El deseo de ser bendición

03 de Marzo de 2024

[Por: Rosa Ramos]




“Que la paz de Jesús esté contigo,

que puedas reconciliarte

con lo que nunca estará logrado en tu corazón,

que tu presencia sea ´bendiciente´

para todos aquellos que encuentres;

que camines sin lastimar,

que el cuidado de otras vidas te guíe.”

Mariola López Villanueva

 

Así termina el libro “Bendecidas con las ganas de vivir” de la religiosa española Mariola López (Sal Terrae, 2023), invitándonos a “pronunciar suavemente sobre cada rostro concreto que se abre” esa bendición. Una propuesta que resume el libro, que es un canto a la vida y al amor fraterno y sororal. No pude guardarme el gozo de esta lectura, primero compartí la foto de este cierre con algunas personas, luego cerré el libro y volví a abrirlo para copiar la oración-bendición y hacerla llegar a muchos a través de este artículo.

 

Este pequeño y bello libro, tan estimulante, no está a la venta en mi país, pero seguramente en otros se encuentra fácilmente. Vale su lectura y disfrute. Empiezo por agradecer a la Hna. Ángeles que nos lo regalara como prenda del encuentro, tras un familiar almuerzo compartido con dos amigos dilectos, con tanta alegría y sencillez, que bien recordaba las comidas de Jesús con sus amigos y después las de los primeros cristianos.

 

Tomaré con libertad algunas ideas, sobre todo propondré las resonancias que me ha provocado la lectura. Se trata de un libro con sabor a Evangelio, que contagia entusiasmo de vivir sin desconocer las realidades durísimas en que nos movemos. En medio de un mundo de exclusiones y no pocas miserias humanas, nos invita a mirar más hondo, subrayando que es tiempo de ahondar la llamada, de compartir la vida, de abrazar lo frágil, de curar la herida, de contagiar alegría, de celebrar la belleza y de alumbrar la paz (esos son los siete capítulos del libro).

 

Las vidas logradas y admirables nos hacen atisbar las maravillosas posibilidades humanas. Las vidas destrozadas permiten ver la luz de la Gracia a través de sus heridas y grietas. Dios no se deja vencer en su libertad, generosidad y gratuidad, se hace presente siempre. He estado leyendo varios libros en este febrero que me han puesto de cara al dolor que provoca la barbarie y la injusticia unidas a la ignorancia (el viejo Sócrates, según Platón, creía que obramos mal por ignorancia del bien). También he ahondado en vidas que se malogran por malas decisiones o por fragilidades personales y familiares, sin embargo, es siempre posible -para un lector de fe- rescatar algo bueno, noble, auténtico y bello, que no deja de asomarse en las peripecias humanas. Esas luces nos recuerdan lo que alguna filosofía llama “los trascendentales del ser”.

 

Este libro de la biblista española sirve en bandeja esos valores, se empeña a lo largo de todos los capítulos en resaltar tales luces. Cuando señala las sombras de este mundo, las dificultades de la convivencia y otros males contemporáneos, lo hace como una cámara que enfoca un punto por un momento, pero rápidamente toma distancia para mostrar la escena en su conjunto y poner de relieve la belleza global, la luz de bondad que ilumina el cuadro. 

 

Se trata de un libro que educa la mirada para descubrir lo bueno, que anima a ser parte activa de la historia de salvación, precisamente bendiciendo, compartiendo, sanando, llevando alegría y paz, sacando a luz lo más noble del ser humano. 

 

Dios nos sigue llamando y bendiciendo “a través de todo” -dice ella y suscribo- No hay acontecimientos mudos para una lectura de fe de la historia. Hace unos días, un acontecimiento tan mínimo y normal como un nacimiento, me ayudó a leer la historia de una familia a lo largo de más de treinta años como “via salutis”, historia de salvación. La vida se acomoda, endereza, y gana. Le gana a la muerte, al dolor, a la pérdida de sentido y confianza que nos amenaza. La vida triunfa portando novedad y esperanza en un frágil bebé envuelto en pañales (como describe Lucas), aunque los protagonistas no lean eso con ojos de fe. Como decía san Pablo, hay múltiples carismas orientados al servicio de la comunidad, hacer hermenéutica de la cotidianidad es sólo uno.

Mariola con su modo tan femenino de abordar los temas, de apelar a textos bíblicos, hace una apología de la esperanza, sin hablar expresamente de ella. Esperanza en el género humano, animado desde dentro por la fuerza del Espíritu, que no ahorra ni libertad ni decisión, pero llama y atrae hacia la humanización-divinización. La autora pinta actitudes, gestos, que son como faros que indican o desvelan un horizonte, e invita a caminar en esa dirección. Leído en Cuaresma, brinda un programa de giro para nuestras vidas: “conviértanse y crean en el Evangelio”.

 

Alentar la esperanza es prioritario en este tiempo nuestro que se caracteriza -entre otras notas- por la falta de esperanza, por la resignación a lo que hay o no hay, a lo que es o no es, como un designio inmutable. Hemos vuelto a esa concepción de situaciones inamovibles que caracterizaba los tiempos antiguos.

 

Con la Modernidad vivimos la euforia de creer en cambios y utopías (espacios-mundos felices, no imposibles, a partir de la raíz “eu”). Sin embargo, la misma Modernidad nos encegueció de poder y nos llevó a creernos dioses todopoderosos y la emergencia del sujeto -buena en sí- nos condujo por movimiento pendular al individualismo…. A todo esto, declaramos por escrito, por olvido, o por descuido vital: “Dios ha muerto” y quedamos solos, a la intemperie y a merced de intereses inhumanos y voraces. Sin fe en Dios y sin fe en las construcciones humanas, que mostraron sus pies de barro, las grandes multitudes carecen hoy de esperanza, deambulan “como ovejas sin pastor”.

 

De ahí que este llamado de Mariola, sea tan pertinente, semejante al de otros profetas contemporáneos, que nos convoca a mirar de frente la realidad, global y local, a mirar rostros, historias, atravesando su superficie para descubrir lo que tiene de germen, de rescoldo encendido. También mirar atentos nuestro interior profundo, su sed y su bondad creatural, más allá de deseos seducidos y superficiales, para desde allí vivir, amar, cuidar la vida, alentarla.

 

En el prólogo del libro citado, la autora decía algo que dejo como cierre del artículo haciéndome eco de su deseo: “Ojalá cada uno de nosotros lleguemos a ser hombres y mujeres bendecidos con las ganas de vivir, como lo fue intensamente Jesús. Que nuestras vidas se vuelvan, con él y en él, cada vez más accesibles y sanadoras para otros.”

 

Imagen: https://www.aulafacil.com/uploads/cursos/6328/23564_diapositiva3.es.jpg 

 

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