El Magníficat une el cielo con la tierra

14 de Junio de 2017

[Por: Juan Manuel Hurtado López]

Estudio bíblico e interpretación teológica.




0.Introducción

 

En las últimas décadas la mujer se ha ido abriendo espacio en la sociedad y en la Iglesia. En la teología, a nivel social y cultural, la emancipación de la mujer se  ha valorado como un signo de los tiempos. Esto habla de un proceso continuado de toma de conciencia en la humanidad, cada vez más amplia y más profunda.

 

Para tratar el tema  de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, desde el punto de vista bíblico y teológico, he creído conveniente acercarme al Canto del Magnificat de la Virgen María. A lo largo de la exposición se verá  el aporte que puede darnos el Magnificat para comprender la grandeza del papel y de la misión de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

 

1. Anotaciones previas

 

Dicen los exégetas que el Magnificat era un cántico que ya hacían y proclamaban las primeras comunidades cristianas en sus reuniones en los años 80 y 90, por su reconocimiento, admiración y cariño que sentían hacia la persona de la María, la Madre del Señor. Esto es importante porque refleja ya la incipiente conciencia que van tomando los primeros cristianos del papel y de la misión de María.

 

El Papa Juan Pablo II afirma que el Magnificat es el espejo del alma de María. Ahí se ve reflejada toda su fe y confianza en Dios por una parte, y por otra, refleja la conciencia que María tenía de sí misma en el plan de la salvación. Y Benedicto XVI firma que el Magnificat es una hermosa, auténtica y profunda lectura teológica de la historia.

 

Otros autores afirman que el Magnificat es un resumen de las Bienaventuranzas, sobre todo de la primera en la que son proclamados dichosos los pobres, o los que eligen ser pobres, en la versión de San Mateo.

 

Y los pobres son dichosos porque tienen a Dios por rey, porque Dios establece su reinado. En los oráculos de Isaías (55-66) vienen dos razones de la predilección de Dios por los pobres, según se entendía en el antiguo oriente. Primero, el rey debe asegurar la libertad de su pueblo frente a los extranjeros que lo amenazan. Y segundo: el rey debe ejercer su misión liberadora dentro de su propio pueblo. Esto lo hace defendiendo al pobre, a la viuda frente al poderoso que siempre quiere explotar y oprimir al pobre.

 

El Salmo 146 es toda una definición del Dios liberador del pobre, de lo que sucede cuando el pobre tiene a Dios por rey: “El Señor liberta a los cautivos…abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan…sustenta al huérfano y a la viuda…”. Todavía el salmo 72 afirma: “El librará al pobre que pide auxilio, al afligido que no tiene protector”.

 

Este pensamiento está detrás de la frase de María: “miró la humillación de su esclava”.

 

Por último  -y aquí quiero detenerme y resaltarlo con fuerza por lo que les voy a compartir y que nos puede iluminar para el lugar de la mujer en la Iglesia y en la sociedad- el Magnificat es una clave de interpretación de la historia. El Magnificat entonces, es como el Libro del Deuteronomio o el II Isaías. En el autor del Deuteronomio y en el II Isaías, encontramos una verdadera lectura teológica de los nuevos acontecimientos que se van presentando. Algunos autores han dicho que toda la Biblia puede empezar con el II Isaías, con la interpretación teológica que ahí se nos ofrece y desde ahí se rehace toda la historia de la salvación.

 

Se nos ofrece pues una llave que desentraña los laberintos muchas veces oscuros y enredados de la historia humana y en la cual Dios realiza sus designios de salvación de acuerdo a su plan.

 

Acercarnos al Magnificat, es abrir la historia de salvación con la llave adecuada.

 

Leemos en silencio el texto del Magnificat.

 

Y dijo María: 

 

Engradece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador.

 

Porque ha mirado  la humillación de su esclava. 

 

Por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,

 

Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, 

 

Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que lo temen.

 

Desplegó la fuerza de su brazo, 

 

Dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.

 

Derribó a los potentados de sus tronos

 

Y exaltó a los humildes.

 

A los hambrientos colmó de bienes 

 

Y a los ricos despidió sin nada.

 

Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia

 

como había prometido  a nuestros padres- a favor de Abraham y de su linaje por los siglos.

