15 de Diciembre de 2024
[Por: Leonardo Boff]
Hay muchos que están hartos de bienes materiales y del consumismo de nuestra cultura. Como contrapunto a esta situación estamos captando la aparición del mundo espiritual, de la espiritualidad natural, y verificamos su urgente actualidad frente a las numerosas crisis que asolan a toda la humanidad.
En momentos así de críticos, el ser humano se sumerge en su Profundo y se hace preguntas básicas: ¿Qué estamos haciendo en este mundo? ¿Cuál es nuestro sitio en el conjunto de los seres? ¿Cómo actuar para garantizar un futuro que sea esperanzador para todos y para nuestra Casa Común?
Esa preocupación por el mundo espiritual no es monopolio de las religiones. Se da también en el ámbito de las búsquedas humanas tanto de los jóvenes como de los intelectuales, de famosos científicos y –para sorpresa nuestra– de grandes empresarios que se mostraron interesados en el tema y me han invitidado a hablar especialmente para banqueros suizos.
Que ellos muestren interés sobre el mundo espiritual, es decir, por la espiritualidad, atestigua las dimensiones de la crisis que nos afecta. Significa que los bienes materiales que ellos producen, las lógicas productivistas y competitivas que practican, el universo de valores comerciales (todo se vuelve mercancía y tiene su precio) que inspira sus prácticas no explican los interrogantes serios de la vida humana. Hay un vacío profundo, un agujero inmenso dentro de su ser. Estoy convencido de que el mundo espiritual, o la espiritualidad natural, inherente a nuestra naturaleza, tiene la capacidad de llenarlo.
Sin embargo, es importante ser críticos, porque hay verdaderas empresas que manejan los discursos de la espiritualidad de tal manera que a veces hablan más a los bolsillos que a los corazones. Hay líderes religiosos que son expresión del mercado con su predicación del evangelio de la prosperidad material y, recientemente, del dominio. Conquistan a muchos fieles de buena fe para sus intereses monetarios como pastores.
Generalmente, los portadores permanentes del mundo espiritual son personas corrientes que viven la vida con rectitud, sentido de solidaridad y cultivan el espacio de lo Sagrado, ya sea en sus religiones e iglesias, ya sea en el modo como piensan, actúan, interpretan la vida y cuidan del medio ambiente.
Lo que importa es reconocer que mundialmente hay una demanda de valores no materiales, porque los materiales se muestran insuficientes para apaciguar el ansia del ser humano por algo mayor y mejor. En todas partes encontramos gente, especialmente jóvenes, indignados con el destino previamente definido en términos de economía, cuando se dice que “no hay alternativa” (TINA=There is no Alternative). Ellos se niegan a aceptar los caminos que los poderosos definen para que los siga la humanidad. Esos jóvenes dicen: “No permitiremos que nos roben el futuro. Merecemos un destino mejor, necesitamos beber de otras fuentes para encontrar un nuevo camino”.
Por eso resulta importante introducir desde el inicio una distinción –sin separar, pero distinguiendo– entre el mundo religioso y el mundo espiritual, entre la espiritualidad natural y la religión. De hecho, el Dalai Lama lo ha hecho brillantemente en su libro El arte de vivir en el Nuevo Milenio (2002). Me permito citar una parte del libro de cuya comprensión participo y hago mía.
“Juzgo que la religión (mundo religioso) está relacionada con la creencia en el derecho a la salvación predicada por cualquier tradición de fe, creencia que tiene como uno de sus aspectos principales la aceptación de alguna forma de realidad metafísica o sobrenatural, incluyendo posiblemente una idea de paraíso o nirvana. Asociadas a esto hay enseñanzas o dogmas religiosos, rituales, oraciones, etc”.
“Considero que la espiritualidad (mundo espiritual) está relacionada con aquellas cualidades del espíritu humano –tales como amor y compasión, paciencia y tolerancia, capacidad de perdonar, contento, noción de responsabilidad, noción de armonía– que traen felicidad tanto a la propia persona como a los demás”.
“Ritual y oración, junto con las cuestiones del nirvana y de la salvación, están directamente vinculados con la fe religiosa, pero estas cualidades interiores no tienen por qué ser intrínsecas a ella. No existe ninguna razón por la cual un individuo no pueda desarrollarlas, incluso en alto grado, sin recurrir a un sistema religioso o metafísico” (p.32-33).
Como se deduce, alguien puede ser religioso sin ser necesariamente espiritual. Así como puede ser espiritual sin ser religioso. Lo ideal sería ser religioso y simultáneamente espiritual. Pero no necesariamente.
Hay toda una investigación hecha, especialmente en USA, que incluye a psicólogos, educadores y a la new science, que ha profundizado la espiritualidad natural, es decir, la espiritualidad como un rasgo objetivo de la naturaleza humana. Se hizo famoso el “Manual de Psicología y de Espiritualidad” del Prof. Miller en el cual reúne los principales estudios sobre la psicología y la espiritualidad natural. Ahí se enfatiza que, independientemente de la religión, “cada niño nace con una capacidad innata para el desarrollo espiritual, capacidad que debe ser entendida como una dimensión natural, de la integralidad del ser humano; ella garantiza un soporte importante y vital para la resiliencia, prevé de significado y propósito para el desarrollo de la cognición emocional, social y moral de la persona; esa capacidad innata puede madurar tanto dentro como fuera de la religión institucional”. En base a estos estudios, Steven Rockefeller, filósofo y uno de los principales redactores de la Carta de la Tierra, propone una “democracia espiritual”, por tanto un rasgo originario que debería estar presente en la democracia, desde la más tierna infancia y en el currículum escolar (Spiritual Democracy,N.Y. 2022).
Vivir la espiritualidad natural, característica de nuestra naturaleza humana, con los valores antes mencionados, que son también los mismos del Jesús histórico, podrá indicar caminos que nos orienten hacia una salida exitosa de las muchas crisis de los tiempos actuales. Lo invisible forma parte de lo visible.
*Leonardo Boff ha escrito Saudade de Dios, Vozes 2020; con frei Betto, Mística y espiritualidad, Trotta.
Traducción de María José Gavito Milano.
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