que se fue armando a retazos.
Uno de sus hermanos decía: “Ella tenía una rica sensibilidad social y eso la llevó a cumplir muchos de sus sueños de estar con los pobres (…). Ella fue importante aún en los archivos de la policía, pues resultaba amenazante a causa de su compromiso con las mayorías empobrecidas; ojalá hubiera muchas Marías para que sigan transformando nuestro país”.
No podemos hablar de María sin pensar y agradecer a su familia que “nos la prestó como hermana mayor que se entregaba de lleno a empujar las luchas del pueblo pobre de Guatemala, siempre teniendo presentes a Toñito su hijo, a Juanito, a sus gemelas nietas, a sus hermanos/as. No dejaba de soñar con otro país por el que desgastaba su vida; ella fue tomada de la mano de los/as mártires de Guatemala y de América Latina, para que otro mundo y otra Iglesia fueran posibles.
“María se fue a acompañar el caminar del sol, allá donde no hay puertas ni ventanas (…). con nuestra Madre naturaleza que está en agonía porque no queremos ser conscientes del dolor que le estamos provocando (…). Ella empezará otro viaje, igual que el primer viaje que hizo cuando vino a la tierra”.
María, mujer de fe y entrega confiada en las manos de Dios, nos deja el testimonio de su sentido del humor, su alegría, su constante acción en favor del Reino, su compromiso social con la realidad en la que vivió, su búsqueda de la justicia y de la paz.
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