 

 

 

Lutero, por los años 1520-1521 compuso un comentario excelente sobre el Magnificat y el reconocimiento de María en la historia de la salvación. Relaciona este himno con toda la historia de la salvación y resalta el papel de María.

 

El Magnificat tiene dos partes: la primera dedicada a reconocer a Dios y su grandeza y la segunda dedicada a reconocer las maravillas que Dios hace en la historia. Si María se siente dichosa, es porque la miró el que es Grande y poderoso, no menos se siente dichosa por mirar y reconocer las maravillas que ha realizado en la historia a favor de los pobres y pequeños como ella y cómo ha puesto en su lugar a los soberbios y poderosos. El Cántico tiene una unidad. Dios salva liberando, Dios es grande levantando al humillado y desposeído.

 

2. El Magnificat  une  el cielo y la tierra, lo celeste y lo terrestre

 

Problema de la teología ha sido quedarse sólo con las cosas del cielo: la oración, el perdón, el nombre de Dios, la salvación eterna. O insistir tanto en lo que acontece, en las relaciones humanas, en la economía y el repartir los bienes, en la política y la participación humana en los destinos de la humanidad, que luego pierde su piso como respuesta a Dios que se revela en la historia de los hombres y mujeres en una historia concreta.

 

El Magnificat no separa, une; no privilegia un aspecto olvidando el otro. El Magnificat es el canto confiado en Dios desde la pequeñez humana; es la exaltación de la grandeza de Dios, el Salvador. “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1,46-47). Lutero observa que es todo el ser de María: alma, cuerpo, espíritu, sentidos, inteligencia, voluntad, libertad, su ‘yo’ más profundo, el que engrandece a Dios, exalta a Dios.

 

Reconocer la grandeza de Dios es el primer sentimiento de la fe que da seguridad y libera del miedo.

 

Esta expresión confiada en Dios ya la encontramos en los Salmos. El Salmo 8 proclama: ¡Oh, Yahvé, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Y el salmo 9-10 dice: “Te doy gracias, Yahvé, de todo corazón, cantaré todas tus maravillas; quiero alegrarme y exultar en ti…” (Sal 9-10,2-3). 

 

Y el Segundo Isaías, ante la grandeza de Dios, exclama: “Todas las naciones son como nada ante él….¿Con quién asemejaréis a Dios, que semejanza le aplicaréis? (Is 40,17-18).

 

Este es el espíritu de María, ahí bebió ella su confianza ante la grandeza de Dios, por esto se confía plenamente en él. Esto es lo primero, el reconocimiento de la omnipotencia de Dios, sus maravillas. Y después, “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lc 1,51-52).

 

El salmo 9-10 dice: “Mis enemigos retroceden…perecen delante de tu rostro…has acabado al enemigo…has perdido su recuerdo” (Sal 9-10,4-7). Y el segundo Isaías dice: “He aquí que te he convertido en trillo nuevo de dientes dobles. Triturarás los montes y los desmenuzarás y los cerros los convertirás en tamo…y tú te regocijarás en Yavhé, en el Santo de Israel te gloriarás” (Is 41,15-16).

 

María ve la acción de Dios en la historia, como lo hicieron el salmista y los profetas. Alabanza, glorificación a Dios y reconocimiento de su actuar en la historia van juntos, no separados. Así nos enseña María en su cántico. 

 

3. María, la humillada, será llamada bienaventurada

 

En la narrativa cristiana se ha insistido en la humildad de María y que por eso Dios la escogió para ser la Madre de su Hijo. “Ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava”. Esto tiene su peso en la memoria cristiana en referencia a María. Pero la palabra griega que emplea Lucas es ταπε?νωσις: bajeza de su esclava, la humillada: palabra que constituye el núcleo central del cántico. “Porque miró la bajeza de su esclava, por esto me dirán dichosa todas las generaciones”. Hace eco de la palabra de Ana, la madre del Samuel. Con él se expresa la miseria de una mujer estéril (I Sam 1,11).

