La fuerza de los recuerdos

15 de Marzo de 2025

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Cuando el martirio de Mons. Romero, Pedro Casaldáliga expresó con valentía cristiana: “Estamos de nuevo en pie de testimonio”. Sin duda se refería a los mártires de inicios del Cristianismo en las persecuciones en Roma y de otros lugares.

 

A raíz del asesinato en la diócesis de San Cristóbal de Las Casas del P. Marcelo Pérez, amigo y compañero de trabajo en el Equipo tsotsil durante muchos años, me vino a la mente esa frase del Pedro Casaldáliga y escribí este cuento.

 

-Cuento-

 

“Me sentía cansado, pero quería llegar. Ya llevamos tres horas caminando y nos falta una hora todavía. Llegaremos al atardecer”. –Así habló Jacinto López, un hombre de unos cincuenta años, moreno, bajito. Vestía un pantalón de mezclilla, camisa de cuadros, unos tenis negros y una gorra vasca para protegerse del sol-.

 

“Lo que pasa es que caminamos despacio –comentó Camilo Buenrostro, un hombre alto, moreno, espigado y de nariz aguileña- y entre cantos y plática se nos escurre el tiempo. Y como somos más de tres mil personas en esta marcha, pues la verdad es que avanzamos poco”.

 

“El camino para construir la paz siempre es largo” –pensó para sí mismo Jacinto, quien marchaba al frente de la caravana aquella-.

 

Se trataba de una marcha por la paz, habían salido de Huixtán y se dirigían a Ocosingo. Allá realizarían un Foro sobre ecología.

 

A eso de las seis y media de la tarde ya iban entrando por las calles de Ocosingo y se dirigieron a la plaza principal, enfrente de la Presidencia Municipal.

 

“Pues ya llegamos –dijo Jacinto- Ahora a descansar”. Camilo por su parte ya estaba tendiendo sobre el suelo un plástico y su cobija. Lo mismo hicieron los miles de personas que conformaban aquella marcha.

 

“Yo sé –pensó Jacinto- que la unidad del pueblo es más fuerte que los intereses de quienes quieren acaparar las tierras y el agua. Y aquí en la selva había grandes latifundios y eso todavía está en la memoria de algunos caciques, Presidentes Municipales y dueños de las minas que quieren volver a la situación de antes”.

 

“Oye Jacinto –preguntó Camilo- ¿Te acuerdas de aquella vez que nos unimos varios Municipios, Estados, Iglesias de diversas denominaciones cristianas, sacerdotes, varias organizaciones y logramos parar la tala de los bosques allá por Tapijulapa?”.

 

“Los recuerdos se pegan al alma como una pisada sobre la arena del mar –dijo pensativo Jacinto. Una vez que  los tienes, ya nunca se caen del corazón. Los recuerdos son como esas gotas de agua que caen del techo de las cuevas profundas. A fuerza de tanto caer, se van amontonando y van formando estalagmitas de cristal muy duro, ya no se rompen”.

 

“Los recuerdos ya no se rompen…”. Esta frase quedó golpeando las sienes de Jacinto por largas horas.

 

Aquella noche Jacinto tuvo un sueño. “Algo podría pasar, algo podría acontecer. ¿Será que nos van a amenazar? ¿Será que nos van a golpear por andar metidos en esto? Pero es mucho el sufrimiento del pueblo a causa de la violencia y estamos buscando la paz. Lo que exigimos es respetar la vida del pueblo, y la vida del pueblo es una cosa buena.

 

Luego, y así de repente, apareció una nube negra y el camino por el que iba Jacinto como que se cortaba, como que era otro camino, ya no era el mismo…”

Con estos pensamientos vio Jacinto los primeros rayos del sol. “¿Pero el sueño tiene recuerdos?” –se preguntó Jacinto- Y en eso se le vino espontáneo el recuerdo de Simojovel.

 

Camilo había ido a traer agua. “¿Quieres un poco? -preguntó a Jacinto-

“Está bien” –contesto él-.

 

“Fíjate tú, Camilo, en Simojovel la cosa estaba muy descompuesta –le dijo Jacinto-. Había demasiadas cantinas, venta y trasiego de droga, prostitución, imposición política de una o dos familias que mandaban en el pueblo, descomposición social -.

 

Un Principal –de nombre Arcadio-propuso que, fieles a nuestras costumbres indígenas, hiciéramos tres oraciones en la madrugada para pedir por la paz y la seguridad de su comunidad. Haríamos una oración cada semana”.

 

A los ocho días ya estaban ahí en el templo parroquial creyentes de todas las comunidades. Darían inicio a las tres de la mañana. Entre el perfume del incienso, los cantos y melodías de los coros, las luces de cientos de candelas, subía la voz del Principal quien, junto con las de cientos de hombres, mujeres y niños, elevaba su oración a Dios,

 

Aquella oración, hecha todos de rodillas se prolongó cerca de una hora. Después siguieron tres bailes rituales y al final compartieron un café. Así lo hicieron por tres veces consecutivas.

