19 de Agosto de 2024
[Por: Juan José Tamayo]
En un clima de tensión no contenida, con la ausencia de numerosos congresistas demócratas que expresaban así su condena a la política genocida de Netanyahu y con las protestas de miles de manifestantes en el entorno del Capitolio por las cerca de 40.000 personas palestinas asesinadas, Netanyahu pronunció el pasado 24 de julio un discurso en el Congreso de los Estados Unidos en el que calificó a Biden como “un orgulloso sionista irlando-estadounidense” y definió el genocidio contra Gaza como “una lucha entre la barbarie y la civilización”. Conforme a la irracionalidad genocida, hay que situar a Netanyahu no del lado de la civilización, sino de la barbarie. Lo que resulta indignante es el hecho mismo de que fuera invitado a hablar en el Congreso de Estados Unidos cuando, como criminal, tiene orden de detención del Tribunal Penal Internacional y fuera larga y entusiastamente aplaudido por congresistas republicanos y demócratas.
En otro discurso pronunciado el 28 de octubre de 2023 Netanyahu hizo una referencia bíblica en tono amenazante para justificar su genocidio contra Gaza: “Recuerden -dijo- lo que Amalek les ha hecho, dice nuestra Santa Biblia”. Lo que dice el texto es que el Dios todopoderoso de Israel ha resuelto castigar a Amalek consagrando “al exterminio todas sus pertenencias sin piedad: mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos” (Primer libro de Samuel 15,3).
El genocidio de Netanyahu contra Gaza constituye una de las más dramáticas distopías actuales, pero no ya como género literario, sino como realidad destructiva de innúmeras vidas humanas inocentes, legitimada por la Biblia hebrea, con la colaboración de Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, que se convierte en cómplice del genocidio. Unas horas antes de pronunciar su discurso habían sido asesinadas 150 personas, ¡y Y los congresistas, que conocían dichos asesinatos, le aplaudieron!
Como contrapunto, ofrezco a continuación otra lectura de la Biblia hebrea en clave de utopía de la mano del filósofo de la esperanza Ernst Bloch, que recupera la imagen del Dios de Israel como Dios de vida, de esperanza y de liberación, muy alejada de la del Dios de Netanyahu, que ordena matar en su nombre y, como dijo Saramago, le convierte en un asesino.
Corría el mes de noviembre de 1989. Por entonces yo estaba dando los últimos retoques a mi tesis doctoral sobre el filósofo de la esperanza Ernst Bloch, mientras los medios de comunicación daban la noticia de la caída del muro de Berlín. Enseguida me vino a la mente la experiencia por la que tuvo que pasar Bloch veintiocho años antes cuando se construyó el Muro de Berlín.
Sucedió en agosto de 1961. Desde su vuelta del exilio en 1949 Bloch vivía en la República Democrática Alemana. Al principio contó con un reconocimiento generalizado entre las autoridades del país. Los estudiantes le escuchaban y leían embelesados, porque rompía los rígidos esquemas del marxismo ortodoxo y aportaba frescura, calidez y, sobre todo, horizonte utópico, en una ideología revolucionaria que se había acartonado. Pero cayó en desgracia. Cuanto más crecía su prestigio entre los estudiantes del Este europeo y en los sectores de izquierda de Europa occidental, más se estrechaba el cerco al que le sometía el aparato del Partido Comunista en la República Democrática Alemana (RDA).
La noticia de la construcción del Muro de Berlín le sorprendió en la República Federal de Alemania. Su respuesta a tamaña manifestación de irracionalidad no se hizo esperar. Escribió al presidente de la Academia de las Ciencias de Leipzig, de la que era miembro, comunicándole su decisión de no volver a la RDA.
En noviembre de ese mismo año pronunció en la Universidad de Tubinga una conferencia con el título ¿Puede frustrarse la esperanza? La pregunta no podía ser más pertinente, habida cuenta de que su tenaz e insobornable ideal de socialismo y libertad había fracasado. Mas para sorpresa de quienes le escuchaban, su respuesta no fue la del pesimista desencantado de todo, tampoco la del optimista ingenuo. Efectivamente, respondió, también la esperanza fundada puede quedar defraudada; y ello para honor suyo; de lo contrario no sería esperanza, sino confianza ciega. La esperanza contiene en sí misma lo precario de la frustración, pero esta no tiene por qué ser la vencedora. La esperanza puede recuperarse, reponerse de sus fracasos y salir fortalecida; ahí radica su grandeza.
