[Por: Marcela Villalobos Cid | Cristianisme i Justicia]

Hace dos años, durante un encuentro sobre migraciones y fronteras realizado en Bruselas, conocí a Jalila, una mujer de origen magrebí que, junto con otras mujeres, formaba parte de un colectivo de madres buscadoras de personas desaparecidas en el Mediterráneo. Jalila compartió cómo había perdido a dos de sus hijos que habían intentado atravesar el cementerio más grande a cielo abierto de Europa, en la búsqueda de un futuro mejor. Su testimonio, como el de tantas otras mujeres, me removió las entrañas, porque era un recordatorio de cómo la muerte es una realidad que nos acecha y que nos afecta a todos y a todas, estemos donde estemos…

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