 

En la Biblia está sembrada esta perspectiva: “El levanta del polvo al desvalido, alza del muladar al pobre para hacerle sentar junto a los nobles” (Cántico de Ana: I Sam 2,8). En el salmo 6, después de expresar el abatimiento, lo extenuada que está el alma, desmoronada, expresa el salmista: “Pues Yahvé ha oído la voz de mis sollozos, Yahvé ha oído mi suplica” (Sal 6,9-10).

 

Y esa es la grandeza: Que Dios la miró, que Dios se haya fijado en su bajeza, pequeñez, en su humillación. Por esto María se siente dichosa,  porque Dios la miró. Para ella esto bastaría, aún prescindiendo de todo lo que se siguió después. Es el motivo por el que las generaciones futuras la llamarán dichosa, porque Dios miró su bajeza, su humillación.

 

En la Sagrada Escritura tiene mucha importancia este verbo mirar. En el Génesis Yahvé miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación (Gén 4, 4b-5a) En el Éxodo escuchamos: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces Ex 3,7-8. El mirar está antes que el escuchar.

 

A propósito de este mirar, el Papa Francisco dice: “Mirar el rostro de Dios, pero sobre todo, sentirse mirado…Déjate mirar por el Señor. Cuando Él nos mira, nos da la fuerza y nos ayuda a testimoniarle”.

 

4. En el obrar de Dios, María ve el poder de Dios

 

Este es el punto que podríamos llamar bisagra entre lo humano y lo divino, entre la aclamación a Dios y la transformación en la historia. María primero se dirige a Dios, su salvador en quien confía con toda su alma, y luego narra las maravillas que Dios ha hecho en la historia. María manifiesta plena conciencia de este proceder de Dios en la historia de la salvación.

 

En el Cántico del Magnificat María proclama cinco obras de transformación.

 

  1. a.Destruye a los soberbios de corazón 
  2. b.Derriba del trono a los poderosos 
  3. c.Enaltece a los humildes 
  4. d.A los hambrientos los colma de bienes 
  5. e.A los ricos los despide vacíos 

 

Estas obras son necesarias para implantar el reinado de Dios y corresponden a la aclamación de María del principio. Dios es Todopedoroso y María describe sus obras. Para que el reinado de Dios se establezca es necesario derribar a los poderos, destruir a los soberbios de corazón…es toda una verdadera revolución.

 

5. Destruye a los soberbios de corazón

 

María ve con la fe que los tronos de los poderosos son provisionales, mientras que el trono de Dios es la única roca que no cae.

 

Dios abaja al encumbrado, a lo precioso y honrado, a lo dichoso y lo transforma en pequeñez. Y a lo insignificante, lo miserable, lo trueca en algo precioso, honorable, dichoso y viviente. Así Job, Ana la esposa de Samuel, así María.

 

La fe nos lleva a creer no sólo que Dios puede y sabe ayudarte, sino que quiere ayudarte y dejar ver las maravillas en ti.

 

Cuando María hace el recuento de las maravillas de Dios, no se fija en las de ella sino en las de Dios. ¡Qué difícil mantenerse humilde cuando alguien ha sido encumbrado en riqueza, poder, honores!

 

Cuando María exclama: “ha visto la humildad de su esclava”, recordemos que “humillare” viene de humillar, aniquilar, abajar. El Salmo 115 dice: “Me he visto reducido a la nada”. La “humilitas” es un estado despreciado…como los enfermos, hambrientos, prisioneros. Hay 110 millones de mujeres y niñas con los órganos genitales mutilados y existen en el mundo entre 113 y 200 millones de mujeres desaparecidas.

 

Son dos enseñanzas que nos da María: Primero, ver lo que Dios hace con uno antes de considerar lo que hace con los demás: “me miró”. De aquí la felicidad no depende de lo que Dios hace con los demás, sino de lo que realiza contigo.

 

Segundo, cada uno ha de ser el primero en la alabanza a Dios, en reconocer lo que ha hecho en él y luego ver lo que ha hecho en otros. María así lo reconoce: La llamarán dichosa porque Dios la miró.

 

Aunque Dios es todopoderoso, su fuerza está oculta. Cuando Dios actúa por medio de las creaturas, esto es visible. Pero hay situaciones en que Dios actúa sin mediación de las creaturas y el resultado es el menos esperado o imaginado. Como cuando Dios saca a Israel de Egipto, o hace triunfar a Job desde su abatimiento. Dice Pablo: “Solo Dios hace todo en todas las cosas”. Este es un actuar de la potencia de Dios en el silencio, sin hacer ruido. Así ve María el actuar de Dios en la historia, sus designios se cumplen.

