Un texto con mucha riqueza

11 de Mayo de 2024

[Por: Armando Raffo, SJ]




El capítulo 6 del evangelio de Juan comienza relatando que Jesús se había trasladado a la otra ribera del mar de Galilea para estar a solas con sus discípulos. El pueblo, al notar que Jesús y sus apóstoles se dirigían hacia la otra orilla, le siguieron para escucharle. Cabe recordar que el Evangelio de Juan, como los otros tres, acabó de redactarse años después de la muerte y resurrección de Cristo. Eso implica que ellos realizaron una lectura de todo lo que habían vivido con Jesús a la luz de su pascua y con el propósito de anunciar su buena nueva.

 

Según el texto al notar la cantidad de personas, Jesús preguntó a Felipe: “¿Dónde procuraremos panes para que coman todos estos?” y continúa relatando que un muchacho ofreció todo lo que tenía: cinco panes y dos peces para compartir entre la multitud. Cabe notar que tanto los panes como los peces eran o serían símbolos muy caros a los cristianos. 

 

Sin lugar a dudas, hemos de entender que ese evento, más allá de cómo pudo haber sido en términos estrictamente históricos, implica un mensaje esencial: Cristo como el verdadero pan que alimenta la vida de sus seguidores y les de la fortaleza para seguirlo. Cabe notar, así mismo, que ese alimento pierde su sentido si no ocurre en el seno de la comunidad tal y como lo hizo Jesús en la última cena. Esto es así porque Él, su persona, es el verdadero alimento de los cristianos. 

 

Por otra parte, cabe recordar que el símbolo del pez, tan caro a los cristianos desde los inicios de la Iglesia, aludía y alude a la persona de Jesús y no a otra cosa. Ello se deja ver en el símbolo del pez que indicaba los lugares de reunión de los cristianos, especialmente en los tiempos de reunión en las catacumbas. La palabra ICTUS –pez-, es un acróstico cuyo significado es: Jesús el Cristo salvador de los seres humanos. De ese modo el pez –ICTUS- ya traducido al latín: “Iesus Christus, hominem salvator” simbolizaba la persona de Jesús como el salvador. 

 

Por tanto, los símbolos aludidos remiten, últimamente, a la persona de Jesús y a la comunidad por él fundada. Se trata del pan que alimenta la fidelidad que cultivamos en la comunidad. La celebración eucarística rememora la última cena como el verdadero alimento para mantener y crecer en fidelidad Con otras palabras, podemos decir que los cristianos procuramos rememorar la cena de Jesús con sus discípulos, una vez descubierto el sentido de la vida en su persona, como el alimento que necesitamos para entregar nuestras vidas al modo de Jesús.

 

Los primeros cristianos que sufrían persecuciones de todo tipo, no dejaban de reunirse de forma clandestina para seguir alimentándose, en comunidad, de la persona de Jesús para llevar adelante la misión encomendada.    

 

La abundancia a la que alude el texto de la multiplicación de los panes y los peces se explica por los números que tienen un simbolismo particular. El número siete, por ejemplo, simbolizaba la totalidad porque todo lo que podemos percibir ocurre a través de los siete orificios que tenemos en la cabeza: dos ojos, dos oídos, dos narices y una boca. No es por acaso, pues, que con cinco panes y dos peces –siete en total- alimentasen a toda la gente, ya que simbolizaban todo el alimento necesario para vivir con sentido y  ser seguidores de Jesús. Por otra parte, las doce canastas que sobraron de los panes y los peces, simbolizan la abundancia que ya estaba incoada en la comunidad de los doce.    

 

De entrada, hemos de pensar que esos números no aludían a cantidades reales sino a lo que necesario para alimentar la fidelidad del pueblo. Jesús tomó los cinco panes y los dos peces para repartirlos entre toda la multitud. Esa comida, que objetivamente era completamente insuficiente, alcanzó para todos y sobró. Podemos intuir, por una parte, que lo que dejó satisfecha a la multitud que había ido hasta el otro lado del lago de Galilea, no fue la comida física, sino el alimento de la palabra de Jesús Por otra parte, que lo poco que tenían alcanzó para todos, no por arte de magia, sino porque cuando compartimos nos alimentamos en forma sobreabundante. 

 

El texto que sigue aporta otros elementos muy interesantes, por ejemplo, que cuando el pueblo quiso hacerlo rey, huyó al monte para rezar. Una buena pregunta a hacernos seria ¿por qué habría de huir de aquel lugar cuando la popularidad de Jesús estaba asegurada? Cabe imaginar que el pueblo estaba muy entusiasmado con los signos realizados pero que no eran bien interpretados por la multitud. Ello determinó que les indicara a los apóstoles que bregaran hacia la otra orilla, mientras que Jesús fue a rezar a solas. 

 

Luego Juan relata que una vez en altamar sobrevino un fuerte viento que comenzó a encrespar el mar cuando perciben a Jesús que se acerca caminando sobre las aguas. “… vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca…” (Jn. 6, 19) Para los judíos el mar representaba el peligro; creían, incluso, que allí vivían monstruos. Cuando el texto subraya que Jesús camina sobre el mar quiere subrayar que el mal en términos generales y la injusticia en particular, no podrán desdibujar su misión y su identidad. Los seguidores están, estamos, convocados también a superar temores y caminar sobre las aguas. Cabe notar que la seguridad que nos asiste, no se apoya en cálculos humanos, sino en la misma persona de Jesús. 

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