¿Cómo ser misionero/a en tiempos de colapso?

06 de Setiembre de 2024

[Por: Margot Bermer]




Nuestro compañero de misión Miguel Fritz, dio la clave a nuestra situación actual de ser misionero indigenista, al decir que

 

“No es de sorprender que los misioneros que trabajan en comunidades indígenas, tenían que encontrar y explicar siempre de nuevo la razón de su ser y actuar. Desde el inicio, ellos pusieron su cara a cuestionamientos sobre el sentido de la actividad misionera; y se auto-cuestionaron sobre la manera de evangelizar. Recuerdo que a veces llegamos a preguntarnos si realmente hacíamos bien de seguir como misioneros entre los indígenas. ¿Buscamos conversiones? ¿No deberíamos más bien aprender de ellos, dejarnos inspirar por su religiosidad, incluso, quizás, más profunda que la nuestra propia? Múltiples este tema rondó las Semanas Misioneras (8 veces), expresamente el rol del misionero en 1991, 1999, 2002, sobre todo las décadas de 80 y 90 fueron marcadas por estas discusiones. Desde ser “voz de los indígenas” los misioneros aprendieron que los indígenas deben ser protagonista de la misión. “Autogestión” llegó a ser un concepto que cambió la visión”1.

 

Hoy habitamos un mundo y sufrimos en y con él un sistema socio-político en estado de colapso. Pero a partir de nuestra fe y de una “intuición genética” crece a la vez la certeza que desde de este proceso de derrumbe y extinción renacerá vida nueva, ya que no se deja reparar lo antiguo. Los pueblos indígenas siempre nos han afirmado que la misma Madre Tierra está guardando un proyecto de vida que debemos buscar e insertarnos en él.

 

Nosotros misioneros nos preguntamos ¿Cómo y por qué los indígenas tienen que salir del “Interior” a los centros urbanos  y vivir allí en las ”Afueras” de la periferia?¿Por qué a los pueblos indígenas se les niega el derecho a su identidad? ¿Por qué siguen siendo expulsados de sus territorios ancestrales? Hay que ver esta situación actual en el proceso que le ha llevado a este momento. Para eso hace falta renovar la memoria porque “todo pueblo tiene unas raíces que remontan al legado cultural recibido de los antepasados. Cada cultura ofrece un marco de orientación y de referencia, un horizonte. Por eso hay que volver a los orígenes, analizar sus raíces y conocer su evolución”.2 Jesús mismo nos ha llevado a las raíces de la identidad de su misión a partir de la figura de Abrahán (Jn 8,14-58).

 

¿Quién era Abrahán?

 

Abrahán representa los más viejos sueños y utopías humanas que siempre nacen y renacen en la humanidad cuando “todo parece perdido”. Salir de su casa, su ambiente, su territorio, en avanzada edad, es un testimonio que confirma de que nunca es demasiado tarde para comenzar. Esta convicción creció en Abrahán a golpe a partir de penosas situaciones. Él los profundaba en la fe 1que le llevó al sueño de una “Tierra Prometida” por Dios mismo.

 

Después de haber luchado sin éxito toda su vida por este sueño, Abrahán se atrevió tomar la decisión realizar un éxodo de tal situación, no para huir del fracaso, sino para recomenzar, dejándose conducir por el espíritu a la “Tierra Prometida”. Justamente las grietas profundas en su entorno le gritaban “a la necesidad de salir de esta espiral de autodestrucción en la que estaba sumergiéndose” (L.S.). Y cuando encontró en el camino árboles, le parecía n “lugares sagrados” a los que dedicaba altares porque encontró en el medio ambiente señales del espíritu de la Tierra Prometida”. También los gritos de la naturaleza, tanto como los gritos de los pobres dominados por el sistema corrupto del que hizo el éxodo, eran para Abrahán un llamado y un envío.

 

Creemos que en cada pueblo ya había existido una minoría abrahamítica (Helder Cámara) que había sembrado este sueño de una Tierra con más justicia e igualdad y más respeto y agradecimiento a la naturaleza, la Tierra Prometida, la Tierra sin Mal. Este sueño ha sido una raíz que creció hasta el presente lo que nos puede abrir el futuro. De este modo todos podemos hacernos verdaderos herederos de Abrahán, lo que Jesús ya anunciaba a los judíos. Todos aquellos se habían sentido impulsados por el mismo Dios de la Casa Común. Carlos Mesters encuentra un nuevo Abrahán en todos aquellos disidentes del sistema colapsado como sembradores de vida nueva, Son todos aquellos “que en nombre de su fe en Dios y por causa por su amor a la vida, se levantan contra toda una situación de injusticia y maldición creada por los hombres, y que, para cambiar esta situación, están dispuestos a abandonarlo todo, a cambiar lo cierto por lo incierto, lo seguro por lo inseguro, lo conocido por lo desconocido, el presente por el futuro”. Vemos que el camino hacia la Tierra Prometida, la Tierra sin Mal, la Casa Común, siempre comienza con un éxodo (el pueblo de Dios salió de Egipto , casa de esclavitud.3

