Mientras haya Sínodo hay esperanza

02 de Diciembre de 2023

[Por: Elza Ferrario]




Del 3 al 25 de octubre trabajé en Roma con una red de católicos latinoamericanos y católicos ecuménicos que ofrecieron apoyo teológico a los delegados y delegadas al Sínodo.

 

Me preguntan: ¿cómo ha ido el Sínodo? ¿Cómo debemos interpretar el Informe de Síntesis publicado el 28 de octubre?

 

Creo que lo que no hay que hacer es leer la Síntesis (compuesta de 20 capítulos, cada uno organizado en tres secciones: "convergencias", "cuestiones a tratar" y "propuestas") anotando en rojo la distancia con respecto a nuestras expectativas: todos lo hicimos, es inevitable, y más que legítimo -llora el corazón al leer el capítulo 9-. La mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, en el que la mujer es graciosamente objeto de atención, no reconocida como sujeto activo de la Iglesia en pie de igualdad con el hombre; igual de obsceno es el ataque al derecho al aborto en el capítulo 4, dedicado a los pobres: se enumeran los diversos tipos de pobreza, y luego, en medio, entre los trabajadores explotados y los nuevos pobres, así, gratuitamente, pero evidentemente a petición insistente: "Los más vulnerables entre los vulnerables, en cuyo favor es necesaria una defensa constante, son los bebés en el seno materno y sus madres"; da escalofríos volver a encontrar la distinción devaluadora entre "Iglesias" (ortodoxas) y "comunidades eclesiales" (protestantes), hacer pasar el problema del primado petrino por resuelto en el ámbito ecuménico  si se trata de una broma, no es cosa de risa; se ve que ha habido una revisión del texto y se ha sustituido correctamente la palabra "sacerdote" por "presbítero", pero a veces hay un olvido, lo que deja entrever las diferentes manos que trabajan, la mezcla no del todo acertada, visiones contrapuestas que no armonizan...

Una vez que el bolígrafo rojo ha subrayado todo lo que consideramos y la decepción ha terminado, no nos detengamos ahí.

 

Recordemos que se trata de la Síntesis de la primera sesión de la Asamblea sinodal, a la que seguirá una segunda, en octubre de 2024: entonces cobra importancia no tanto lo que dice la Síntesis, sino lo que no impide y no ignora, las puertas que no cierra, porque significa que en este año aún podemos seguir reflexionando.

 

Si echamos un vistazo a los resultados de la votación, vemos los temas en torno a los cuales hubo disenso - un disenso moderado, que nunca afectó ni remotamente la mayoría de 2/3 requerida para la aprobación de los párrafos individuales: de 344 con derecho a voto, 69 sínodales en el capítulo 9.Las mujeres en la vida y la misión de la Iglesia, votaron en contra de la "cuestión a tratar" relativa al acceso de las mujeres al ministerio diaconal. En el capítulo 11. Diáconos y presbíteros en una Iglesia sinodal, hubo 55 votos en contra de la 'cuestión a tratar' sobre el celibato de los presbíteros, 53 en contra de la 'propuesta' de incluir a los presbíteros que han dejado el ministerio en un servicio pastoral que mejore su formación y experiencia. En el capítulo 15. Discernimiento eclesial y cuestiones abiertas, hubo 39 votos en contra de la "convergencia" sobre "cuestiones relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles", empaquetadas junto con "cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial", todas ellas definidas como "controvertidas": en la "propuesta" que recogió 36 votos negativos, se pide un "discernimiento compartido". Y en el capítulo 18. Órganos de participación, la petición de discernimiento sobre la exclusión de los órganos de participación de la comunidad parroquial y diocesana de "hombres y mujeres que viven complejas vicisitudes afectivas y conyugales" sólo obtuvo 35 votos negativos.

