Resucitar en la esperanza por medio del Espíritu

04 de Abril de 2024

[Por: Diego Pereira Ríos]




El tiempo de Pascua siempre es un tiempo especial en el cual los cristianos intentamos retomar fuerzas para seguir caminando. La Resurrección de Jesús nos invita a seguir creyendo que la muerte no tiene la última palabra, que el mal no triunfa, que la envidia o la lucha por el poder no son lo que más predomina en el mundo, sino que es el amor el que predomina. Claramente nos cuesta entender e incluso aceptar esta clase de amor demostrado por el Hijo de Dios que acepta la crucifixión para ser ejemplo de amor. En un mundo egoísta y competitivo, en un cristianismo tan divido en todo el mundo, la cruz sigue siendo signo de contradicción para todo ser humano. ¿Por qué aceptar ser maltratado, golpeado, acusado, burlado, tan injustamente? Cuando cada uno de nosotros necesita ser valorado, amado, cuidado, promovido, la Cruz del Calvario sigue siendo un gran desafío para todos los tiempos. Es de los enigmas más grandes que necesariamente debemos enfrentar.

 

Este tiempo Pascual nos encuentra en medio de tantas preocupaciones y desafíos mundiales, que nos cuestiona a redescubrir en lo cotidiano aquello que nos toca hacer a cada uno. Entre guerras, desastres naturales por el cambio climático, el sistema-mundo que sigue ampliando la brecha social, una política tan polarizada que sigue generando enfrentamientos entre países vecinos; el amor de Dios demostrado por Jesús en la Cruz sigue invitándonos a movilizarnos para comprometernos en tener actitudes concretas cada día, para ejercer amor allí en el lugar que ocupamos en el mundo. Los grandes proyectos son necesarios, las alianzas y acuerdos son fundamentales para la organización y planificación de acciones conjuntas que concienticen y den lineamientos para una mayor incidencia. Pero lo más fundamental nace en la soledad de cada persona, en la relación con el Dios de la vida, en el cultivo personal de una alianza de amor con el Dios del amor, que sostiene y hace posible cada uno de nuestros pensamientos y acciones. 

 

Ante el justo cansancio década día y la posible desazón, necesitamos resucitar con Cristo y creer en la fuerza del Espíritu Santo para que renueve nuestra esperanza. Como afirma san Pablo: “Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes” (Rm 8, 11). Jesús ha resucitado y está vivo entre nosotros, y si nosotros creemos en él y en que fue el Espíritu de Dios quien lo hizo posible, ese mismo Espíritu es quien hará posible que mantengamos nuestra fe y que cada día nos levantemos con la fuerza necesaria para seguir trabajando por nuestro mundo. Si creemos firmemente en que es el Espíritu quien habita en nosotros, todo nuestro ser dará cuenta de ello. De esta manera podremos purificarnos de todo lo negativo y seguir construyendo caminos de esperanza renovando cada día nuestras ideas y proyectos, contagiando a otros la alegría de sabernos hijos de Dios y de haber sido salvados por el amor de Jesús.

 

Necesitamos resucitar con Jesús y renovar nuestra esperanza, y creerle a Dios que el Espíritu es quien lo hace posible. Es el quien viene a alimentarnos cada día para darnos esperanza: “Dar a luz, alimentar, proteger y consolar, empatía y simpatía del amor, son todas ellas expresiones sugerentes para describir la relación del Espíritu con sus hijos”[1]. Esta compañía del Espíritu, cuando es experimentada, renueva las fuerzas, da sentido a cada acontecimiento, consuela en las dificultades y genera una fuerza vital para sostener nuestra fe en la presencia gloriosa de Jesús entre nosotros. Ante las pequeñas muertes de cada día, ante los cansancios y desvelos, ante el sentimiento de fracaso, de dolor, el Espíritu acude a nuestro llamado para renovar nuestra esperanza. Resucitar cada día y ampliar horizontes, renovar nuestra esperanza en un futuro mejor posible, es parte de la fuerza que nace de la Cruz de Jesús y se hace palpable en su presencia resucitada entre nosotros. Vivamos esta nueva Pascua como un nuevo “paso” hacia un futuro que sólo debe estar puesto en Dios.

 

Imagen: https://www.elcaribe.com.do/opiniones/la-resurreccion-el-camino-de-la-esperanza/ 

 

 

[1] Moltmann, Jürgen, El Espíritu de la vida, Sígueme: Salamanca, 1998, p. 177.

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