09 de Marzo de 2012
«Ofrecí a la Iglesia mi corazón, mi cerebro y mis brazos; ella me aconsejó hacer ganchillo en el salón de mi madre». Esta frase amarga fue pronunciada, hace casi un siglo, por Florence Nightingale, una mujer enérgica y creativa, que rehusó desempeñar el papel que pretendían adjudicarle los hombres de la Iglesia de Inglaterra. No hay duda de que la renovación de los cuidados hospitalarios debe mucho al coraje y rebeldía de esta mujer. Javier Calvo Guinda
«Ofrecí a la Iglesia mi corazón, mi cerebro y mis brazos; ella me aconsejó hacer ganchillo en el salón de mi madre». Esta frase amarga fue pronunciada, hace casi un siglo, por Florence Nightingale, una mujer enérgica y creativa, que rehusó desempeñar el papel que pretendían adjudicarle los hombres de la Iglesia de Inglaterra. No hay duda de que la renovación de los cuidados hospitalarios debe mucho al coraje y rebeldía de esta mujer. Javier Calvo Guinda
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