09 de Diciembre de 2023
[Por: Jesús Lozano]
En la entrevista anterior hablamos de Jesús como Indignado con las autoridades religiosas, con el poder político, con la religión y la teología oficiales, con los poderes económicos, con la religión y la sociedad patriarcales y con Dios. Empecemos en esta nueva entrevista, si te parece, por la indignación con las autoridades religiosas ¿Cómo son valoradas estas en los evangelios?
JJT. Muy negativamente. Son acusadas de hipocresía. En su conducta se aprecia una profunda escisión entre realidad y apariencia. Los letrados dan constantemente muestras de ostentación, al buscar el reconocimiento público y la afirmación de su "dignidad" a través de gestos altivos. Les encanta pasearse con amplios ropajes y ser reverenciados en las plazas y les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes.
Esa es la apariencia. Pero, ¿cómo son en realidad? ¿Qué hacen?
JJT. Practican la corrupción. Lo expresa con toda su crudeza Jesús: "devoran las casas de las viudas" (Mc 12, 40). Tal comportamiento resulta especialmente grave e inmoral. Los derechos de los huérfanos, de las viudas y de los extranjeros eran reconocidos por la Ley y estaban garantizados jurídicamente. Dios escucha el clamor del huérfano y de la viuda y se declara protector suyo, cuando sus derechos no son respetados (cf. Ex 22, 20-22). Declara malditos a quienes hacen de las viudas su botín y despojan a los huérfanos (Is 10, 2).
Más aún, se establece una estrecha relación entre el expolio de las viudas y la práctica religiosa: los largos rezos sirven de "pretexto" para devorar las casas de las viudas (Mc 12, 40). Hay una ruptura entre interior y exterior, labios y corazón, culto y justicia. Lo pone de manifiesto Marcos citando al profeta Isaías (29, 13): "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres" (Mc 7, 6-8).
Amén de la referida ruptura, el texto subraya la sustitución de la palabra de Dios, que es humanitaria, por aquellas tradiciones humanas que oprimen la conciencia y, en definitiva, por su propia voluntad. Un claro ejemplo de tan suplantación es ofrecer al templo como donativo lo que debiera darse al padre y a la madre como sustento (Mc 10-13).
¿Qué otra crítica hace Jesús a las autoridades religiosas?
JJT. Su dureza de corazón, provocada por el legalismo al que están atados. Este hace insensible a la persona ante el sufrimiento ajeno, impide el amor a las personas necesitadas y dificulta la solidaridad. Con tal actitud, no está defendiendo la anomía religiosa. Lo que no acepta es la absolutización de la ley.
Las acusa también de ser incapaces de "leer" las Escrituras. Por ello están instalados en el error. Ese es el caso de los saduceos, que niegan la resurrección de los muertos porque no entienden el significado de la resurrección (Mc 12, 18-27). Lo mismo sucede con quienes han profanado el templo, dedicándolo a tareas mercantiles, olvidándose que es "casa de oración para todos los pueblos" (Mc 11, 15-17). Hay una manipulación de las Escrituras Sagradas. La consecuencia de esta crítica es clara: el magisterio de las autoridades religiosas es falso.
¿Y de la autosatisfacción de las autoridades qué dicen los evangelios?
JJT. Pues la autosuficiencia es otra de las acusaciones más severas que recaen sobre los guías religiosos de Israel. La parábola del fariseo y el publicano (= recaudador) en el templo retrata ejemplarmente la personalidad del fariseo en contraposición a la del publicano (Lc 18, 9-14). Los fariseos creían estar a bien con Dios, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a las demás personas. El fariseo de la parábola, dice el texto, "se plantó" (18, 10); adopta una actitud engreída y auto-justificatoria en la oración; se considera perfecto, porque cumple los preceptos (del ayuno y el diezmo); tiene una actitud despectiva y discriminatoria frente al publicano. Se muestra autosuficiente ante Dios. No se cree necesitado de arrepentimiento y tampoco de perdón. ¿Qué es lo que se oculta tras su autosuficiencia? Un desconocimiento de Dios y una falta de experiencia del amor de Dios.
