[Por: Lisandra Chaves, Fernando Canchón, Galo Sánchez | Celam]

Hace 17 años la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (mayo 2007) realizada en Aparecida (Brasil) observó que “los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos”. (Documento Aparecida, 90). Esta situación, lejos de resolverse, se ha agravado.

El Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica (2019) evidenció una vez más que la vida de los pueblos indígenas, mestizos, ribereños, campesinos, afrodescendientes y las comunidades tradicionales se ve amenazada por la destrucción, mientras que la Asamblea Eclesial desveló el profundo dolor de afrodescendientes a causa de “fuertes rasgos de racismo, exclusión y abuso en nuestras sociedades, e incluso la poca sensibilidad en la Iglesia sobre su realidad e identidad” (Síntesis Narrativa, p. 68).

Por eso estamos, llamados a vivir la Cuaresma con talante y espíritu misionero como fieles discípulos de Jesús para ser voz profética en medio de nuestros hermanos indígenas y afrodescendientes que sufren las secuelas del pecado social y la indiferencia…

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