La biografía de Bloch se corresponde con su filosofía de la esperanza. La esperanza constituye, para nuestro filósofo, el impulso de la utopía concreta y la determinación fundamental de la realidad. "Espera, esperanza, intención hacia una posibilidad que todavía no ha llegado a ser -asevera Bloch al comienzo de El principio esperanza-: no se trata sólo de un rasgo fundamental de la conciencia humana, sino […] de una determinación fundamental de la realidad objetiva en su totalidad".
La esperanza es un principio presente en el proceso del mundo y en la historia humana desde siempre, aunque oculto y no desplegado en toda su riqueza y densidad: es un principio capaz de mover el mundo. Pero necesita de un guardagujas que lo guíe hacia su liberación. Y ese guardagujas no puede ser otro que el ser humano, animal utópico y ser-en-esperanza.
Corresponde a Bloch el mérito de haber formulado el principio-esperanza, cuyo origen se encuentra en la religión hebrea, como reconoce el propio filósofo de la esperanza, de origen judío, quien se inspira en la Biblia, a la que considera “cuna de la esperanza” y punto de partida de la existencia humana entendida como historia.
El acontecimiento fundante de la esperanza hebrea e incluso del nacimiento del pueblo es el Éxodo, muy presente en la ulterior historia de Israel y movilizador de energías utópicas en momentos de depresión colectiva, que demuestra que todo fatalismo puede ser vencido, la liberación es posible y, en definitiva, la experiencia religiosa no tiene por qué ser alienante, sino que puede desplegar lo mejor del ser humano al servicio de la liberación. Más aún, en la religión de la esperanza se esconde un rico potencial simbólico del que suelen apropiarse los señores de la religión y de la política, y del que tienen que apropiarse los marginados tornándolo potencial emancipador.
El Dios de Israel apuesta por la causa de los oprimidos, que es la causa universal de la justicia. El profetismo es otro de los núcleos de la esperanza bíblica. Los profetas de Israel no se tienden en brazos del destino, sino que oponen a ese destino la libertad humana capaz de mutar el curso negativo de la historia y de anunciar un futuro nuevo a través de múltiples imágenes. Todo esto lo descubrí leyendo a Ernst Bloch, filósofo marxista ateo, que en su obra El ateísmo en el cristianismo define el cristianismo como “la religión del éxodo y del Reino”.
En la oscuridad del presente, con un clima utópico bajo mínimos, el avance de las distopías en la realidad y en medio de una realidad frívola y depresiva como la que estamos viviendo, vuelvo constantemente a la lectura de El principio esperanza, de Ernst Bloch (Trotta, 2004-2007) y de la Biblia, mis dos libros de cabecera. A Bloch para insuflar esperanza en la razón, introducir optimismo militante en la acción sociopolítica y elevar el vuelo de la cultura hacia el horizonte de la utopía. “La razón -afirma- no puede florecer sin esperanza ni la esperanza puede hablar sin la razón; ambas en unidad marxista. Ninguna otra ciencia tiene futuro, ni ningún otro futuro tiene ciencia”. La vuelta a la Biblia no tiene intención arqueológica y menos aún confesional, sino utópica y emancipadora.
En una entrevista de 1928 a la pregunta por el libro que más había influido en su vida, el dramaturgo alemán Bertolt Brecht respondía sin dudarlo que era –“y se van a reír”, apostillaba- la Biblia, con la que estaba familiarizado desde su infancia y juventud ya que su padre era católico y su madre protestante. Mi libro preferido es también la Biblia porque en él se encuentra una de las más bellas colecciones de utopías que activa y dinamiza el potencial de la esperanza e impulsa sueños de Otro Mundo Posible, en las antípodas de Netanyahu, que la utiliza para legitimar su operación genocida contra la población palestina.
Juan José Tamayo es teólogo y autor de la tetralogía Para comprender la escatología cristiana (EVD, 2007, 4ª ed.); Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch (Tirant, 2015, 2ª ed.), Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2016, 1ª reimpresión) y ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 4ª ed.).
Imagen: https://estebanlopezgonzalez.com/2019/07/29/ernst-bloch-el-principio-esperanza/
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