El publicano, sin embargo, se muestra más humilde y reservado: "se quedó a distancia y no se atrevía a levantar los ojos al cielo" (Lc 18, 13). Su actitud es de respeto ante el misterio de Dios, de reconocimiento de su pecado y de arrepentimiento.
La autosuficiencia de las autoridades religiosas desemboca en elitismo. Se creen los mejores y desprecian a todo el mundo, considerándolo injusto e impío: a la mujer por pecadora; a Jesús por cómplice y encubridor (cf. Lc 7, 36-50); a los publicanos y descreídos (Lc 5, 30), a la mujer adúltera (Jn 8, 1-11), etc.
¿Y cómo valore la autoridad de los dirigentes religiosos?
JJT. No les reconoce autoridad y relevancia moral. Ese es uno de los principales motivos del conflicto que desemboca en la muerte. Las autoridades están desacreditadas; no le merecen ningún respeto porque no encarnan la voluntad de Dios, sino que van en la dirección contraria.
A la falta de autoridad de los líderes religiosos oponen los evangelistas la autoridad de Jesús, unida indisociablemente a su libertad y a su rebeldía con causa. El término "exousía" empleado para referirse a la autoridad de Jesús incluye la libertad. Jesús, dice Marcos, "les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados" (Mc 1, 21-22). A Jesús le llaman "maestro" en señal de respeto.
La autoridad implica credibilidad. Y ahí sí que Jesús se ensaña con las autoridades religiosas acusándolas de falta de credibilidad. ¿Cómo van a ser creíbles unas personas que dicen ser representantes de Dios cuando en su vida demuestran ser emisarios de los poderes del mal?
Califican las expulsiones de Jesús de los malos espíritus de pacto con Belzebú, príncipe de los demonios, que es quien le da el poder de exorcizar (Mc 3, 22). La respuesta de Jesús resulta contundente: ¿cómo puede Satán expulsar a Satán? Satán es "figura del poder y de la ambición de poder". Las expulsiones de demonios son la señal de que el pueblo es liberado del poder de Satán, del poder del mal, concretado en las estructuras de pecado.
Indignado con el poder político: en defensa de la libertad del pueblo
Vayamos ahora a la Indignación de Jesús con el poder político. Suele decirse que Jesús fue apolítico. ¿Qué crees tú, Juan José?
JJT. En un sistema teocrático, religión y política son inseparables. En el modelo judío de dominación romana, se daban conexiones estrechas entre las instituciones religiosas y las instituciones políticas y una mutua colaboración entre las autoridades religiosas y las políticas.
Tenemos pocos datos sobre la actitud de Jesús ante el poder político. Y los que tenemos están condicionados por la intención teológica de cada evangelista. Pero hay uno que resulta plenamente fiable: Jesús es condenado a muerte de cruz. La crucifixión se aplicaba siempre a condenados por motivos políticos. En el caso de Jesús la condena responde a la resistencia que opuso a las autoridades religiosas y al poder político invasor (= Imperio romano). Fue acusado de alterar el orden público y de soliviantar a las masas.
¿Fue un error la condena de Jesús a la pena capital?
JJT. Así lo creía Rudolf Bultmann, para quien la crucifixión de Jesús no respondía a su actuación pública, sino a un malentendido del poder romano, que habría interpretado equivocadamente la actividad de Jesús en clave política, cuando solo se movía en el plano religioso.
Hoy, sin embargo, los exegetas coinciden, frente a Bultmann, en la significación política, en clave subversiva, de la vida, persona, actividad y mensaje de Jesús.
¿Puedes poner algunos ejemplos?
JJT. Claro que sí. Los tres sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ponen en boca de Jesús una crítica severa al poder y una propuesta alternativa, que es el servicio: "Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad. No ha de ser así entre vosotros; el contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro, y el que quiera se primero, ha de ser siervo de todos, porque tampoco el Hijo del Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar vida en rescate de todos" (Mc 10, 42-45; cf. Mt 20, 25-28; Lc 22, 24-27).
El texto no parece corresponder al Jesús histórico, es verdad. Se trata, más bien, de una elaboración posterior, que tiene en cuenta el ejercicio despótico del poder por parte del emperador romano Nerón, bien conocido y sufrido por los destinatarios del evangelio de Marcos. Pero parece recoger la actitud del Jesús histórico ante el poder político.
