La historia que desafía a los profetas

14 de Enero de 2024

[Por: Armando Raffo]




Sicre, en su libro “El cuadrante” narra que cincuenta y siete años antes del nacimiento de Jesús, el gobernador Gabinio había convertido a Séforis en la capital de Galilea. El autor recuerda que la historia de esa ciudad no fue fácil. Dice Sicre: “En ese contexto, cuando recién nacido Jesús, el pueblo se rebeló contra Roma. Los habitantes de Séforis resistieron todo lo posible al ejército de Varo, delegado romano de Siria. Como castigo, Séforis fue incendiada y sus habitantes deportados. Según esto, cuando Jesús era niño, la visión de Séforis no debía de ser muy agradable. Un montón de ruinas incendiadas.”  

 

Jesús, pues nació en un mundo dominado por los romanos que ostentaban con crueldad su poderío y dominio. Prueba de ello es que cuando Jesús estaba próximo a nacer, su padre y su madre tuvieron que ir a Belén de Judea para cumplir con el censo que se había impuesto y que debía realizarse en la ciudad natal de cada padre de familia. Además, relatan los evangelios de Lucas y Mateo, que el embarazo de María estaba muy avanzado cuando tuvieron que subir a Belén. María dio a luz en un establo porque no había alojamiento para ellos en la posada: “Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.” (Lc. 2,1-7)

 

Viene a cuento recordar la famosa sentencia de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Eso quiere decir, entre otras cosas, que vamos fraguando nuestra identidad de la mano del aire cultural que respiramos y de las relaciones significativas que sostenemos con otros en el contexto social y cultural en que nacemos y crecemos. Las circunstancias en las que nació y creció Jesús marcaron, sin lugar a dudas, su forma de sentir, mirar y percibir. Ese nacimiento ocurrió en un contexto social y cultural atravesado por situaciones tan adversas como aguantar la prepotencia de los romanos, las injusticias propias de su forma de dominio y el intento sostenido por diluir la historia y la cultura del pueblo judío. 

 

Importa notar, también, que la familia amplia de Jesús provenía del grupo de los “anawin” que quería decir: “los pobres o los humildes de Yahvé”. Este grupo cuidó con esmero su identidad y su fe durante el tiempo que estuvieron deportados en Babilonia y acabó conformando un grupo señalado por la fe inquebrantable de sus ancestros. Cuando regresaron a su tierra natal, cuidaron esa fidelidad como su mayor tesoro. Los “anawin” supieron preservar su identidad en el contexto adverso de Babilonia y también al arribo a su propia tierra.  

 

Teniendo en cuenta los antecedentes y las circunstancias en que nació Jesús, es difícil pensar que todo ello no hubiera moldeado, en alguna medida, su corazón y sus sueños. Se dio un choque de culturas: la que querían imponer los romanos a pura fuerza, y la propia de los judíos oprimidos que con denuedo cuidaban su fe y sus tradiciones. Repetimos, se pueden subrayar dos circunstancias fundamentales que deben haber marcado la identidad de Jesús: la opresión y la humillación del pueblo a manos de los romanos, por un lado, y la fidelidad férrea de los anawin, por otro.

 

Mateo hace referencia a esa fidelidad subrayando la grandeza de la genealogía de Jesús a través de números perfectos que, para el mundo judío, constituían una forma de señalar su misión alentada por Yahvé. Mateo resume esa historia de la siguiente manera: “Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.” Mt.1,17

 

Cabe recordar que los números en la Biblia no son por acaso en muchos casos, sino que suelen indicar alguna realidad significativa o proceso relevante. Si tenemos en cuenta que el número tres alude al ciclo perfecto y el siete a todo lo que se puede percibir, porque siete orificios tenemos en la cabeza que nos conectan con la realidad (dos ojos, dos oídos, dos narinas y una boca), bien podemos intuir que hay un mensaje cifrado. Además, el texto se refiere a tres grupos de catorce generaciones; es decir, tres generaciones de 7 x 2. De esa forma se alude a una tradición perfecta que apunta o se orienta hacia Jesús. Se trata de una historia marcada por la fidelidad que desemboca en Jesús como señalándole la misión que le competía. Se resalta, así, la mirada creyente que descubre una identidad atesorada a lo largo de la historia que culmina en Jesús. Se trata de una lectura teológica que alumbra una historia de fidelidad que emerge en la adversidad.

 

Si retomamos la frase de Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”, parece evidente que la historia que precede a Jesús y el contexto cultural en que nació, fueron instancias decisivas para que asumiera el sentido que dio a su vida. Con otras palabras, podemos decir que todo ello fue un poderoso acicate para que asumiera lo que iba entendiendo era la misión que el Padre le encomendaba y que la realidad pedía a gritos.

 

Imagen: https://www.amerindiaenlared.org/uploads/contenidos/201712/1514291955_dPmGPznf.jpg 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.