27 de Octubre de 2024
[Diego Irarrazaval | Bendita Mezcla, AMERINDIA - Asociación EATWOT de teólogos/as del Tercer Mundo]
Al agradecer y conmemorar el modo como el maestro y amigo Gustavo Gutiérrez (1928-2024) ha reflexionado culturas y espiritualidades de pueblos latinoamericanos, sobresalen unas inquietudes teologales que ojalá sean encaradas de acuerdo a signos de los tiempos actuales. Son décadas de acciones y reflexiones de liberación. Doy breves aportes en grandes temáticas, y recalco vetas teologales en el muy complejo acontecer popular.
1. Interrogantes y clamores que brotan de lo profundo
En el contexto latinoamericano (y mundial) ¿cómo anunciar el amor divino y la Resurrección “alli donde reina la muerte, en particular la de niños, mujeres, pobres e indígenas, la de insignificantes de nuestra sociedad?”; y “¿cómo agradecer a Dios por el don de la vida desde una realidad sellada por la muerte prematura e injusta?”[1]. Estos clamores son acogidos por Gustavo Gutierrez en sus escritos y en conmovedoras homilías[2]. También han alimentado conversatorios en instancias continentales[3]. En las catastróficas pandemias sanitarias y económicas, de nuevo afloran crisis en imaginarios de fe, y exigentes demandas para encarar yo-ismos y heridas socio-culturales. Nos estremecen silencios de Dios e interrogantes sobre la encarnación.
Las principales convocatorias, en la práctica del Galileo, se refieren al Reino y al Padre. En el ministerio de Jesús abundan metáforas: sembrador, semilla, cizaña, levadura, y preguntas “¿a qué compararé el reino de Dios?”. Con respecto a la oración, lo primordial es invocar al Padre. En la crisis pascual, es sobrecogedor el “¿Abba, por qué me has abandonado?” (Mt 27,46; Mc 15,34). También sorprende hoy el “te alabo Padre… has ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has revelado a pequeños” (Mt 11,25; Lc 10,21). A fin de cuentas, personas “insignificantes” son portadoras del más hondo conocimiento y adhesión al Señor. Así, la reiterada y exigente opción por el pobre constituye la gama de itinerarios teologales en las Américas.
Durante décadas han sido sopesadas cuestiones que a veces son consideradas identitarias, aunque sobrepasan niveles subjetivos y de hecho enuncian alternativas sin apellidos. Recuerdo en los años 80 la expresión sentir a Dios de otro modo (debido a mujeres teólogas), y a partir de los 90 varias instancias indígenas replanteando creencias, espacios afros con la negritud de Dios, y sobre todo portavoces juveniles con imprecisas actitudes de creer sin encasillarse. Se trata de trayectorias difíciles de interpretar. Tal vez en estos inicios del siglo 21 están reconfigurando rituales y convicciones que sean relevantes hacia adelante. Ni son lo de antes, ni son instantes hedonistas, ni encasillan el porvenir. Se dice que nos caracteriza un ´estar-siendo´. Podría ser un constante preguntar qué nos conviene al transitar por un cambio de época y al discernir heterogéneas ofertas de felicidad.
En ámbitos andinos es exaltada la relacionalidad, mediante Suma Qamaña, Sumak Kawsay, que permitiría soportar y sobrepasar la abrumadora e incesante violencia. Ahora bien, un sistemático preguntar no tiene resultados espectaculares e inmediatos; más bien suele romper murallas y abrir el paso a lo que está germinando de muchas formas.
2. Desentrañar lo religioso y lo espiritual.
Al acompañar modos como piensa la población creyente van emergiendo cuestiones básicas. Hace unos años he recorrido páginas de Gustavo que se refieren de manera especial a lo que se acostumbra llamar religiosidad popular (que incluye más que lo religioso)[4]. Anoto aquí sólo pocas líneas en su extensa, rigurosa y cordial reflexión.
En 1977 ha escrito: “entre los valores de este pueblo está la religión popular. Incomprensible y despreciada por la mentalidad ilustrada y burguesa, sus representantes no se niegan sin embargo en manipularla para defender sus privilegios. No se puede ignorar la presencia de elementos de la ideología dominante… (pero) las experiencias religiosas del pueblo están también cargadas de valores de protesta, resistencia y liberación”[5]. “En celebraciones religiosas, tanto en los momentos importantes como en los cotidianos de su vida (el pueblo) se dirige al Señor con la confianza y la espontaneidad del hijo que habla al Padre y le cuenta su dolor y su esperanza”[6].