 

Abrahán ha sido un misionero itinerante

 

Abrahán asumió con el éxodo una vida itinerante. Llegando a Canaán, encontró algo muy parecido a la tierra de donde había salido e hizo de nuevo un éxodo. Al seguir caminando, se encontró con árboles. el de Moré y más adelante los árboles de Mambré en Hebrón (13,18). En ambos lugares construyó un altar (12,7-8) porque para él eran “lugares sagrados”4. Allí en un encuentro con Melquisedec fue bendecido en nombre del Dios cósmico que había experimentado en el camino: “Creador del cielo y de la tierra” (Gen 13,18) al que desde entonces invocaba (v.22). En este diálogo con otro, se le había abierto a Abrahán esta nueva dimensión de Dios al interpretar la creación ordenada en cuatro puntos cardinales (cf. Gen 13,15-16). Tal nueva visión del mundo parece que ya fue una señal de estar en buen camino; pues ya había salido de aquel sistema antropocéntrico cerrado en transición hacia otro más holístico que se le estaba abriendo poco a poco. La nueva inclusión ecológica le llevaba a las raíces más profundas de la vida (símbolo árbol), y la experimentó como un don lo que le hizo construir un altar. Comprendió que la tierra es don divino como cada ser humano que forma parte de ella. Por tanto, el ser humano no puede ser dueño, ni modificador ni cambiador de la vida en ella. Abrahán intuyó fundamentalmente que este Dios que había experimentado tenía un proyecto de vida muy distinto al del hombre. Los pueblos originarios encuentran sus huellas en la vida de la Madre Tierra.

 

Así que todos podemos ser herederos de Abrahán, buscadores y sembradores de caminos desde la casa propia hacia la Casa Común. Desde su tumba, único pedazo de tierra prometida que alcanzó Abrahán, él nos deja el mensaje que el Creador del Cielo y de la Tierra es Alguien quien llama, interpela y comparte su sueño con un resto insignificante, con una minoría abrahamítica. Desde la casa familiar crece el sueño y se desarrolla en el pueblo, se articulan entre ellos y se abren a la Casa Común, manteniendo su identidad y particularidad. Abrahán ha sido la bendición de los pueblos. Con una intuición genérica que se confirma en una promesa divina, él se había puesto a caminar, atento a los signos de los tiempos. El proceso partía desde el pequeño resto hacia la multitud de los pueblos, desde la bendición personal hacia la bendición para todas generaciones, desde la salida de una Tierra llena de Males hacia el caminar hacia otra Tierra sin Mal. Abrahán creyó contra toda esperanza y tuvo una fe que es camino y todo es don” (Rom 4,18.16). En pocas claves podemos resumir el aprendizaje de Abrahán como herederos suyos:

 

Ø Amplía su visión del mundo y de Dios con la dimensión socio-ambiental (Gen 13,22)

Ø Para él la vida en su totalidad es sagrada, hasta los árboles (Gen 12,6)

Ø Busca los signos del sueño de Dios en la realidad (Gen 15,8)

Ø Renuncia a sus derechos en favor del bien común (Gen 13,5-9))

Ø Actúa con justicia y generosidad (Gen 14,22-24)

Ø Asume frecuentemente un éxodo (Gen 12,4.6; 13,1.2.18….);  

Ø Cree posible comenzar con pocos (Gen 18,16-33).

Ø Aprende de sus debilidades (Gen 20,1-6ss)

Ø La hospitalidad de su casa abre la puerta a la Casa Común (Gen 18,1-15).

 

Jesús lleva a plenitud la misión iniciada por Abrahán

 

¿Qué situación encontraba Jesús en su pueblo en el momento histórico en que vivía y a qué camino de anunciar la Tierra prometida, el reino, la Tierra sin Mal, le impulsaba esta realidad?

 

PUEBLO                                         JESÚS

Disgregado, destruido                                convoca, organiza, acompaña

Confundido, empobrecido                          anima, rehabilita, discierne

Marginado, ninguneado                              fortalece lo existente

Despreciado, oprimido                               libera, evoca autoestima

Vulnerables, indefensos                              sana heridas, evoca autogestión

Desconocedor/incumplidor de la Ley           dialoga, manifiesta solidaridad

Secuestrado de su memoria histórica           la recupera para rescatar la con- sciencia

 

Jesús apareció en un momento histórico de máxima crisis, muy parecido al colapso actual. En medio de aquella situación caótica y confusa, él dio testimonio de las raíces profundas que estaban presentes aún en el corazón de algunos de su pueblo. La verdadera raíz abrahamítica había sido encubierta por la élite del sistema religioso-judicial de los judíos. Pero Jesús reabrió al pueblo otra vez el acceso a esta raíz devolviéndole esperanza en un Dios fiel a su promesa: la Tierra prometida es el reino en justicia, la Casa Común, la Tierra sin Mal.

