14 de Mayo de 2008
Hablar de las Comunidades Eclesiales de base en los cuarenta años de Medellín, me llena de orgullo y acción de gracias. De orgullo por haber vivido ese kairós de Dios en América Latina que fue Medellín y esa eclesiogénesis que fueron y siguen siendo las CEBs. Cuarenta años no es una cifra cualquiera. Es esa cifra cargada de sentido que los sabios de Israel inventaron para nombrar el tiempo suficiente para que una persona, un pueblo hayan logrado consolidar un proceso denso de historia, fuertemente alternativo, portador de novedades sustanciales para la vida. Para hacer más profunda mi acción de gracias, este año celebramos además los 30 años de la primera Comunidad Eclesial de Base de la Diócesis de Formosa, que ayudamos a nacer en Ibarreta y a la que siguieron cinco más ese mismo año. Esta reflexión nace pues de la experiencia vivida teñida con los sentimientos más profundos de mi corazón
Hablar de las Comunidades Eclesiales de base en los cuarenta años de Medellín, me llena de orgullo y acción de gracias. De orgullo por haber vivido ese kairós de Dios en América Latina que fue Medellín y esa eclesiogénesis que fueron y siguen siendo las CEBs. Cuarenta años no es una cifra cualquiera. Es esa cifra cargada de sentido que los sabios de Israel inventaron para nombrar el tiempo suficiente para que una persona, un pueblo hayan logrado consolidar un proceso denso de historia, fuertemente alternativo, portador de novedades sustanciales para la vida. Para hacer más profunda mi acción de gracias, este año celebramos además los 30 años de la primera Comunidad Eclesial de Base de la Diócesis de Formosa, que ayudamos a nacer en Ibarreta y a la que siguieron cinco más ese mismo año. Esta reflexión nace pues de la experiencia vivida teñida con los sentimientos más profundos de mi corazón
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