Más adelante, explicita el “discurso teológico inmerso en la vida de los pobres… (en) la fe popular”[7]. El 2018 vuelve a referirse a Medellín como espiritualidad, compromiso histórico, “solidaridad con los ´hermanos y hermanas más pequeños´ de Jesús, Mt 25,40, y nos pone en el camino de lo que el papa Francisco llama ´una Iglesia pobre y para los pobres´. En la que hay, tal vez, poco de ´religión´, pero mucho de evangelio”[8]. Una vez más, como ha sido desarrollado en Beber de su propio pozo, son inseparables espiritualidad, Palabra y evangelización, caminar histórico y labor teológica.
Por limitaciones de espacio no cito incontables pasajes sobre el acontecer humano y su iluminación evangélica. Para Gustavo (y la gama de teologías latinoamericanas) en la irrupción de rostros y movimientos “invisibilizados” se manifiestan derechos del pueblo a festejar, orar, organizarse, pensar, evangelizar. La fe del pueblo sostiene cada iniciativa teologal. Al conmemorarse 50 años de la principal publicación de Gustavo, resuena su convicción que “los oprimidos puedan alzar libremente su voz y expresarse directa y creadoramente en la sociedad y en el seno del pueblo de Dios… y acoger día a día el don del Espíritu que nos hace amar en opciones concretas por construir una verdadera fraternidad”[9]. Lo fundamental es que la humanidad, incentivada por el pobre, responde al Espíritu de Vida.
Vale aquí hacer memoria del arduo y productivo recorrido durante 50 años, por sectores creyentes y profesionales que generan las llamadas teologías de liberación; son polifónicas; desenvuelven rutas hermenéuticas; emplean mediaciones interdisciplinarias. El fecundo y plural itinerario de las teologías de liberación tiene fases y corrientes; cada una con modos de sentir y entender la presencia salvífica de Dios. La actitud básica ha sido (y es hoy) la indignación ante injusticias que dañan a personas concretas, y una lúcida propuesta de misericordia cristiana. Esto trastorna esquemas conceptuales (mayormente greco-occidentales) que devalúan sabidurías espirituales cultivadas por el pueblo-pobre-sabio.
La exigencia evangélica es la respuesta en comunidad al amor de Dios que opta por quienes son últimos y oprimidos. En la reflexión, algunos enfatizan cuestiones contextuales o bien las identitarias, otros recalcan trayectorias sociales e intelectuales, o bien la elaboración erudita, o bien la calidad narrativa. Tantísima experiencia se vuelca en congresos y publicaciones[10]. Las perspectivas bíblicas, eclesiales, sistemáticas, indígenas, feministas, afroamericanas, ecologistas (y otras) sobrepasan cualquier rótulo que pretenda clasificarlas. Se ha dicho que son modos nuevos y provisorios de hacer teología (sin ponerle adjetivos). Al respecto, ciertas metáforas indican lo fundamental: buscar la verdad, evocar el amor, examinar clamores a Dios, en este continente celebrar sus dolores de parto, caminar a la liberación plena.
Permítanme aquí insertar unas anécdotas. A fines de los 60, residía en una zona marginal de Santiago y estudiaba teología en la PUC, y fuí al norte pampino para acompañar durante una semana a un grupo que bailaba a María (invocada como la ´Chinita´). Me fascinó ese modo de pensar/celebrar la fe; y generó un primer escrito[11]. Hoy lamento que tenía esquemas de reemplazar los ritos por la adhesión al Señor. No constataba la habilidad con que la población conjuga símbolos diferentes y logra con fe sobrevivir a tanta adversidad.