 

Intentemos traducirlo: esta primera sesión de la Asamblea del Sínodo no aprobó el acceso de las mujeres al diaconado ordenado, sino que se opuso débilmente a la perspectiva del mismo. Una delegada de Oriente Medio informó de que, según una encuesta que había realizado en su país, más del 70% de las congregaciones estaban a favor; dos obispos africanos informaron durante los debates de que no veían ningún problema al respecto; en una conferencia de prensa, el obispo alemán Franz Josef Overbeck se pronunció abiertamente a favor del diaconado ordenado para las mujeres. Incluso para el clero ordenado no hubo luz verde, pero tampoco una oposición particularmente fuerte a la perspectiva de proporcionarlo. Y lo mismo para la muy vaga categoría de "cuestiones abiertas": ni siquiera se formuló la hipótesis de la bendición de las parejas homoafectivas, ni se mencionó a las personas LGBTQ, por el amor de Dios, y sin embargo la propuesta de profundizar en cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas mediante "estudios en profundidad entre expertos de diferentes competencias y formaciones", "con vistas a la próxima Sesión sinodal", sólo encontró una débil oposición. En el aula Pablo VI, donde se celebraron los trabajos sinodales, resonó el testimonio de una joven delegada, que contó la trágica historia de su hermana lesbiana, que se suicidó al ser rechazada por la Iglesia. Una de las principales voces africanas en el Sínodo, el jesuita Agbonkhianmeghe Orobator comentando la Síntesis, sobre la cuestión de las personas LGBTQ señaló que "sobre ninguna cuestión ha habido una postura definitiva, la Síntesis ofrece un espacio para continuar el diálogo hasta la próxima sesión del Sínodo".

 

La perspectiva de la Síntesis es clara: en la Introducción se afirma que "en los próximos meses las Conferencias Episcopales, partiendo de las convergencias alcanzadas, están llamadas a centrarse en las cuestiones y propuestas más relevantes y urgentes, favoreciendo su profundización teológica y pastoral e indicando sus implicaciones canónicas".

 

La buena noticia es que por fin se reconoce el papel de la teología, deliberadamente mantenida al margen de esta primera sesión, en la que los teólogos, etiquetados como "expertos", han estado ausentes de las mesas de debate (los llamados "círculos menores"), donde aparecían cuando se les llamaba para ofrecer consejo y luego desaparecían; su empleo consistía sobre todo en el duro trabajo de leer la masa de informes de los "círculos menores" tras el examen de los puntos del Instrumentum Laboris, del que extraían la Síntesis, bajo la supervisión del relator general, Jean-Claude Hollerich, y de los dos secretarios especiales, Riccardo Battocchio y Giacomo Costa.

 

Un lugar especial ocupa ahora también el derecho canónico, disciplina que siempre he considerado tan útil como las agujas de pino en las medias, y que en cambio he revalorizado, después de que un canonista de Roma nos dijera cómo, para resolver la resistencia de algunos obispos al acceso de las mujeres al diaconado ordenado, bastaría con remitirse al motu proprio con el que el Papa Pablo VI, en 1967, a raíz de la constitución conciliar Lumen Gentium, restableció (sólo para los hombres) el diaconado permanente, garantizando a las conferencias episcopales la libertad de activarlo o no. Incluso sobre la cuestión del poder consultivo o deliberativo de los diversos niveles de los concilios eclesiásticos, el Código de Derecho Canónico (127.2) ya establece que "el superior" está obligado a no apartarse del voto del colegio, sin una "razón imperiosa".

 

En el primer capítulo de la Síntesis (1. Sinodalidad: experiencia y comprensión), sin embargo, entre las propuestas se pide "la creación de una comisión intercontinental especial de teólogos y canonistas" para las implicaciones canónicas de la perspectiva de la sinodalidad, y el lanzamiento de un estudio preliminar, porque "parece que ha llegado el momento de una revisión del Código de Derecho Canónico".

 

Y en el mencionado capítulo 9, (torpemente) dedicado a las mujeres, las propuestas incluyen: "Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en la atención pastoral y el ministerio". El Santo Padre ha aumentado significativamente el número de mujeres en puestos de responsabilidad en la Curia Romana. Lo mismo debería suceder en otros niveles de la vida de la Iglesia. El derecho canónico debería adaptarse en consecuencia". De nuevo, en el capítulo 13. El Obispo de Roma en el Colegio de los Obispos, encontramos: "A nivel universal, el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales ofrecen disposiciones para un ejercicio más colegial del ministerio papal. Estas disposiciones podrían desarrollarse en la práctica y reforzarse en una futura actualización de ambos textos".

 

El derecho canónico parece así mucho más flexible y adaptable a una Iglesia cambiante, en un sentido sinodal.