 

“Me parece –dijo Jacinto- que tenemos que decir claro que no queremos tanta cantina en nuestro pueblo, tanta prostitución y alcoholismo, tanta venta de droga. Eso envenena a nuestros niños, a nuestra juventud. Tenemos que hacer algo”.

 

“Alto a la corrupción”. “No al alcoholismo, no a la venta y consumo de drogas”. “Alto a la prostitución en nuestro pueblo” –Así rezaban las mantas y pancartas de aquella gran marcha-peregrinación que recorrió las principales calles del pueblo-. Eran cerca de mil personas. Y al mes ya iban en otra marcha integrada por más de dos mil personas y con las mismas exigencias. Y así siguieron hasta que lograron cerrar un buen número de cantinas y centros de prostitución.

 

“Me acuerdo muy bien como si fuera hoy –dijo Jacinto- Ahí logramos mucho”.

El Foro sobre ecología en Ocosingo transcurrió con normalidad. Participaron diferentes oradores, hombres y mujeres. Todos exigían una ecología integral: respeto a los bosques, al agua, a los animales y a las plantas. Hacían ver que el desequilibrio que se nota en la tierra tenía sus raíces en el corazón humano que está dividido, roto. Que había que empezar por arreglar el corazón con mística, con espiritualidad, y luego así poco a poco ir tejiendo las relaciones rotas con el prójimo, con la madre tierra, con el agua y con Dios.

 

A las cinco de la mañana aquella inmensa columna de hombres, mujeres, niños y jóvenes ya iba serpenteando por la carretera. Ahora iban para Oxchuc y Cancuc.

 

En Oxhuc el tema fue sobre la mujer. Ahí Jacinto invitó a aquella multitud a cantar:

 

“No tenemos miedo, no tenemos miedo,

no tendremos miedo nunca más.

Quiero que mi país sea feliz

Con amor y libertad.

Sólo con justicia, solo con justicia

Nos haremos dueños de la paz.

Quiero que mi país sea feliz

Con amor y libertad”.

 

Y en la noche siguiente, de nuevo tuvo el mismo sueño. “Aparecía aquella nube negra, cargada, ahora más amenazante. Jacinto subía y bajaba por la montaña aquella, y de pronto, así nomás, desapareció el camino. Ya era otro camino muy diferente”. Esto le causaba temor, al grado que luego se le iba el sueño por las noches. Así pasó varias noches y Jacinto no encontraba explicación.

 

Al día siguiente partieron para Cancuc y el tema fue justamente la paz. La paz tan ausente de las comunidades, tan ausente de Chiapas. Y así pasó el tiempo, de marcha en marcha por la paz en medio de tanto conflicto en las comunidades.

Varios meses después Camilo se encontró con Jacinto: “¿Y ahora adónde vas, Jacinto? -le preguntó Camilo- “Vamos a otra marcha por la paz” -le contestó Jacinto-.

 

“Éste no es el camino por el que venía. Aquel era más ancho y no tenía tanta curva” –eso dijo en sueños Jacinto- Y se acordó de la frase aquella: ‘Los recuerdos nunca se rompen’. Entonces hizo girar la rueda de los recuerdos hacia atrás. Las veces que visitó Tuxtla Gutiérrez, las marchas en Simojovel, las mediaciones por la paz en Chicomuselo, Ch’enalho’, Acteal, Amatán, El Amate, Pantelho’…giraron rostros y rostros, pensamientos, sentimientos y más recuerdos.

 

-¿Será que me van a matar?- se preguntó a sí mismo. “Oye Jacinto –le preguntó Camilo una noche cargada de cansancio y problemas- ¿Y no tienes miedo que te maten?

 

“Mira Camilo –contestó Jacinto- desde que estuve en Acteal y vi el sufrimiento de papás, mamás, hermanas, esposas de los 45 mártires del 22 de diciembre de 1997, desde entonces se me acabó el miedo. Me dije: ‘¡Cómo!  ¿Unas ovejas valientes que enfrentaron la muerte por buscar justicia y paz para las comunidades y un pastor cobarde? Esto no puede ser. Desde ese entonces se me quitó el miedo. Ahí entendí que la paz de mi pueblo es más importante que mi vida”.

 

“Ah, que caray! –musitó triste Camilo-.

 

Jacinto volvió a su propio soliloquio…De pronto, una explosión. Se le nublaron los ojos y sintió correr su sangre calentita por su cara, por su pecho. La rueda de los recuerdos se paró, ya no recordaba nada.

 

Jacinto fue asesinado por un sicario el 20 de octubre de 2024  a las 7:50 de la mañana al salir de celebrar la Misa de 7 en Cuxtitali. Se dirigía al templo parroquial del Santuario de Guadalupe en San Cristóbal de Las Casas a celebrar la Misa de 8.

 

Por poquito se le cumple su deseo de morir como Mons. Romero al estar celebrando la Misa.

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