Unos años más tarde, al colaborar con derechos humanos tuve que dejar Chile debido a la dictadura cívico-militar. La población del puerto de Chimbote me abrió puertas y me hizo caminar en sus procesiones con santos. He colaborado en el centro teológico Bartolomé de las Casas-Rimac conducido por un equipo con Gustavo; un eje ha sido revisar la religiosidad popular en Perú y América. Mi primer libro concluye verificando en parte que “el pueblo de los pobres reactiva el potencial contestatario en su religiosidad, al articular su espiritualidad con su práctica de liberación… y desde el sufrimiento y la esperanza construye historia”; también he lamentado formas de opresión[12]. Es un estudio histórico y analítico, teñido con el dualismo de lo positivo y lo negativo. Mis interpretaciones cambian, al participar en el acontecer social y simbólico andino. Desde los años 70 hasta hoy me dedico a una gama de procesos interculturales y eclesiales; también se han sumado perspectivas de género, de eco-teologia, de narrativa comunitaria. Agradezco de corazón el regalo de colaborar en asociaciones y programas, en que es escuchado el clamor de la humanidad adolorida, tercamente solidaria y sabia.
La fe, con mediaciones religiosas y espirituales, es bien concreta y es una polifonía transcendente. Las teologías latinoamericanas de varios modos indagan fe y signos de los tiempos, y sopesan búsquedas humanas, que en menor o mayor grado indican un caminar con el Espíritu de Dios. Prolifera una gama de creencias, sincretismos, desafiliación e increencia, horizontes humanistas con poca religión, opciones espirituales sin afiliación a iglesias. Me sumo a muchos que palpan como las ciencias (de élites) y los caudales sapienciales (de la población) merecen ser auto-críticos y ser co-gestores al desarrollar cuestiones de cultura, de religión, de fe.
3. Traspasar lo propio y estar entre culturas.
Gran parte del continente, catalogado como mestizo, manifiesta herencias cristianas en constante renovación, que coexisten con varios tipos de sacralidades. La temática teológica toma en cuenta identidades y entidades específicas (como el autocalificarse de tal o cual agrupación humana ya sea secular o bien de algún carácter religioso, y el confiar o apartarse de tradiciones); pero lo que tiende hoy a predominar es la movilidad espiritual y la adhesión a varias maneras de habitar en la historia.
Una cuestión que nos preocupan es cómo ejercer labores teológicas en un marco socio político de pueblos, y a la vez desenvolver la evangélica opción por el pobre. Al respecto hace años Gustavo anotó: “lo popular en América Latina es inseparable de la presente situación de explotación y marginación que vive el pueblo profundo de estos países, inseparable sobre todo de su lucha y de su esperanza”[13]. Sería simplista contraponer cierta teología ´del pueblo´ a la polifacética teología de liberación. Las categorías de pueblo y de pobre, y también los procesos de in-culturación y de inter-culturalidad, suscitan debates y requieren discernimiento. En cada trayectoria personal existen fases socio-culturales y menor o mayor contacto con creencias diversas. Se traspasa lo propio y se ingresa en otros mundos simbólicos. Una bellísima experiencia es fortalecer una opción cristiana dialogando con otros modos de vivir. Me parece inadecuada la dicotomía religión/fe. Pero vale examinar grandes tensiones entre factores vivificantes y mecanismos que aplastan (en especial la complicidad con la maldad). Por otro lado, hay incomodos conflictos que confunden aspectos culturales y espirituales. En general, la experiencia moderna valora sociedades plurales, identidades flexibles, migraciones de todo tipo (incluyendo las de carácter virtual).
Un cristianismo de carácter monocultural no sólo violenta la identidad pluriforme de nuestros pueblos, y no sólo obstaculiza la misión universal; también hace difícil la apertura al Misterio. En cualquier situación, lo más importante es como cada instancia humana vive bien con el prójimo-pobre y con Dios. El modelo primordial es la encarnación del Verbo en Jesús de Nazaret. A ello se suma la obra del Espíritu, fuente de lo in-culturado y lo inter-culturado a lo largo de la historia. La correlación Evangelio-culturas-religiones constituye un entramado en la historia de salvación. Al encarar la relacionalidad entre culturas, sobresale la interpelante fidelidad a capacidades, carismas, regalos cotidianos del Espíritu de Dios. Estas experiencias están preñadas con vetas teologales.
Dinámicas complejas como son los modos de ser mestizo y sincréticos permiten reconocer caminos al misterio y admirar ´rostros de Dios´.[14] En la reflexión latinoamericana, por parte de científicos y por sectores de teólogos y pastoralistas, el sincretismo es visto como algo que afecta cualquier intercambio cultural y espiritual. De hecho, cualquier adhesión a Dios y a lo sagrado tiene mediaciones de carácter corporal, cultural, religioso, socio-político. No se trata pues de un defecto del pueblo que mezclaría religiones.
