(GABRIEL Mª OTALORA, ECLESALIA) En este mes se cumple los cincuenta años de la muerte de Juan XXIII. Murió en una tarde de junio en la que muchos, incluidos los no católicos, intuyeron que aquél hombre había revolucionado la Iglesia del siglo XX abriéndola a la Modernidad, aunque quizá demasiado tarde. La miopía de su antecesor, Pío XII, evitó una apertura anterior al mundo. Al fin y al cabo, este era un pontífice de la "vieja escuela", un príncipe de la Iglesia, sobre quien no han cesado de verterse críticas, en especial por sus relaciones contemporizadoras con las dictaduras nazi y fascista, así como por su talante claramente reaccionario en materia ideológica. Críticas que tuvieron su réplica en las alabanzas de los sectores más conservadores y reaccionarios del catolicismo.
 

(GABRIEL Mª OTALORA, ECLESALIA) En este mes se cumple los cincuenta años de la muerte de Juan XXIII. Murió en una tarde de junio en la que muchos, incluidos los no católicos, intuyeron que aquél hombre había revolucionado la Iglesia del siglo XX abriéndola a la Modernidad, aunque quizá demasiado tarde. La miopía de su antecesor, Pío XII, evitó una apertura anterior al mundo. Al fin y al cabo, este era un pontífice de la "vieja escuela", un príncipe de la Iglesia, sobre quien no han cesado de verterse críticas, en especial por sus relaciones contemporizadoras con las dictaduras nazi y fascista, así como por su talante claramente reaccionario en materia ideológica. Críticas que tuvieron su réplica en las alabanzas de los sectores más conservadores y reaccionarios del catolicismo.