[Por: Carlos Maza | Cristianisme i Justicia]

En un diálogo en línea, con motivo de la publicación del cuaderno Democracia cultural, Xavi Casanovas le preguntaba a su autor, Jorge Picó, por los distintos efectos de la cultura en las personas. Casanovas había ido a ver Una noche sin luna, la obra de teatro de Juan Diego Botto sobre Lorca, y había salido con deseos de más justicia. ¿Por qué otros, al leer a Nietzsche y escuchar a Wagner, tenían ganas de invadir Polonia?

La cultura es ambigua, y nosotros, muy distintos. Por eso, es tan valioso contar con una herramienta como el Evangelio para interpretarla. Pero el encuentro es complejo: ni la cultura va a quedar igual después del encuentro con aquel ni el cristianismo permanece intacto al relacionarse con aquella. No solo se trata de reconocer cómo el Espíritu de Jesús está activo y presente en la cultura, ni de la función crítica que respecto de esta tiene siempre el Evangelio. El mismo misterio de Cristo hace del cristianismo una religión de diálogo, necesitada de la alteridad del otro, nunca completa del todo.

En el diálogo con un mundo culturalmente plural, el cristianismo muestra una enorme capacidad para asumir diferentes rostros, para estructurar su verdad de manera diversa. Al menos, esto es lo que me gustaría defender en este itinerario: que, en un mundo plural, la teología también puede serlo. Teniendo claro que el camino de Jesús sigue siendo el criterio y, con el misterio de la Pascua en el centro, podemos correr el riesgo de seguir interpretando a partir de las nuevas historias que nos ofrece la cultura. Las películas, las novelas, las canciones, los movimientos sociales… suponen una continua provocación para el discernimiento sobre lo que es fundamental y contingente en el cristianismo.

Estas páginas que siguen son el fruto del diálogo entre algunas preocupaciones e intereses personales y mis estudios de Teología en Nápoles. Me gusta pensar que hay algo del espíritu de esa ciudad en ellas. Allí tuve la oportunidad de profundizar en la contribución del teólogo dominico Claude Geffré al tema del Evangelio y las culturas, a partir de su propuesta de una teología hermenéutica y de diálogo interreligioso. Este cuaderno no hubiera sido posible sin conocer su obra y, sobre todo, su sensibilidad a la hora de hacer teología y de vivir la fe.

Tampoco sin la ayuda ni la confianza de Sonia Herrera, editora del blog de Cristianisme i Justícia, quien me invitó a redactarlo y me ha recordado la necesidad de escribir de manera que nuestras madres nos entiendan. Mi gratitud, pues, a ambos. Espero que ayude a continuar en camino…

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