27 de Setiembre de 2013
(Eduardo de la Serna) Es difícil negar que en algunas cosas, quizás en muchas, la Iglesia católica romana “llegó tarde”. Llegó tarde al “movimiento ecuménico”, llegó tarde a los modernos estudios bíblicos, llegó tarde al encuentro fructífero con la “modernidad”. Pero es justo reconocer también, que –a pesar que nunca faltan los grupos que intentan siempre volver atrás, y más atrás- una vez que la Iglesia “llega”, suele hacerlo asumiendo y haciendo suyo el nuevo “lugar”. Y los hace suyos con dedicación y convicción. Nadie cuestionaría hoy esos pasos que la Iglesia ha dado. Algo semejante ha ocurrido también con los “derechos humanos”, o la democracia.
(Eduardo de la Serna) Es difícil negar que en algunas cosas, quizás en muchas, la Iglesia católica romana “llegó tarde”. Llegó tarde al “movimiento ecuménico”, llegó tarde a los modernos estudios bíblicos, llegó tarde al encuentro fructífero con la “modernidad”. Pero es justo reconocer también, que –a pesar que nunca faltan los grupos que intentan siempre volver atrás, y más atrás- una vez que la Iglesia “llega”, suele hacerlo asumiendo y haciendo suyo el nuevo “lugar”. Y los hace suyos con dedicación y convicción. Nadie cuestionaría hoy esos pasos que la Iglesia ha dado. Algo semejante ha ocurrido también con los “derechos humanos”, o la democracia.
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