11 de Diciembre de 2015
[Por: Guillermo Siles Paz, OMI]
“Le conocí muy de cerca, en mi ciudad natal Oruro, él era nuestro obispo. Le conocí justo en mi adolescencia, él había llegado en marzo del 1982. Él nos promovió para formar los diferentes grupos juveniles de la parroquia. Nos había dicho, ‘Yo soy responsable para esta misión entre los jóvenes, es un trabajo que me dan en la conferencia episcopal’ y ciertamente era así muy animado y jovial con los jóvenes. En noviembre de ese año recibí, de sus manos, el sacramento de la confirmación. Qué honor, qué alegría para mí. Desde ese momento me hice su amigo, porque no decirlo, su discípulo. Todo lo que decía y hacia, me llamaba la atención. Estando en los grupos juveniles entendimos de la necesidad de hacer que la juventud sea protagónica, que no se queden mirando pasivamente, sino que tengamos la necesidad de desafiarnos cada día (…)”.
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[Por: Guillermo Siles Paz, OMI]
“Le conocí muy de cerca, en mi ciudad natal Oruro, él era nuestro obispo. Le conocí justo en mi adolescencia, él había llegado en marzo del 1982. Él nos promovió para formar los diferentes grupos juveniles de la parroquia. Nos había dicho, ‘Yo soy responsable para esta misión entre los jóvenes, es un trabajo que me dan en la conferencia episcopal’ y ciertamente era así muy animado y jovial con los jóvenes. En noviembre de ese año recibí, de sus manos, el sacramento de la confirmación. Qué honor, qué alegría para mí. Desde ese momento me hice su amigo, porque no decirlo, su discípulo. Todo lo que decía y hacia, me llamaba la atención. Estando en los grupos juveniles entendimos de la necesidad de hacer que la juventud sea protagónica, que no se queden mirando pasivamente, sino que tengamos la necesidad de desafiarnos cada día (…)”.
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