28 de Mayo de 2015
"Esperemos que beatifiquen a un Romero vivo, más cortante que una espada de doble filo, justo y compasivo"
(Alver Metalli, en Tierras de América).- En el Centro Monseñor Romero, plantado en el corazón de la Universidad Católica, Jon Sobrino se mueve como si danzara. Lo fundó después de la masacre de sus hermanos jesuitas -"no terminé como ellos sólo porque estaba en Tailandia", recuerda- y a él se dedica como si fuera la última misión de su vida, que ya llega a los 77 años.
"Esperemos que beatifiquen a un Romero vivo, más cortante que una espada de doble filo, justo y compasivo"
(Alver Metalli, en Tierras de América).- En el Centro Monseñor Romero, plantado en el corazón de la Universidad Católica, Jon Sobrino se mueve como si danzara. Lo fundó después de la masacre de sus hermanos jesuitas -"no terminé como ellos sólo porque estaba en Tailandia", recuerda- y a él se dedica como si fuera la última misión de su vida, que ya llega a los 77 años.
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