[Por: Rosa Ramos | Revista Entrecruces]
Nuestro continente tiene una profunda tradición cristiana, católica, que perdura sobre todo a nivel popular y en medios rurales, aunque en los ambientes citadinos avanza, inexorablemente, la secularización. Uruguay, es un país diferente, notablemente laico y poco religioso.
Si bien “nació católico” -al decir de los que intentan reivindicar esa raíz- teniendo una Iglesia débil, sin riquezas, y habiéndose poblado con olas de migrantes liberales y anarquistas, prontamente se desató una fuerte lucha por el poder entre el Estado y la Iglesia que acabó separándolos. Ya en el último cuarto del siglo XIX el Estado promovió y se hizo cargo de una “educación pública, laica, gratuita y obligatoria”, que además era de buen nivel. Había colegios confesionales animados por congregaciones religiosas, pero no teniendo subvenciones estatales se instalaron en las clases medias y altas. A mediados del siglo XX surgieron “colegios parroquiales” en los barrios más populares, pero sin duda la escuela pública ha tenido la mayor incidencia en la población en general.
No obstante, sostengo que mi país ha cultivado una profunda espiritualidad laica, más allá de la religión, que incluso ha permeado las vivencias espirituales de los que sí optaron por una fe confesional. Nuestra experiencia puede ser tenida en cuenta por otros países aún temerosos de que el proceso de secularización acabe con la espiritualidad, o no sepa cómo conservarla y cultivarla, cómo educarla en las generaciones nuevas.
Este aporte va en la línea de compartir -fundamentalmente a modo de testimonio- algo de nuestra espiritualidad uruguaya, también de cómo ha sido y es cultivada desde hace un siglo y medio, de lo cual muchos estamos orgullosos. No así los que tienen una idea más conservadora respecto a la espiritualidad y sólo la ven si tiene el sello católico y sacramental.
Descargue el artículo publicado en la Revista Entrecruces: https://www.escueladelafe.net/entrecruces-5
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.