27 de Setiembre de 2024
[Por: Francisco Aquino Júnior | Portal das CEBs]
El 6 de octubre tendremos elecciones municipales en todo el país. Elegiremos alcaldes y concejales para los próximos cuatro años. Es una elección importante porque tiene consecuencias para la vida de todos nosotros, especialmente para las personas más pobres y vulnerables que dependen más directamente de las autoridades y las políticas públicas. Tenemos que ser muy responsables y pensar bien antes de votar. No podemos “lavarnos las manos”, como si no tuviéramos nada que ver. No podemos entrar en la ola del “no importa la a o la z” o del “todo es igual”. Incluso entre los malos, hay algunos peores que otros. Y la historia ha demostrado que la idea de que “las cosas no empeoran” no es del todo cierta. Si es malo, dependiendo de tus elecciones, podría empeorar aún más. Sin mencionar que nuestras decisiones tienen consecuencias más allá del ámbito municipal porque terminan fortaleciendo y proyectando liderazgos políticos a nivel estatal y federal.
Los creyentes de todas las religiones y los cristianos en particular tienen una responsabilidad aún mayor en el proceso electoral. Aquí está en juego la dimensión política de la fe. Si nadie puede permanecer indiferente ante la política y el proceso electoral, puesto que somos seres políticos y nuestras elecciones políticas tienen consecuencias en la vida de todas las personas, menos aún de los creyentes que deben actuar de acuerdo con su fe. Nuestras posiciones y opciones políticas y nuestras opciones electorales deben estar de acuerdo con la fe que profesamos. Pero hay que tener mucho cuidado con la manipulación, perversión e instrumentalización de la religión. Así como la fe y la religión pueden humanizar a las personas y a la sociedad, cuando se pervierten y manipulan, pueden deshumanizar a las personas y convertirse en una fuente de prejuicios, odio, intolerancia y violencia en la sociedad.
Pensando concretamente en la fe cristiana, pensamos en Jesús de Nazaret. Él es el “autor y consumador de la fe” (Heb 12:2). Él es el criterio y la medida de la fe. Y aquí hay poca insistencia. No todo lo que se dice cristiano es acorde con el Evangelio de Jesús. Es muy común entre nosotros utilizar el adjetivo “cristiano” para referirnos a partidos, grupos, bancadas y proyectos políticos contrarios al Evangelio de Jesús, que es Evangelio de fraternidad, justicia y paz. Hay que tener mucho cuidado con la “levadura de los fariseos”, con los “sepulcros caídos”. Y nunca olvides esas palabras/advertencias de Jesús: “No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán ese día: 'Señor, Señor' [...]. Entonces les declararé: 'Nunca os conocí. Apartaos de mí, hacedores de iniquidad'” (Mt 7,21). Y esto también se aplica a la política...
Es claro que la fe no puede reducirse a política ni identificarse con ningún proyecto, partido o candidato. Y la Iglesia no tiene partido ni candidato. Esto no significa que cualquier proyecto, partido o candidato sea igualmente (in)compatible con la fe. Y aquí el adjetivo “cristiano” no basta. De hecho, en general, los partidos y candidatos que se presentan como “cristianos” defienden y promueven proyectos políticos contrarios al Evangelio de Jesús: destrucción de los derechos laborales, concentración de la riqueza, oposición a todas las políticas sociales, destrucción del medio ambiente, armamento de la población, prejuicios, intolerancia, odio y violencia…
Votar según la fe cristiana, según el Evangelio de Jesús, es votar pensando en el bien común, la justicia social, el cuidado de la casa común, de los pobres y marginados. Esto debería guiar nuestra participación en el proceso electoral y nuestras opciones políticas, incluso en aquellas situaciones en las que la elección parece estar entre “seis y media docena”: a) no podemos dejar de votar; b) no podemos definir nuestro voto pensando en nuestros intereses (vínculos familiares, amistad, favor) ni siquiera vender nuestro voto; c) debemos respetar las elecciones de los demás, incluso si son diferentes o incluso contrarias a las nuestras; d) las diferencias electorales no pueden convertirse en intolerancia, enemistad y violencia; e) no podemos acogernos a la ola del “todo vale” (mentira, difamación, agresión, prejuicio) para lograr nuestros objetivos; f) incluso cuando no hay alternativas claras, aún debemos evaluar si una es peor que la otra; g) nunca votar por personas que están en contra de los derechos humanos, la protección del medio ambiente, las políticas sociales y que propagan prejuicios, odio e intolerancia.
No podemos olvidar que nuestras opciones políticas pueden favorecer o dificultar la difusión del Evangelio de la fraternidad, la justicia y la paz. Y es bueno recordar con el Papa Pío XI que “la política es la forma más elevada de caridad, sólo superada por la caridad religiosa hacia Dios”.
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