Lo que sí es muy problemático es un tipo de sincretismo entre poderes socio-económicos e imaginarios religiosos, que beneficia a élites y a la vez agrede a poblaciones subordinadas. Estas problemáticas han caracterizado la cristiandad de sello colonialista, y neo-cristiandades que nos azotan hasta el presente. Continúan habiendo modos de cristianizar, con pautas culturales-económicas a favor de minorías, que conllevan discriminación, y que emocional y culturalmente causan heridas en las multitudes.
No sólo existe agresión, como ocurre en cada abuso de conciencia, en proselitismos, en el integrismo fundamentalista. El día a día ofrece libertad y aceptación de increencias y de diversas confesiones. Abundan transcendentes in-culturaciones e inter-culturalidades que generan vida nueva. En espacios andinos se emplea la metáfora de espacios donde se entra y se sale y se vuelve a entrar de otro modo. Vivir ´entre´ culturas y espiritualidades implica poder ser transformado en cada una de ellas. En tantas experiencias (y en la mía a lo largo de muchas décadas) el ´estar entre´ hace referencia a sensibilidades íntimas y a intercambios con los demás.
Un balance general a la vasta producción teológica de liberación llega a la conclusión que han nacido y crecido modos de pensar relevante y polisémico. Se ha contribuído a que la teología sea, no una explicación de verdades descontextualizadas ni sin sujeto y utopía, sino que sea hermenéutica de la fe que sostiene rutas de emancipación y alegría. En cuanto a la hermeneutica, su rol principal es entender y comunicar el discipulado de Cristo y la fidelidad al Espíritu. Las primeras fases (con J.L. Segundo, G. Gutierrez, J. Comblin, E. Dussel, M.P. Aquino, I. Gebara, J.C. Scannone, E. Tamez, L. Boff, V. Azcuy y otros) son tan importantes como las nuevas vertientes. Entre ellas hay sintonía espiritual e intelectual, y a veces una producción compartida; es escasa la competitividad y los recelos que abundan en mundos profesionales. Por otra parte, tenemos vacíos. pocos/as dialogan a fondo con las perspectivas de género, de ecología, de nuevas generaciones, ellas ofrecen líneas holísticas, y hasta rediseñan la doctrina y la ética.
En las sociedades latinoamericanas continúa la distancia entre el conocimiento especializado y los itinerarios de la población. No obstante, en años recientes es afianzado lo cotidiano y sapiencial, donde sobresale lo cultural y religioso, como portadores de logros, sufrimientos, proyectos de humanización y cuidado de la creación. Dentro de estos y otros grandes cauces hay vertientes de in-culturación y de inter-culturalidad que están transformando la labor teológica.
4. Los rostros y las melodías y las flores reconocidas en Dios.
Al reflexionar desde identidades en las Américas, y también desde festejos creyentes, Dios es invocado y representado con mediaciones diferentes a las inculcadas durante varios siglos. Desde culturas mestizas, indígenas, afroamericanas, migrantes, y gracias a perspectivas de la mujer y de la juventud, la gama de identidades en el pueblo manifiesta sus vínculos con Dios[15]. Las hermenéuticas bíblicas, las teologías feministas, y las eco-teologías han estado redescubriendo dimensiones de la Encarnación y de la acción del Espíritu. Por otra parte, la primordial experiencia festiva conlleva encuentros con Jesucristo, María, y una gama de entidades sagradas. Son encuentros con melodías y manifestaciones joviales[16]. Lamentablemente, debido a colonialismos religiosos, mucha representación sagrada no ha estado conectada con rostros y vivencias de la población. Recuerdo, por ejemplo, controversias en torno al culto a María cuando vestimentas y signos monárquicos son reemplazados por bellas artesanías y simbologías peruanas.
