23 de Diciembre de 2024
[Por: Juan José Tamayo]
Los “evangelios de la infancia” son un género literario peculiar dentro de los evangelios de Mateo y Lucas, que presentan el nacimiento de Jesús a través de una serie de símbolos, imágenes y figuras, que no son narraciones históricas propiamente dichas, sin bien ofrecen algunos datos fiables. En ellos se describe la situación de Palestina sometida al Imperio romano y gobernada por dictadores a su servicio. Aparecen fenómenos especialmente significativos que rodean el nacimiento de Jesús: una familia “sin abolengo ni pedigrí de clase” (así la define el biblista Jesús Peláez), que tiene que refugiarse en un establo donde da a luz su madre María, la persecución y el infanticidio de Herodes, la emigración en condiciones de total desprotección, la encarnación de Dios no en una persona perteneciente a la realeza, sino en un niño nacido en una familia empobrecida, el anuncio del mensaje de paz comunicado a los pastores en medio de la violencia colonial impuesta por la “pax romana” en los territorios ocupados, el revolucionario cántico del Magnificat de María, que invierte los valores: Dios derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza los humildes.
La situación tiene similitudes con la actualidad: imperialismos, colonialismos, guerras que afectan a 56 países y en las que están implicados 92, violencia contra los niños, las niñas y las mujeres hasta el feminicidio y el infanticidio, brechas de la desigualdad cada vez más profundas, desahucios, personas inmigrantes, refugiadas y desplazadas a quienes se les niegan la ciudadanía y los derechos fundamentales, familias con todos los miembros en paro, genocidio del pueblo de Gaza por el ejército israelí comandado por Netanyahu, nuevo Herodes, con más de 45.000 gazatíes asesinados.
La celebración de la Navidad es hoy ajena a las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús y mira cínicamente para otro lado. Nada que ver con la situación de pobreza y marginación que rodea al alumbramiento de María. Todo lo contrario, se fomenta el dispendio, la desmesura, los excesos, el consumismo. No hay conciencia de que las mayorías populares viven una situación de empobrecimiento causado por la injusticia estructural mientras se dispara el gasto. Lejos de dar respuesta solidaria a los verdaderos y más graves de problemas que vive la humanidad, los encubre. Lejos de fomentar una conciencia crítica y transformadora en los cristianos y cristianas ante las situaciones de injusticia, tiende a generar una conciencia alienante. Lejos de fomentar la solidaridad y la compasión, adormece las conciencias y es insensible a los sufrimientos de las víctimas.
Diría más, la Navidad se ha convertido en opio del pueblo y perversión de lo sagrado. En un emblemático artículo de 1921 Walter Benjamin hablaba del cristianismo convertido en capitalismo y de este como religión de culto sin dogmas. Hoy podemos decir que la Navidad ha derivado en mercantilismo y neoliberalismo.
¿Es recuperable el sentido de la primera Navidad cristiana? Creo que sí. Tres son, a mi juicio, los aspectos a recuperar, más allá de su vertiente consumista y asistencial, en la perspectiva de un cristianismo liberador como alternativa a la actual Navidad. El primero es la humanización de Dios en la persona de Jesús de Nazaret, el “Dios humanísimo” del que habla el teólogo Edward Schillebeckx, cuyos principales atributos no son la omnipotencia y la trascendencia que no hace pie en la historia, sino la compasión con las víctimas hasta identificarse con sus sufrimientos y la encarnación en los bajos fondos de la sociedad.
El segundo es la ubicación de Jesús no en la esfera divina, sino en los márgenes de la sociedad y en el reverso de la historia. Él no posee sangre real, ni tiene madera de héroe, ni pertenece a la casta sacerdotal. Es, como afirma John P. Meier, uno de los principales especialistas en las investigaciones sobre el Jesús histórico, “un judío marginal”: así nació, así vivió y así murió. La celebración de su nacimiento es, por tanto, la memoria “subversiva” de las víctimas y de los perdedores de la historia, no la conmemoración de los éxitos de un mega-estrella o de las conquistas de un triunfador.
En tercer lugar, en la Navidad hay un despliegue de la fantasía, de la imaginación y del sentido lúdico-festivo, que constituye el contrapunto de un cristianismo que se regodea en la culpa y el dolor al que busca sentido redentor.
Conforme a esta lógica creo que ¡otra Navidad es posible y necesaria!
Juan José Tamayo es teólogo y autor de La compasión en un mundo injusto (Fragmenta, 2023, 2ª ed.) y de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2024, 2ª ed.).
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