 

Y una Iglesia que cambia aun perdiendo sus pretensiones de universalismo, ante la evidencia de la pluralidad: en el capítulo 5. Una Iglesia de "toda tribu, lengua, pueblo y nación", leemos: "Es necesario cultivar la sensibilidad ante la riqueza de la variedad de expresiones del ser Iglesia. Esto exige encontrar un equilibrio dinámico entre la dimensión de la Iglesia en su conjunto y su arraigo local, entre el respeto del vínculo de unidad de la Iglesia y el riesgo de homogeneización que ahoga la variedad. Los significados y las prioridades varían según los contextos, lo que exige identificar y promover formas de descentralización e instancias intermedias".

 

Esta descentralización parece una perspectiva prometedora, aunque no se retome sistemáticamente, como merece, para comprender cómo la Iglesia católica puede seguir siendo una en su multiformidad. Escribe el teólogo alemán Thomas Söding, en el Sínodo en la cuota de "expertos", respecto a las dificultades lingüísticas encontradas en las mesas, indicador de hermenéuticas diferentes: "Como estudioso del Nuevo Testamento, cuando pienso en la cuestión de la lengua, pienso en Pentecostés. No hay lenguas privilegiadas. Todas las lenguas del mundo tienen los mismos derechos; en todas ellas, la Palabra de Dios puede expresarse y entenderse igualmente bien de forma humana. La lengua de la Iglesia católica no es el babilonio ni el esperanto. La lengua de la Iglesia católica es la traducción, y no sólo en el sentido lingüístico del término".

 

La Síntesis también carece de un tratamiento sistemático del tema del abuso en su conexión con el clericalismo y la comprensión ontológica sacralizada, en lugar de funcional, del ministerio sacerdotal: en el capítulo 11. Diáconos y presbíteros en la Iglesia sinodal. Diáconos y presbíteros en una Iglesia sinodal, se dice que "un obstáculo para el ministerio y la misión es el clericalismo", pero cuando se va a definir no se capta su dimensión estructural: "procede de una mala comprensión de la llamada divina, que lleva a concebirla más como un privilegio que como un servicio, y se manifiesta en un estilo de poder mundano que se niega a rendir cuentas"; no se menciona la llamada que debería proceder de la comunidad a la que se sirve. En el capítulo 10. Vida consagrada y congregaciones laicales: un signo carismático, se vincula el abuso al ejercicio de la autoridad: "Los casos de abusos de diverso tipo en perjuicio de personas consagradas y miembros de agregaciones laicales, especialmente de mujeres, señalan un problema en el ejercicio de la autoridad y exigen intervenciones decisivas y adecuadas", pero de nuevo se pierde la oportunidad de un tratamiento sistemático del tema autoridad, que también dio título a toda la parte B3 del Instrumentum Laboris: "Participación, tareas de responsabilidad y autoridad".

 

Otro gran ausente es el tema del "poder", mencionado unas cuantas veces, en relación con los abusos, o el espíritu mundano; en el capítulo 1. Synodality: Experience and Understanding, sobre las expectativas y temores relacionados con el Sínodo, leemos: "Algunos temen que se les obligue a cambiar; otros temen que nada cambie y que haya demasiado poco valor para avanzar al ritmo de la Tradición viva. Cierta perplejidad y oposición esconden también el miedo a perder el poder y los privilegios que conlleva". Esta es la referencia más explícita a la gestión del poder, pero no encuentra un tratamiento orgánico.

 

Dar la palabra a teólogos y canonistas será por fin el kairós para abordar sistemáticamente los nudos que han aflorado en las estructuras eclesiales. Tal vez

 

¿Cómo ha ido este Sínodo?

 