Los dirigentes de los pueblos son propensos a sobrepasarse en el ejercicio del poder, siguiendo el viejo adagio de que "el poder corrompe y el máximo poder corrompe máximamente". Al abusar de su poder imponen la dialéctica opresores-oprimidos. El movimiento de Jesús no se rige por esa dialéctica, sino por la actitud de servicio. En ese sentido constituye un contra-ejemplo frente al poder político y una crítica a su ejercicio despótico.
Jesús mantiene choques, directos o indirectos, con las autoridades políticas. Conflictiva es su relación con Herodes Antipas, quien asocia a Jesús con Juan Bautista. Herodes temía que el pueblo, movilizado por Juan Bautista, se levantara contra él. Por eso manda ejecutarlo. El mismo temor sentía hacia Jesús, a quien le llega un recado de que abandone el territorio de Tiberíades, porque Herodes quería matarlo (Lc 13, 31). Pero Jesús no se pliega ante la amenaza herodiana. Más bien hace frente a Herodes, llamándole "don nadie" (Lc 13, 32, versión de Juan Mateos) y prosigue su camino y su actividad liberadora.
¿Qué tipo de trampas le tienden a Jesús en el plano político?
Las trampas que le tienden son constantes, y ello con la intención de enfrentarle con el poder político. La más paradigmática es la tendida sobre la legitimidad o ilegitimidad del pago del tributo al César (Mc 12, 13-17). Se trata, según biblista Joachim Gnilka, de "una de las preguntas (políticamente, añado yo) más tensas de todo el evangelio"[1]. Si se declara partidario de la legitimidad del tributo, estaría justificando la invasión y se colocaría en contra del pueblo judío. Si se muestra contrario al pago, correría el peligro de ser detenido por desacato a la autoridad política.
¿Y cuál es la estrategia de Jesús?
JJT. Su estrategia desconcierta a sus adversarios. En primer lugar, no lleva moneda alguna (dinero) consigo, como prueba de desprendimiento y de no dependencia del Emperador, mientras que sus adversarios sí la llevan. Ello significa que utilizaban la moneda imperial y reconocían la soberanía del Emperador sobre Israel. En segundo lugar, Jesús no responde directamente a la pregunta de si hay que pagar o no el tributo al César. Lo que dice es que devuelvan la moneda al César. Con ello se quiere significar, según no pocos intérpretes, la renuncia a reconocer al Emperador como señor y, en consecuencia, su dependencia económica. ¿Qué hacer, entonces? Ser fieles a Dios, que está por encima del César y renunciar a explotar al pueblo.
¿Y cuál es, a tu juicio, el momento de mayor tensión en el enfrentamiento de Jesús con el poder político y religioso?
JJT. Sin duda ninguna, la actitud de Jesús contra los mercaderes en el templo en la la escena de la -mal llamada- purificación del templo (Mt 21, 12-17; Mc 11, 15-19; Lc 19, 45-48; Jn 2, 13-32). Ese fue el momento de mayor indignación de Jesús en su actividad pública. Lo que hizo en aquella escena fue, según el historiador judío, Geza Vermes, fue lo que no debía, cuando no debía y donde no debía.
Lo explico. El templo ejercía importantes funciones religiosas y políticas: era casa de oración, pero también lugar donde se ofrecían sacrificios por el emperador y el pueblo romano. Era lugar de cambio de moneda y de comercio legitimado religiosamente. Operaba como vehículo de explotación económica, especialmente contra los pobres. El gobernador de Judea supervisaba las finanzas y jugaba un papel importante en el nombramiento del Sumo Sacerdote. Los delitos contra el templo eran perseguidos por ambas autoridades, la religiosa y la política. Ello explica el carácter desestabilizador y desafiante, incluso para el poder político, de las invectivas de Jesús contra el templo. La indignación de Jesús contra el templo y contra quienes lo había convertido en un mercado constituye uno de los de los motivos decisivos para su detención y ulterior condena a muerte.
[1]. J. Gnilka, o. c. II, 178.
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