Una Iglesia Pobre Y Para Los Pobres: Todo Se Juega Desde Ahí

05 de Abril de 2013

(Por Juan Hernández Pico, S.J.) ¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres!
Tres días después de haber sido electo obispo de Roma y sucesor de San Pedro, Francisco, de 76 años de edad –todavía no se ha llamado él papa-, les dijo a los representantes de los medios internacionales de comunicación: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres!”. Se lo dijo en clave de deseo, evidentemente porque sabe muy bien que en el Vaticano, al menos, en la Curia Romana, en su propio obispado de Roma y en la mayoría de los obispados del mundo occidental, no es esa la realidad, y sabe que para que esa realidad se transforme habrá que luchar denodadamente como si todo dependiera de Dios y esperarlo todo de Dios como si todo dependiera de nosotros. Así dicen que pensaba dialécticamente Ignacio de Loyola de nuestras arduas tareas. 
 




(Por Juan Hernández Pico, S.J.) ¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres!

Tres días después de haber sido electo obispo de Roma y sucesor de San Pedro, Francisco, de 76 años de edad –todavía no se ha llamado él papa-, les dijo a los representantes de los medios internacionales de comunicación: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres!”. Se lo dijo en clave de deseo, evidentemente porque sabe muy bien que en el Vaticano, al menos, en la Curia Romana, en su propio obispado de Roma y en la mayoría de los obispados del mundo occidental, no es esa la realidad, y sabe que para que esa realidad se transforme habrá que luchar denodadamente como si todo dependiera de Dios y esperarlo todo de Dios como si todo dependiera de nosotros. Así dicen que pensaba dialécticamente Ignacio de Loyola de nuestras arduas tareas. 

 

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