[Por: Estefanía Luna | ComoNacidoEntreNosotros]
En un mundo en el que la movilidad humana se convierte en un grito de desesperación ante crisis y las adversidades, las iglesias y comunidades de fe emergen como bastiones de esperanza y apoyo. Imagina el desamparo y el miedo de quienes se ven forzados a abandonar sus hogares a causa de los desastres ambientales, tienen que buscar refugio en tierras desconocidas debido al gemido del Planeta. La solidaridad y el consuelo ofrecidos por estas comunidades no solo proporcionan alivio inmediato, sino que también construyen puentes de humanidad en un contexto de incertidumbre y cambio. Sin embargo, el verdadero desafío radica en asegurar que nuestra ayuda no solo sea efectiva, sino también “afectiva” o respetuosa del planeta que todos compartimos…
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