23 de Abril de 2025
[Por: Eduardo de la Serna]
Me acaban de contar, fuentes seguras, de una gran cantidad de curas – jóvenes en su mayoría – que están contentos con el fallecimiento del papa Francisco. Y, debo decirlo, lamentablemente, no me extraña ni un poquito.
Veamos algo fundamental del interno de la Iglesia contemporánea. Juan XXIII y Pablo VI dieron entrada al Concilio Vaticano II con el que la Iglesia abandonó sus seguridades y la altura desde la que miraba (y condenaba) todo, y se presentó como hermana de todos en medio del mundo. Y esta Iglesia te atrevió a decir, con mucha razón, que era “experta en humanidad” (Pablo VI en la ONU) porque sentía como propios “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias… en especial de los pobres” (Vaticano II).
Pero nunca faltaron quienes vivieron este “encuentro” con el mundo como una “mundanización” de la Iglesia, y, a la muerte de Pablo VI, empezaron a “definir” los límites de interpretación y la “correcta” lectura que se debía hacer del Concilio. Y empezó con toda su fuerza el “invierno eclesial” que congeló todo encuentro con el mundo (pecador) durante todo el papado de Juan Pablo II (1978 – 2005) y el de Benito XVI (2005 – 2013), es decir 26 años y medio y casi 8 años respectivamente.
Valga esto para señalar que los más de 34 años de estos pontificados marcaron el modo de ser curas y obispos de un número muy importante de ministros ordenados. Un cura que se formó 6 o 7 años en un seminario y tiene, por decir algo, 35 años de cura (es decir, ¡mucho!) con – aproximadamente – 60 años de edad, casi no ha conocido otra Iglesia que la del invierno…
Y, entonces, que aparezca un papa que vuelve al Concilio Vaticano II (30 años cajoneado), que desde el primer día se muestra sencillo y no viene él a bendecir sino que primero pide ser bendecido él por el pueblo de Dios, y que ya “en tiempo de descuento” se muestra al mundo en toda su fragilidad, y sus últimas palabras son paz, cuidado de los presos, y resurrección y no teme en mostrarse sin sotana papal sino en camiseta y con un poncho… pues, tristemente, es comprensible que muchos curas y obispos elijan la seguridad que les brindaban (o creían que …) las murallas eclesiásticas, y la doctrina inamovible…
Alguna vez dije que lo que más me hace abrazar al papa Francisco era ver quiénes son sus enemigos. ¡Lo mantengo!
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