[Por: Eduardo de la Serna]
Recuerdo en los últimos meses del seminario, mientras preparábamos un extenso examen complementario de toda la carrera de teología, como un descanso, muchos de nosotros nos encontrábamos a la noche frente al televisor para ver a “Elliot Ness y los intocables”. Reíamos a carcajadas con los buenos buenísimos y los malos malísimos (tanto que, al día siguiente, en cartelera aparecían “frases célebres” en la que el malísimo le decía a una mujer, “¡cállate! ¡Tu único deber es ser bella y agradarme!” o, después de una persecución, con el malo detenido, el buenísimo le decía “¡hazme un favor! … ¡corre!” incapaz él de matarlo en obediencia a la ley)…
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