29 de Junio de 2024
[Por: Eduardo de la Serna]
Ya es un lugar común señalar lo grave que significó, para la Iglesia católica romana, el Cisma de Oriente (1054). Una serie importante de aspectos fundamentales desaparecieron de la reflexión, de la vida teórica de las iglesias: el Espíritu Santo, en primerísimo lugar, y con Él la Trinidad, como núcleo de comunión “perijorética” [la perijóresis es la común unión en el amor de las tres personas divinas]. Esta centralidad del Espíritu daba preeminencia a una Iglesia sinodal, a la recepción por parte del Pueblo de Dios de los impulsos del Espíritu en la comunidad. “Roma” se centró en el Padre y la Unidad, monárquicamente hablando…
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