11 de Marzo de 2014
Feliz día de la mujer
Francisco Bosch
Había una vez, dos y mil veces una luna encendida. Diminuta, volátil, incandescente, cargada de toda la vida: explota para abrir la historia a los soles. Ella se apaga, ellos brillan…
La vida se riega a cada rincón, como pedazos de luna girando en el vacío. Cada paso es como un baile: el polvo de nube se condensa, forma estrellas, estas explotan y nacen los soles. Bendito milagro del encuentro, del compas, de la caricia, del viaje…
El camino atraca en el puerto del planeta con mares: en este bello rincón del universo la vida florece. Un extraño simio soñador se pone de pie frente a sus miedos, se organiza, aprende a construir memoria de su camino y se maravilla con el mundo. Este simio bípedo, aunque no puede mirar al sol, sonríe cada vez que mira a la luna. Parece que se espeja en su hondura…
Los abuelos, los que nacieron al mundo, cuentan que la luna primigenia de la explosión había vuelto a encenderse en nuestras noches. Y según ellos, ese era el regalo de los Dioses para los simios organizados: el poder contemplar millones de manchitas brillantes y una hermosa luna, que cada día se escondían del sol.
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Feliz día de la mujer
Francisco Bosch
Había una vez, dos y mil veces una luna encendida. Diminuta, volátil, incandescente, cargada de toda la vida: explota para abrir la historia a los soles. Ella se apaga, ellos brillan…
La vida se riega a cada rincón, como pedazos de luna girando en el vacío. Cada paso es como un baile: el polvo de nube se condensa, forma estrellas, estas explotan y nacen los soles. Bendito milagro del encuentro, del compas, de la caricia, del viaje…
El camino atraca en el puerto del planeta con mares: en este bello rincón del universo la vida florece. Un extraño simio soñador se pone de pie frente a sus miedos, se organiza, aprende a construir memoria de su camino y se maravilla con el mundo. Este simio bípedo, aunque no puede mirar al sol, sonríe cada vez que mira a la luna. Parece que se espeja en su hondura…
Los abuelos, los que nacieron al mundo, cuentan que la luna primigenia de la explosión había vuelto a encenderse en nuestras noches. Y según ellos, ese era el regalo de los Dioses para los simios organizados: el poder contemplar millones de manchitas brillantes y una hermosa luna, que cada día se escondían del sol.
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