22 de Abril de 2025
[Por: Alirio Cáceres Aguierre]
“Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la madre tierra”
(Papa Francisco, II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares,
Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 9 de julio de 2015)
Desde 2009, la Organización de Naciones Unidas estableció, mediante Resolución 63/278, que el 22 de abril se celebre el “Día Internacional de la Madre Tierra”.
Sin embargo, hay que remontarse a la primavera de 1970, cuando el senador por Wisconsin, Gaylord Nelson, organizó en un contexto universitario una movilización nacional para educar sobre los problemas ambientales. Ese 22 de abril, más de 20 millones de estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, se unieron en una histórica jornada de activismo ambiental que incidió en la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA).
Veinte años después, en 1990, el Día de la Tierra se celebró a nivel internacional como preludio de la Cumbre de Río -1992, que la ONU organizó en Brasil y de la cual surgieron grandes acuerdos que hasta hoy están marcando los esfuerzos de la humanidad para enfrentar la pérdida de biodiversidad, el daño de la capa de ozono, la crisis climática, el desarme nuclear, la discriminación social y en general, la búsqueda de un desarrollo sustentable. Dicho concepto es estructural para comprender la política ambiental de la ONU, pues pretende que el ser humano “disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar..”, con “..la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”.
Este escenario secular, no confesional, constituye un reto para las comunidades creyentes y en forma especial para los cristianos de la Iglesia católica, apostólica, romana. En principio porque hay que precisar cuál es la relación entre lo civil y lo eclesial, el fuero de los gobiernos y de la misión de la Iglesia, el alcance del Reino de Dios en las concreciones históricas. Dicho de otro modo, ¿Qué significa en la actualidad la expresión “estar en el mundo sin ser del mundo” que el Evangelio de Juan sitúa en la oración sacerdotal de Jesús (Jn 17, 15-17)?
Hay una tendencia que opone mundo y Reino, desentendiéndose de la responsabilidad de los católicos en el cuidado de la creación. La misión eclesial de “salvar almas” se comprende de una manera metafísica, desconociendo las implicaciones de la encarnación del Hijo de Dios. En contraposición, el Concilio Vaticano II plantea una teología que concibe la Iglesia en diálogo con el mundo, a manera de fermento, y realza la responsabilidad humana de llevar la Creación a su plenitud en Cristo. En este contexto, los ámbitos de la ONU se asumen como nuevos aerópagos en los que los valores del Evangelio sazonan las decisiones para alcanzar el bien común y convocar a la humanidad al banquete de la hermandad.
Esto implica desarrollar la capacidad de comprender las lógicas de otras cosmovisiones y sentidos de fe que fundamentan las relaciones de los seres humanos con el entorno. Las motivaciones espirituales que el Papa Francisco expuso al final de la Exhortación Apostólica Laudate Deum (2023) sirven de referencia para dialogar con las posiciones no-teístas, poli-teístas y la gran variedad de mono-teísmos que conviven en esta biósfera que compartimos como humanidad con otros seres vivos. Tal diversidad está a la base de la pluralidad de ecoteologías, es decir las interpretaciones teológicas de la realidades ecológicas.
En este marco y enfocando el ámbito de las diferentes denominaciones cristianas, existe una gran polémica por el uso de la expresión “madre tierra”. El Sínodo de la Panamazonía es un claro ejemplo del choque epistemológico, la conmoción teológica y el debate eclesial respecto a la “Pacha Mama”. En este sentido, es importante recordar que Naciones Unidas incorporó el término con influencia de las cosmovisiones aymara y quechua por solicitud del gobierno de Bolivia: “reconociendo que Madre Tierra es una expresión común para el planeta Tierra en varios países y regiones, lo que refleja la interdependencia que existe entre los seres humanos, otras especies vivas y el planeta que todos habitamos”
Sin embargo, desde la mirada de la fe cristiana, la Madre Tierra no es una diosa, es una creación de Dios. En el capítulo 13 del libro de la Sabiduría está explícito que no adoramos astros ni ídolos fabricados por manos humanas. Adoramos al Dios Creador de los astros y nos rendimos ante el Dios que nos creó a su imagen y semejanza, y nos puso la tarea de usar la inteligencia sabiamente para darle Gloria en la vida plena de todo lo creado.
El Año Jubilar de la Esperanza (24 dic 2024 a 6 enero de 2026) coincide con los 800 años del Cántico de las creaturas que San Francisco de Asís entonó al final de sus días. El Jubileo en sí mismo tiene un carácter ecológico integral pues anuncia el descanso de la tierra, el perdón de las deudas, la liberación de los esclavos. No sólo en la tradición del pueblo de Israel (Lev 25, 1-54; Dt 15, 1 -23) sino en la proclamación del Reino en boca del Mesías (Lc 4, 16-21).
