[Coordina: Cecilia Tovar | IBC]
Sesenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II, se puede decir sin retórica que el Concilio devolvió a la Iglesia los colores del Evangelio, después de siglos en los que la imagen eclesial corría el riesgo de aparecer en blanco y negro: verdadera, sí, pero plana, rígida, poco capaz de reflejar la variedad de la vida y los rostros humanos. El Concilio no cambió la fe, pero cambió la luz bajo la que la contemplamos. Y, al cambiar la luz, ha transformado la percepción de todo el panorama eclesial...
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