Fraternidad y ecología integral

15 de Febrero de 2025

[Por: Francisco Aquino Júnior | Portal das CEBs]




Cada año, la Iglesia en Brasil promueve una Campaña de Fraternidad – CF durante la Cuaresma. Así como estamos llamados a una conversión personal (conversión del corazón), también estamos llamados a una conversión social (transformación de la sociedad). La CF llama la atención sobre la dimensión social del pecado que se encarna en la ruptura de la fraternidad, en las injusticias sociales y en la destrucción de nuestra casa común. Y la conciencia del pecado social nos invita a una conversión social que se concreta en relaciones de fraternidad y cuidado entre las personas, en la defensa de la dignidad y de los derechos de los pobres y marginados y en el cuidado de la casa común. 

 

Este año la CF tiene como tema “Fraternidad y Ecología Integral” y como lema “Dios vio que todo era muy bueno” (Gn 1,31). Es una invitación a reflexionar sobre los síntomas y causas de la crisis socioambiental (ver/escuchar), a contemplar la obra creadora de Dios y meditar sobre la misión confiada a los seres humanos (iluminar/discernir) y a buscar alternativas para superar la crisis socioambiental y cuidar nuestra casa común (actuar/proponer).

 

No hace falta mucho esfuerzo para reconocer que estamos viviendo una profunda crisis socioambiental con consecuencias trágicas para gran parte de la humanidad. Los síntomas están ahí, junto a nosotros: sequías, inundaciones, tormentas, deslizamientos de tierra, huracanes, calor, incendios, pesticidas, enfermedades, pandemias, etc. La pandemia de Covid-19 y la tragedia ocurrida en Rio Grande do Sul en 2024 todavía están muy vivas en nuestra memoria y en nuestra carne. Pero reconocer los síntomas no es suficiente. Debemos preguntarnos sobre las causas de la crisis. Y en gran medida es resultado de la acción humana. Esto convierte la crisis ecológica en una crisis socioambiental. El Papa Francisco ha insistido mucho en las “raíces humanas de la crisis ecológica”. El planeta no puede soportar ni seguir el ritmo de la explotación de la naturaleza y el consumismo desenfrenado de las élites. Como bien destaca el Texto Fundamental de la Constitución Federal, “el modelo de desarrollo capitalista, basado en la explotación de los recursos naturales, la quema de combustibles fósiles, como los derivados del petróleo, la expansión desenfrenada del consumo y la relación mercantilista con la naturaleza, ha contribuido a una serie de problemas ambientales, como la degradación del suelo, la deforestación, el extractivismo depredador, la contaminación, la escasez de agua, el compromiso de la biodiversidad con la extinción de algunas especies y el cambio climático”.

 

La fe cristiana nos hace ver aún más lejos. La ruptura de la fraternidad, las injusticias y desigualdades sociales y la destrucción de la naturaleza son, en última instancia, un atentado a la obra creadora de Dios y a su plan sobre la humanidad. Lo que está en juego es la creación de Dios y la misión que Él confió a los seres humanos de cuidar la creación. Como recuerda Francisco, «decir creación es más que decir naturaleza, porque se trata de un designio de amor de Dios, en el que cada criatura tiene un valor y un significado» (LS 76). Los relatos de la creación presentan a todos los seres como obra de Dios y en armonía unos con otros y presentan a los seres humanos como parte de la creación y con la misión de “cultivar y custodiar” el jardín de la creación. Y la expresión ecología integral llama la atención tanto sobre el valor de cada ser y la relación entre ellos, como sobre el “valor peculiar” del ser humano que implica una “tremenda responsabilidad” hacia la casa común. Los bienes de la creación no pueden reducirse a meros “recursos” para ser explotados por la codicia humana. Tampoco se puede pensar en el ser humano como algo separado de la creación ni como el dueño absoluto de la creación. La ruptura de la fraternidad de los seres humanos con la naturaleza es un atentado a la creación de Dios. En palabras del Patriarca Bartolomé: “un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” (LS 8).

 

Y la conciencia del pecado socioambiental (destrucción de la creación) es una llamada a la conversión ecológica (cuidado de la creación). Nos lleva a asumir la misión que Dios nos ha confiado de “cultivar y custodiar” el jardín de la creación (Gn 2,15). Esto implica un cambio de mentalidad : la naturaleza no es un mero “recurso” del que apropiarse; El ser humano es parte de la naturaleza; la destrucción de la naturaleza es la destrucción del ser humano mismo y un pecado contra Dios; Muchos proyectos de desarrollo producen más daño que bien para la sociedad, etc. Pero también implica una actitud personal y social : 1) superar el consumismo, no desperdiciar el agua, cuidar los residuos, etc.; 2) apoyar la agricultura familiar campesina y su lucha contra los pesticidas, la deforestación y la destrucción de la biodiversidad; 3) posicionarse contra los proyectos políticos que destruyen nuestra casa común, como las fumigaciones aéreas, la minería, la destrucción de las leyes de protección del medio ambiente para favorecer los intereses del capital, etc.; 4) Defender y apoyar a las comunidades y movimientos que luchan por la preservación del medio ambiente y la justicia social; 5) escuchar y conmovernos por el “grito de los pobres y de la tierra”, a través del cual Dios nos llama a la conversión social y política.

 

Publicado en: https://portaldascebs.org.br/fraternidade-e-ecologia-integral/

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