 

Así por ejemplo, cuando Dios permite que los buenos se vean impotentes con sus enemigos, hasta hacer pensar a todos que están acabados, Dios está actuando. Visiblemente están solos, abandonados, pero ahí está la potencia de Dios sosteniéndolos, aunque esto solo se vea por la fe. 

 

El ejemplo de Cristo en la cruz es paradigmático: en el momento de mayor aflicción y abandono, ahí se siente la potencia de Dios al derrotar el pecado, el mal, la muerte. Es la manifestación de la potencia de Dios, pero en forma silenciosa, oculta, solo perceptible a la fe. Esta es la manera de actuar de Dios descrita por María en el Magnificat.

 

Al contrario, cuando Dios permite que los grandes y los fuertes se encumbren, Dios les retira su fuerza y creen que por ellos mismos lo han logrado y ahí está su ruina. El salmo 72 y el salmo 36  dan cuenta de este proceder de Dios.

 

Cuando no reconocemos este modo de actuar de Dios, entonces nos falta fe. 

 

6. Ha arrojado a los poderosos de sus tronos

 

Dios, con la misma fuerza que destruye los arrogantes de corazón que se vanaglorian en sus pensamientos,  con la misma fuerza abate a los poderosos y a los grandes que en su arrogancia hacen soporta daños, tortura y muerte a los pobres y humildes.

 

Dios no destruye a los poderosos de golpe y permite que las cosas sigan su curso normal por algún tiempo. Pero llega el momento en que Dios no tolera más este estado de cosas y entonces caen por sí mismas sin estrépito ni ruido y se ve que la fuerza estaba del lado de los pobres. Esto sólo se mira por la fe.

 

La historia nos enseña que Dios eleva un trono y abate a otro. Esto pasó con Babilonia, Roma, Persia, Grecia. Lo que Dios destruye es el orgullo de los poderosos que se sirven de su poder para aplastar a los pobres y humildes, no las normas y el derecho de los pueblos. El salmo 2 dice: “Los reyes de la tierra se levantan y los príncipes conspiran contra Dios y contra su ungido” (Salmo 2,2).

 

7. A modo de reflexión personal

 

¿Desde dónde leemos la Biblia? ¿Me siento mirado, mirada por Dios? ¿Me siento dichoso, dichosa? ¿Reconozco la obra de Dios en mí?

 

En nuestra misión como bautizados, bautizadas ¿Hacemos un trabajo integral, unimos contemplación y acción?

 

¿Somos conscientes de que Dios  mira nuestra pequeñez, abajamiento: pobreza, discriminación, violencia, física y moral, de género, institucional? Esto nos da libertad y seguridad en nuestro pensar y en nuestro actuar.

 

¿Sabemos esperar los tiempos de Dios en nuestro discernimiento de su acción en la historia? ¿Sabemos mirar su acción en la debilidad?

 

Ser testigos de las obras de Dios en el mundo “con ojos, mente y corazón de mujer”, como dicen ustedes.

 

_____________

 

 1. Juan Pablo II, Homilía pronunciada en la Basílica de Guadalupe el 27 de enero de 1979.

 

 2. BENDICTO XVI, Homilía del 31 de mayo de 2012.

 

 3. DUPONT, Jacques, El mensaje de las Bienaventuranzas. VERBO DIVINO. Estela (Navarra). 1978 Pág. 42.

 

 4. DUPONT, Jacques, Ibídem, Págs. 16-17.

 

 5. DUPONT, Jacques, ibídem, pág. 17.

 

 6. LUTERO, Martín, El Magnificat, Wittenberg, Lother 1521.

 

 7. LUTERO, Martín, Ibídem.

 

 8. La biblia latinoamericana traduce  por “condición humilde”. Otros diccionarios traducen :” la pequeñez de su sierva”, así: XABIER PIKAZA, Diccionario enciclopédico de la Biblia. Ediciones SAPIENTIA. México, 2013.

 

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