 

Abrahán salió en busca de la Tierra Prometida, pero partió sin saber adónde iba (Heb 11,8). Tampoco Jesús pudo alcanzar a vivir en esta tierra sin Mal que él anunciaba en aquella época como reino. A pesar de que lo instaló, no fue aceptado por la mayoría; a pesar de haber sido enviado para dar vida en abundancia (Jn 10,10), fue rechazado por muchos. Abrahán y Jesús habían sembrado su mensaje cada uno por su camino propio. Sin embargo, ambos sembradores experimentaron en sus caminos las Bienaventuranzas (Mt  5,1-12) -sufrieron que no podían ver la cosecha a pesar de tanto sacrificio y renuncia; pero confiaron que de este modo su misión quedaría bendecida por el misterio pascual, escondido desde la creación que Jesús reveló (Mt13,35). Él reconduce a la verdadera lógica de la vida misionera cuando anuncia “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). Eso no quiere decir que ser misionero no lleva consigo solo dificultades, problemas y renuncias dolorosas, sino también da mucha alegría de recompensa. “El sembrador ya recibe su pago…y con esto, también participa de la alegría del segador” (Jn 4,36). Esta lógica se cumplió ya con Abrahán gracias a la revelación de Jesús. Él explicaba a los judíos que Abrahán ya había recibido la alegría del segador: “Abrahán se alegró pensando ver mi día, lo vio y se regocijó” (Jn 8,56). La alegría está en sembrar con el sueño de la cosecha, a pesar de que muchas veces no la verá durante su vida. Jesús demostraba que Abrahán es para su pueblo el verdadero padre de la fe; no por descendencia de un linaje genealógico-sanguíneo, sino por la alegría de haber encontrado el auténtico y definitivo enviado. Simbólicamente expresado, Abrahán “se quedaba en la tierra prometida pero que todavía no era suya” (Heb 11,8-9) y allí murió como forastero caminante” (v.13).

 

Haciendo memoria de Abrahán, Jesús ejemplarmente había llevado al pueblo a su raíz teológico-cultural. Y cada pueblo, cada religión tiene una raíz, tiene un Abrahán, al que hay que des-enterrar y rescatar, también los pueblos indígenas pueden reconstruir hoy su identidad, renovada necesariamente por los cambios del tiempo la que crecerá hacia la autogestión.

 

Desafíos y cuestionamientos nuevos

 

Hoy vivimos con una “Iglesia en salida», que ofrece a seguir en las huellas de Abrahán y Jesús, fieles a los impulsos del Espíritu. Abrahán erigía varios altares para recordar los encuentros con Dios presente en su caminar. No construyó templos, sino esparció en su camino pequeños altares que recordaban la protección divina recibida en su caminar.

 

De cierto modo, Abrahán y Jesús han sido modelos de misioneros. Se puede aprender de sus cambios mentales en el encuentro con otros durante su caminar pero no copiar a ninguno en su método inalterable, sino hay que descubrir y analizar en cada lugar la situación concreta que siempre evoca nuevos desafíos que exigen inventar y desarrollar nuevas cualidades y formas de misionero.

 

En este momento histórico de tanto caos, cambio y colapso, reconocemos deber volver a la raíz, rescatar la memoria de los pueblos originarios que han convivido con esta tierra desde milenios. Si les dejaríamos el espacio para su autogestión, ellos podrían llegar a ser “agentes del cambio, guardianes de los recursos naturales, y portadores de visiones del mundo, conocimientos y habilidades excepcio-nales”5 Las palabras alentadoras de Mauricio López: nos pueden cuestionar: “Que el grito de la madre tierra y de los indígenas en… este territorio suyo, sea el llamado a la vida y a la conversión hacia nuevos caminos para la iglesia (los misioneros) y para la ecología integral en la que cada vez más ellos, los pueblos y las comunidades indígenas, sean sujetos de su historia”. Mauricio confirma aquí el desafío que Cardenal Claudio Humes nos había lanzado ya hace muchos años, confesando proféticamente que “como Iglesia habremos fallado, o habremos fracasado en nuestra misión, hasta que ellos, los propios pueblos indígenas, sean sujetos de su propia historia. De su historia política, económica, social, cultural, ecológica, pero también de su historia espiritual y religiosa”.

 

Imagen: https://www.consolataamerica.org/es/el-compromiso-con-la-mision-en-la-amazonia/ 



1 cf. Quincuagésima Semana Misionera, 2023. DIM Nr.80, p. 10.

2. Juan Antonio Estrada, Cómo surgió la Iglesia, evd, Estella, España 1999, p.13

3 Abrahán y María de Nazaret, en la confianza de tratarse del mismo sueño de Dios, ambos salieron de su casa chica con el sueño divino de la Casa Común. Abrahán salió “sin saber a dónde iba” y María salió a casa de Isabel en las montañas de Judá, cuna del Pueblo de Dios en forma de una confederación de doce diferentes grupos culturales, llamadas 12 “Tribus”.

4 cf. dos mitos (refundantes) con árboles en la mitología nivaclé: Nasuk y la antigua tradición sobre Cómo cayó el cielo.

5  Audrey Azoulay, directora General de la UNESCO.

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