11 de Agosto de 2024
[Por: Virginia Bonard | ADN Celam]
El miércoles 21 de agosto, a las 18 Hora Colombia, se llevará a cabo el 4°. Escuchatorio organizado por Comunidades Eclesiales de Base (CEbs) y el Cebitepal: El camino es colectivo: la huella de los mártires.
“La huella de los mártires, de los testigos, compromiso colectivo de las comunidades, tiene hoy el nombre de sinodalidad. Queremos escuchar las historias martiriales de Nuestra América, para seguir profundizando nuestro ‘caminar juntos’. El camino, y la salida, es colectiva, eso nos recuerdan los mártires”, expresan los organizadores en la convocatoria.
Para ampliar conceptos y conocer más, conversamos con Francisco Bosch, coordinador continental de la formación en CEbs, quien con una frase ya nos sumergió en mundos espirituales: “Los mártires nos abren caminos para caminar de la mano”. Vayamos al diálogo.
Pregunta: Por favor, contanos sobre el tema del 4° Escuchatorio: El camino es colectivo, la huella de los mártires. Inspiraciones, desarrollos, voces que resonaron en la elección.
R: La escucha, el Shema, como mandamiento principal. Ahí tenemos un signo de los tiempos desde la Iglesia de los pobres. Escuchar para cambiarlo todo, para reconocer la vida como es parida, sostenida y criada en las barriadas, en el campo, en las fronteras.
Esa escucha se hizo territorialmente, se sistematizó y se propuso como camino continuo: frente a la fuerza de la vista, sostener el sentido de las dos orejas, la de la palabra de Dios y la de nuestro pueblo, como decía el Beato Angelelli. un mártir que nos marca un camino, que nos confirma en un método. Esta es la inspiración principal, ver en nuestros mártires, compañeros y compañeras caídas por la vida digna, por la fe y la comunidad, ver en ellos una huella, es decir, una señal de su caminar, un modito de andar.
A ese modo, el actual Puente, pontífice, —que desde Roma acompaña a los pobres del mundo— le llama sinodalidad: “En estos momentos en los que estamos llamados a reflexionar sobre la sinodalidad de la Iglesia, tenemos en estos mártires el mejor ejemplo de este ‘caminar juntos’, pues el padre Grande fue martirizado mientras caminaba hacia su pueblo”. “Eso es lo que cada uno de ustedes, obispos, sacerdotes y agentes pastorales, piden hoy al Señor, ser como ese sacerdote —Rutilio— con sus campesinos —los beatos Manuel y Nelson—, siempre de camino hacia su pueblo para identificarse con ellos.” (Papa Francisco, octubre de 2022, frente a los obispos salvadoreños)
Estamos empeñados en ver florecer, como mil caminos, la sangre de nuestros mártires, nuestros compañeros que han dejado la vida, nuestras compañeras que no han mezquinado nada, y han hecho de las comunidades de base, un camino de recuperación del martirio, que ha marcado a nuestra Iglesia. “Estamos otra vez en pie de testimonio”, dijo Dom Pedro Casaldáliga con el cuerpo de Romero todavía fresco.
Lo mismo, decimos nosotros, con los mártires riojanos, Berta Cáceres y el pueblo crucificado de Sao Félix. Son lugares de los signos de los tiempos. Son caminos que nos abren los mártires, para caminar de la mano.
P: Mártires riojanos (Argentina), San Félix de Araguaia (Brasil), Berta Cáceres (Honduras) son los casos elegidos. ¿Por qué cada uno y qué destacás de esos testimonios que acompañe” el camino colectivo”?
R: No hay Iglesia sin camino colectivo. El hiperindividualismo de mercado, que idolatra al capital y sacrifica la vida de los más pobres, es la antítesis de la propuesta del Reino hecha carne en los mártires. Mirar de frente a los caídos es consagrar nuestros fracasos, del Reino que todavía no llega, al camino común, a la búsqueda de la mayor dignidad posible, para liberar, sanar y unir a todos los seres humanos y a todo el ser humano, como ya nos dijo hace más de 50 años el magisterio latinoamericano.
El Escuchatorio pone el oído en el Matto Grosso, para oír la experiencia del camino colectivo y del martirio de un pueblo, el pueblo históricamente crucificado es siempre el signo de los tiempos, diría hace 30 años el gran Ignacio Ellacuría antes de ser asesinado en El Salvador. De eso se trata nuestro modo de entender el martirio como camino, como método sinodal, como experiencia concreta de caminar con otros y otras: un tejido enorme de rostros, un territorio inmenso con la sangre de los de abajo, un corazón lleno de nombres, en palabras del poeta de Sao Felix.
La segunda experiencia será la de los mártires riojanos, una comunidad martirial, que demuestra en su composición el modito: empezando por Wenceslao Pedernera, un laico campesino, pasando por religiosos, curas y el obispo. Aquí encontramos la capilaridad que hará posible una transformación real de nuestra Iglesia. No se trata de esperar todo de arriba, ni de tumbar todo desde abajo, sino de poner el diálogo las capas de la cebolla, que cada una pueda florecer sin la represión de la otra, que la comunión del tubérculo sea la que permita llenar la mesa de los pobres. En esa metáfora, otro mártir, el gran Rutilio, nos alumbra: cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión. Esa frase se hizo canción y abre las celebraciones en muchas de nuestras comunidades*, antes de partir el pan. Nadie sobra, todos tienen un servicio, un ministerio para aportar. Desde La Rioja, nos alumbra ese ejemplo.
La tercera es un rostro que hace gritar a los Ríos. Berta Cáceres, la lucha por la casa común en Honduras, que ha llevado sin lugar a dudas, al primer Papa Latinoamericano a pintar su magisterio con verde de las selvas y rojo de la sangre de los mártires. El grito de la tierra y el grito de las pobres, en la vida de una mujer, que en su biografía describe las vidas de tantos anónimos que entregan todo por cuidar la casa común.
El enorme Leonardo Boff en los 90, frente al fin de la historia, decía que el único fin eran esos dos gritos juntos, que si no eran escuchados, no tendríamos una segunda arca para salvarnos. Sin Noé, tampoco hay comunidad de vida, ni posibilidad de un caminar sinodal.
P: ¿Cómo describirías la sinodalidad al estilo martirial?
R: Sinodalidad desde los mártires es la danza de los gritos que marcan nuestra época: el de las mujeres, el de la tierra, el de los descartados, el de la gente común, que cree y ama, que sufre y cae, que baila y camina con otros, sin fundamentalismos ni anteojeras. Lo hace con la naturalidad del que no puede sobrevivir de otra forma.
La sinodalidad de los mártires no es la de los héroes que mueren en pose, como alguna vez denunció Lucho Espinal, antes de ser asesinado. No queremos más mártires, decimos con él, queremos comunidades de vida, que enfrenten el mal, que construyan la vida digna, que nos saquen del imperio del mercado, del individualismo que terminará con la salud mental del planeta, y de ecocidio al que se encamina el sistema capitalista.
Volver a los mártires, a los testigos, es volver a la raíz. La radicalidad de nuestra fe tiene la fuerza para cambiar todo lo que tenga que ser cambiado, para hacer un mundo nuevo, para construir una Iglesia que sea sinodal o no sea.
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