De hecho, la sabiduría autóctona, acumulada durante siglos, logra confrontar aspectos de la globalización moderna. Lo hace en base al sentido de reciprocidad, que es su modo de orar, pensar, celebrar, actuar ético. También lo hace en base a resistencias comunitarias (ante la modernidad individualista) y con anhelos de armonía con el medio ambiente (ante la expoliación). Junto a muchas otras personas uno dialoga y entiende la espiritualidad terrenal (que transforma conceptos teológicos). Sobresale la estética andina y peruana, los derechos tanto humanos como del entorno, el simbiótico trenzado de signos religiosos, concepciones del tiempo mítico, ritual y ético, modos locales e inculturados de acoger la Palabra y al Espíritu, el saber generado por comunidades y sus portavoces y acompañantes. Es fecundo el pensar ejes de la fe en términos rituales, simbólicos, sapienciales. También impacta el acontecer posmoderno y tecnológico que afectan espacios urbanos y rurales, juventudes y personas mayores, quienes están reformulando creencias.
Ya que el continente es cultural y religiosamente plural y polifónico, indigna la asimetría e inequidad que prolifera por todas partes. Inmensos obstáculos provienen de élites (por la ceguera mono-cultural y mono-religiosa) que se apartan de vivencias populares y sus vetas teologales. Por otra parte, son incoherentes posturas ´renovadoras´ y ´liberadoras´ que desconocen diferencias culturales, maneras de creer en Dios, y presencia del Espíritu en todo el universo. Por consiguiente, en ámbitos teológicos vale cultivar testimonios de encuentros con Dios, o como ha sugerido Gustavo, reconocer ´cartas de amor´ teologal. Desde sus inicios las comunidades eclesiales han sido conmovidas por señales de fuego, por vendavales y por brizas del Espíritu, que actúa sorpresivamente.
Las nuevas generaciones favorecen una radical credibilidad; que cuestiona labores académicas y responsabilidades eclesiales. El conocer camina de la mano con la simbología orante y recíproca. A través de signos de los tiempos la comunidad encara el día a día, celebra, comprende, contempla el Misterio cristiano, y se solidariza con los demás.
Antes de ir terminando anoto algo conmovedor. Quienes participamos en más de 30 encuentros/talleres anuales de teología andina de Perú, Bolivia y Argentina, generamos palabras acompañadas de música y danza. Se entrelazan ´senti-pensares´[17]. Los estudiosos muestran cómo se ha desarrollado la etnomusicología[18], a partir de celebraciones en comunidades, familias, pueblos, que están reconstruyendo la existencia moderna. Las melodías tan humanas expresan transcendencia. En dichos talleres, uno se siente abrazado por Dios, con opciones de transformación histórica, con cariñosas actitudes hacia criaturas del universo.
Hablando de vetas teologales en el sur del continente (y en otras partes) resaltan humildes pasos epistemológicos con respecto al Misterio; mucho contribuyen voces de mujeres y de jóvenes. Cabe sopesar cada modo de conocer/celebrar con Dios. En cuanto a metodologías, el pensar encara la representación idolátrica, y la creencia de tipo narcisista y monocultural. Como es bien sabido, la apertura al misterio de amar tiene base bíblica y mística, y conlleva dialogar entre religiones y espiritualidades. Se aprende que la humanidad, por varias rutas, busca y atisba plenitud de Vida.
En Centroamérica, un simposio acogió el clamor del pobre con respecto a la teología. Que la tierra endurecida por el pecado, pase a ser una tierra florida; que la reflexión creyente señale el paso de lo primero a lo segundo. Hay espinas, que permitan la defensa contra lo que destruye, fuera y dentro de nosotros/as. Tenemos jardines en que elementos que se marchitan y mueren puedan renacer, y en que las espinas no causan heridas, sino que más bien cuidan existencias frágiles. Éstos y otros anhelos, compromisos, melodías, organizaciones, han estado dando buenos frutos durante más de 50 años en América Latina y en diversas regiones del mundo.
Al recién fallecido y entrañable Padre Gustavo Gutiérrez Merino se le reconoce haber iniciado y acompañado (junto a otras personas y numerosas comunidades de fe) la fecundidad teológica que es en palabras de Gustavo es como una “carta a Dios”. El mensaje proviene de y fortalece al Pueblo de Dios. que es convocado a la liberación animada por el amor de Jesucristo.
