Nacimiento a tres voces

24 de Diciembre de 2023

[Por: Francisco Javier Burgos]




José:

 

Encima de las dificultades que hemos tenido estos años, a las autoridades se les ha ocurrido hacer un censo en medio de tantos disturbios. Yo he tenido que mover mi tallercito de un lugar a otro para poder hacerle frente a los cuidados de María. Pues, este embarazo sí que nos sorprendió, pues, a penas yo tenía ahorrados unos pesos para comprar unas herramientas que me hacen falta y ahora lo he tenido que invertir en el alquiler de un burro para intentar llegar a un lugar seguro, no vaya a ser cosa que a este muchacho se le ocurra nacer en el camino.

 

A pesar de todo, la gente del vecindario nos ha mostrado su cariño y nos han preparado unos panes, frutas y agua para el camino. ¡Cuánta generosidad! Eso sí que es un milagro, pues, las cosas van dándose como lo dijo aquel Ángel que me visitó: “José, confía, que Diosito está contigo y en tu hijo se cumple la liberación de tu pueblo.”  

 

Estoy tan emocionado. Veo a mi amada María con tanto cariño y sé que, aunque yo no lo comprenda del todo, vamos a salir a camino y se cumplirá la justicia anhelada.

 

María:

 

De niña sí que me gustaba montar el burro, pero confieso que con esta barrigona tengo mucho, mucho miedo. Por suerte, este viaje no nos ha tocado realizarlo en temporada de fuertes lluvias y la gente que hemos conocido en el camino han sido solidarias con nosotros. 

 

Ayer, fue lindo ver en el camino a otra pareja con su niña recién nacida. Me dio tanto ánimo para seguir adelante. Otra señora me dio unos sorbos de té para calmar un poco a este Jesusito que parece que ya quiere salir y José me frotó unas yerbas en los pies, pues, están muy hinchados. 

 

Ya casi vamos llegando a Belén y las contracciones se van acelerando. Gabriel, ese enviado de Dios, no sabía mucho de dolores de parto, pero sí que me puso en contacto con otras mujeres, incluida mi prima Isabel, quienes me dieron tremendas lecciones de maternidad. Ellas me acogieron, compartimos un guiso, juntaron unas velas y rezaron conmigo; eso sí que hizo que mi espíritu se alegrara en Dios que salva. Yo había visto la sororidad antes, pero recibirla con tanta simpleza y cuidado me hizo sentir muy bendecida y llena de gracia.

 

Ahora, andamos en Belén. No hemos podido localizar al primo de José que nos iba a recibir en su casita. Parece que el barrio donde él vivía ha sido desalojado y ahora nos toca ir buscando posada en las afueras del pueblo. Veo que José está muy frustrado, pues, en algunos lugares nos han dicho que nos darían hospedaje si les damos a cambio el burro y las herramientas de carpintería, y eso es lo único que tenemos para seguir adelante y hacer algo de trabajo mientras viajamos y esperamos a Jesús.

 

¡Ay, ay! Apurémonos José, que parece que ya va a nacer.

 

El Ángel de Dios:

 

De todas las misiones que se me han encardo, esta ha sido la que más me ha desafiado. Imagínense ustedes, tener que hacer razonar a José para entendiera que Dios obraba en su mujer y que ella iba a dar a luz a un niño frágil y pobre que sería camino, fuerza y fuente de liberación. Convencer a José que el sueño de Dios iba a tener lugar desde la pequeñez y la no-violencia, de que la justicia y la paz realmente se besarían, no fue una tarea nada fácil.

 

A mi compañero Gabriel le tocó hablarle a María, la esposa de José, y casi la mata del susto.

 

Ni Gabriel ni yo teníamos idea de lo que se nos estaba confiando en este proyecto de encarnación, pero lo cierto es que ambos nos sentimos muy privilegiados por esta misión, y sabemos que todo el coro de ángeles estaba a la espera de escuchar de nuestra travesía.

 

Bueno, para no alargarle el cuento. Jesusito llegó al mundo en medio de un despelote social: guerras, ocupaciones, violencia, y sobre todo mucha indiferencia por parte de la gente que se beneficiaba de la miseria de otras personas. Y sin embargo, ante toda esa diablura, se daban signos de esperanza, solidaridad, compromiso. La gente sencilla iba haciendo a Dios posible en sus gestos de acogida, generosidad; en sus pequeñas alegrías cotidianas, y eso a mí sí que me llenaba el corazón. 

 

La noche que Jesús nació, las estrellas parecían como aquel día primero de la creación, estaban tan brillantes que las campesinas y campesinos podían pastar a la intemperie y cuidar de sus rebaños mientras compartían sus pocos alimentos. En el momento del nacimiento, hasta yo quedé sorprendido, pues, Diosito se la había ingeniado para enviar un coro de ángeles que no paraban de cantar y de bendecir a la tierra con la paz anhelada, esa que está sembrada en el corazón de la gente de buena voluntad.

 

Ver a María y a José en ese ese pequeño espacio diseñado para dar protección a los animales. Ver como José y unos cuantos campesinos acomodaron un rincón para recostar a María. Ver a las mujeres darle aliento a María en medio del parto y ver a ese niño con todas las ganas de vivir como quien quisiera anunciar con sus primeros gritos “no teman, el reino de Dios ha llegado”, eso sí que hizo que este viejo ángel viera cumplida la promesa de salvación por la que tanto mis compañeras y compañeros trabajamos en la presencia de Dios que es bueno y bondadoso.

 

¡Feliz Navidad!

 

Imagen: Cerezo Barreto.

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