07 de Junio de 2024
[Por: Miguel Pastorino | Semanario Voces]
¿Qué pasaría si le pidiéramos a alguien que hiciera ejercicios físicos por nosotros y nos libre del esfuerzo que implican tales actividades? Lo obvio: perdemos nosotros la posibilidad de mejorar nuestra condición física, nuestra salud, y nos iremos atrofiando físicamente, con todas las consecuencias que no es necesario explicar. Incluso en la retórica del gimnasio a nadie le parece un exceso que se hable de “sacrificio”, “esfuerzo”, “dedicación”, “dejarlo todo”, “hasta que duela”, y que a cuanto más tiempo y más esfuerzo, lograremos mejores resultados, “No pain, no gain”. El cultivarse como persona en todas las dimensiones posibles, es un imperativo presente en todo tiempo y cultura. Normalmente todos quieren ser mejores de lo que son y desarrollarse en distintos aspectos de su vida. Nada de esto nos resulta extraño, sin embargo, convivimos con una paradoja en cuanto al cuidado y desarrollo de nuestras capacidades, porque no sucede lo mismo con el cultivo intelectual. ¿Qué pasaría si los criterios que usamos para el cultivo del cuerpo, del entrenamiento físico se trasladara a la vida intelectual? ¿Se imaginan a un profesor hablando hoy de sacrificio, esfuerzo, dedicación…? Desde los padres hasta los colegas lo mirarían con extrañeza como a un dinosaurio ¿Por qué?…
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