[1] Gustavo Gutierrez Merno, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, Lima: CEP, 1986, pg. 223, La verdad los hará libres, Lima: CEP, 1986, pg, 21,
[2] Ver Gutierrez, Compartir la Palabra, Lima: CEP-IBC, 1995 (son reflexiones en todo el ciclo litúrgico).
[3] Ver S. Torres, C. Abrigo, coord., Actualidad y vigencia de la teología latinoamericana, Santiago: UCSH, 2012, 161-184.
[4] Al respecto, pueden ver indicaciones en la obra colectiva: Teologia y Liberación, tomo 3, Lima: CEP, 1991, pgs. 71-72.
[5] La fuerza histórica de los pobres,1979 (pg. 353); tres años antes, el Bartolome de las Casas-Rimac inició varios estudios sobre religión popular. Más adelante, Manuel Marzal, José Luis Gonzalez y equipo hemos elaborado La religión popular en el Perú (Cuzco: IPA, 1987).
[6] Beber de su propio pozo, 1983 (pgs. 46, 152).
[7] La verdad los hará libres, 1986 (pgs. 161-162).
[8] De Medellín a Aparecida, 2018 (pg. 185).
[9] Teologia de la Liberación, Lima: CEP, 1984 (pgs. 375-376).
[10] Sólo se anotan algunos nombres, títulos, fechas. G. Gutierrez, Teologia de la Liberación, 1971. L. y C. Boff Como fazer Teologia da Libertacao, 1986, I. Ellacuría, J. Sobrino (eds.), Mysterium Liberationis (Madrid: Trotta, 1990), Ecologia: grito de la tierra, grito de los pobres, 1996 E. Lopez, Teologia India (Cochabamba, 2000), 25 libros en la colección Teologia y Liberacion (años 80 a 90), Panorama de la teología latinoamericana, 2001.5 volúmenes de Por los muchos caminos de Dios. (Quito, 2003 a 2010); Creo en el Espíritu Santo, 1994 Entre la indignación y la esperanza. Teologia feminista latinoamericana 1998, Congresos de SOTER. Teologia aberta ao futuro.1997, Sarça ardente. 2000, Teologia para outro mundo possível. 2006, Teologia Afroamericana II, 2004, Voces del pentecostalismo latino-americano III, 2009.
[11] “La escatología de los bailes religiosos de La Tirana”, Teologia y Vida, XII/2, 1971, 128-136 (con C. Morales y J. Tapia).
[12] Religión del pobre y liberación, Lima: CEP, 1978, pg. 440 (prólogo de Gustavo Gutierrez).
[13] De Medellín a Aparecida, pg.57 (fragmento de ensayo de 1980 “pueblo y cultura”).
[14] Véase la perspectiva fenomenológica de Manuel Marzal, El sincretismo iberoamericano, Lima: PUC, 1985; y para el debate teológico afro-brasileros: Mario de França Miranda, Inculturaçâo da fé, (Sao Paulo: Loyola 2001) y Afonso Soares, Interfaces da revelaçâo, pressupostos para uma teologia do sincretismo religioso no Brasil (Sao Paulo: Paulinas, 2003).
[15] Cabe hacer memoria de ensayos precursores, como la compilación dirigida por Manuel Marzal, Rostros indios de Dios (Quito: Abya Yala, 1991) y de, Ana María Tepedino, “¿Qué dicen las mujeres que soy yo?”, en Varias Autoras, 10 palabras clave sobre Jesus de Nazaret (Estella: Verbo Divino, 1999, 415-452);
[16] Eduardo Arens, El humor de Jesús y la alegría de sus discípulos (Lima: CEP, 2004); mi escrito La Fiesta, símbolo de libertad (Lima: CEP, 1998). Es genial la recopilación e interpretación realizada por: Max Salinas, Gracias a Dios que comí (Mexico: Dabar, 2000) En el cielo están trillando, para una historia de las creencias populares en Chile e Iberoamerica, (Santiago: USACH, 2000).
[17] Arturo Escobar, Sentipensar con la tierra. Lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia (Medellín: UNAULA, 2014) http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/escpos-unaula/20170802050253/pdf_460.pdf
[18] Raul Romero, Todas las músicas, Diversidad sonora y cultural en el Perú (Lima: PUCP, 2017); los capítulos 2, 4, 5, 6 examinan la música rural y metropolitana. Son melodías con dolor y con amor.
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