Por su parte, hace ocho siglos, en 1225, Giovanni Bernardone, conocido como Francisco de Asís, Santo Patrono de la Paz y de quienes cultivamos la ecología, cantó en umbro, dialecto de la región de Umbría, en la Italia de la edad media “Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce distintos frutos con coloridas flores y hierbas”. Literalmente Laudato si', mi' Signore, per sora nostra matre Terra, la quale ne sustenta et governa, et produce diversi fructi con coloriti flori et herba.
De ahí que no deberían ser motivo de rechazo las expresiones “Pacha Mama”, “Nana”, “Tlali Nantli”, “Niwi Umuke”, “Hycha Guaia”, “Ixmucané”, “Ak Na' que se refieren a la tierra como madre y le dan un sentido sagrado desde sus respectivas cosmovisiones, siempre y cuando, se mantenga la fidelidad a la Doctrina Social de la Iglesia, la referencia a la Santísima Trinidad como creadora de todo lo visible e invisible, y la sabia apertura a la libre acción del Espíritu Santo, las semillas del Verbo y al Padre Dios que a todos nos convoca, revelándose en el libro de la Creación, la historia humana y la diversidad de manifestaciones que en Cristo Jesús, en su forma de amar, nos conduce hacia los “cielos nuevos y tierra nueva en los que habita la justicia” (2 Pe 3, 13).
El Magisterio del Papa Francisco dejó múltiples alusiones al compromiso de los discípulos misioneros del Evangelio como custodios de la Creación. En 2022, escribió en redes sociales "el cuidado de la Tierra es una obligación moral para todos los hombres y mujeres en cuanto hijos de Dios”.
Además de la encíclica Laudato Si´ y las exhortaciones Laudate Deum y Querida Amazonia, hay un libro titulado Nuestra Madre Tierra. Una lectura cristiana del desafío del medio ambiente (2019, Librería Editorial Vaticana) en el que Francisco explica la visión cristiana de la ecología: «Y así como en la Eucaristía el pan y el vino se convierten en Cristo porque están bañados en el Espíritu – el amor personal del Padre –, la creación se convierte en la palabra personal de Dios cuando se usa con amor»,
En 2016, resaltó la profunda conexión de la misericordia con el cuidado de la casa común:
“En este Año Jubilar, aprendamos a buscar la misericordia de Dios por los pecados cometidos contra la creación, que hasta ahora no hemos sabido reconocer ni confesar; y comprometámonos a realizar pasos concretos en el camino de la conversión ecológica, que pide una clara toma de conciencia de nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con el prójimo, con la creación y con el creador” (https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/cura-creato/documents/papa-francesco_20160901_messaggio-giornata-cura-creato.html)
Con estos argumentos de fe, no deberíamos tener temores de unirnos a la celebración del Día Internacional de la Madre Tierra desde nuestra identidad cristiana, con creatividad pastoral, siendo instrumentos de paz mediante el diálogo social que tiende puentes de hermandad con creyentes y no creyentes para convertir esta casa común en un hogar común.
La oportunidad de certificarse como Animador(a) Laudato Si´ con el respaldo del CELAM (https://laudatosianimators.org/es/) y/o inscribir un plan en la Plataforma de Acción Laudato Si´ (https://www.facebook.com/lsap.esp/), son dos pequeños ejemplos de iniciativas concretas para mostrar la coherencia de la fe en obras (St 2,18). La crisis socio ambiental del planeta es un kairós para actualizar los fundamentos catequéticos de nuestra vocación y misión como custodios de la creación, y una gran oportunidad de “samaritanear” el Evangelio hasta los confines de la tierra (Hch 1,8).
En el video cuyo enlace aparece a continuación, hay algunas sugerencias para ser instrumentos de paz siguiendo las indicaciones del Maestro: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15)
https://youtu.be/rcAok7CUNNU?si=sgL00W4HUjGSyG2Y (Reflexión ecoteológica - Día Internacional de la Madre Tierra)
Al Papa Francisco gratitud eterna por dejarse conducir por el Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra y nuestros corazones. Su sepulcro, en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus, nos recordará la humildad de quien se reconoce humus. Al fin y al cabo, “somos tierra” (LS 2). El Creador ha proclamado “polvo eres y en polvo te convertirás” (Gen 3, 19). Los científicos Shapley y Sagan, dirán que somos polvo de estrellas, pero el poeta Quevedo explicará que se trata de “polvo enamorado”.
Alirio Cáceres Aguirre
Diácono Permanente, Arquidiócesis de Bogotá (Colombia)
Ingeniero Químico, Especialista en Educación, Magister en Teología
Ecoteólogo y Gestor Ambiental Territorial e Institucional
Consultor de Proyectos Ambientales, Pedagógicos y Pastorales
Correo-e: oikos19@gmail.com Teléfono: +57 3176362463
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