Creo que ha sido un Sínodo de espléndida incoherencia: ha sido la "primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos", como pomposamente recita el título, y sin embargo han participado, con derecho a voto, 70 "no obispos", interesante categoría antropológica de nueva acuñación. No sé si se ha insistido lo suficiente en el "cambio de paradigma" con respecto a los Sínodos anteriores, puesto de relieve en la Carta escrita el 25 de octubre por la Asamblea sinodal al Pueblo de Dios: "La sesión que nos reunió en Roma a partir del 30 de septiembre [...] para en muchos sentidos, fue una experiencia sin precedentes. Por primera vez, por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres fueron invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse a la misma mesa para participar no solo en los debates, sino también en las votaciones de esta Asamblea del Sínodo de los Obispos." Tomemos una imagen del último Sínodo de los Obispos, el de/sobre los jóvenes, en 2018: una pradera de casquetes morados sobre cabezas diversamente encanecidas o calvas, todos alineados, con la perspectiva estrellándose en la mesa que preside, con el papa en el centro; las imágenes que llegan de este Sínodo 2023, en cambio, son las de 35 mesas redondas, alrededor de las cuales se sientan obispos, para la inmensa mayoría, pero a los que el Reglamento del Sínodo pidió "llevar la sotana fileteada sólo los días de apertura y de clausura de la Asamblea": Obispos fileteados, pues, mezclados con (unos pocos) religiosos y laicos (incluidos jóvenes en un número muy reducido, casi imperceptible) y 12 "delegados fraternos": obispos ortodoxos y pastores protestantes (sólo una mujer, laica); un Sínodo de mesas, el aula Pablo VI cobrando vida, con aspecto de banquete, una imagen eucarística, evangélica. Una imagen menos poética, pero igualmente icónica, es la utilizada por Franz-Josef Bode, antiguo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Alemana, que, con el Comité Central de los Católicos Alemanes, hizo un Viaje Sinodal tan fuerte como olvidado por Roma: "no se puede hacer que la pasta de dientes entre en el tubo del que salió". No hay vuelta atrás, en resumen, pero ¿cómo avanzar?

En el capítulo 20. Sínodo de los Obispos y Asamblea Eclesial, leemos: 'Queda por identificar y profundizar cómo articular en el futuro la sinodalidad y la colegialidad, distinguiendo (sin separaciones indebidas) la contribución de todos los miembros del Pueblo de Dios a la elaboración de las decisiones y la tarea específica de los Obispos. La articulación de sinodalidad, colegialidad, primacía no debe interpretarse de forma estática o lineal, sino según una circularidad dinámica, en una corresponsabilidad diferenciada". Bonito, pero ¿cómo, concretamente? El Camino Sinodal alemán había presentado una propuesta en este sentido: hacer permanente un Consejo del Sínodo, compuesto mitad por obispos y mitad por laicos, propuesta rechazada por Roma. El proceso de toma de decisiones no es un paseo, y la Síntesis habla de ello en varios lugares: en el capítulo 1, leemos sobre la sinodalidad: "Implica reunirse en asamblea en los diversos niveles de la vida eclesial, escucharse unos a otros, dialogar, discernir comunitariamente, crear consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu, y tomar una decisión en corresponsabilidad diferenciada".

 

En el capítulo 12. El Obispo en la Comunión Eclesial, está escrito: "El ministerio episcopal (el uno) valora la participación de "todos" los fieles, gracias a la contribución de "algunos" que están más directamente implicados en los procesos de discernimiento y de toma de decisiones (órganos de participación y de gobierno)". Y de nuevo en el capítulo 18. Órganos de participación, la Síntesis dice: "La sinodalidad crece en la implicación de cada miembro en los procesos de discernimiento y de toma de decisiones para la misión de la Iglesia". Se menciona la "participación en los procesos de toma de decisiones" con respecto a los pueblos indígenas (capítulo 5), y a las mujeres (capítulo 9), pero no se habla de cómo debe tener lugar, no se menciona la toma de decisiones y la toma de decisiones.

 

Otra maravillosa incongruencia de este Sínodo: pide, con razón, a los diáconos y presbíteros (capítulo 11), a los obispos (capítulo 12), a los órganos de participación (capítulo 18), transparencia y una "cultura de la responsabilidad" -¡nunca he visto una traducción tan extraña de la responsabilidad! pero luego se celebra un Sínodo a puerta cerrada, en el que los miembros están obligados, si no al secreto pontificio, a la máxima confidencialidad (con el resultado de que el cardenal abanderado de la parte nostálgica de la Iglesia, opuesta al Sínodo, se ha apresurado a desafiar el veto concediendo entrevistas públicas, mientras que las conversaciones en las mesas, gracias a la volatilidad del Espíritu, se han convertido en secretos a voces), como si estuvieran hablando de sus asuntos privados y no de la estructura de la Iglesia, que nos concierne a todos: y de hecho al principio era así, el ambiente era maravilloso, decían, sin tensiones, porque cada uno contaba de sí mismo, partiendo de su propia experiencia, como si no se viniera de dos años de Sínodo, a nivel diocesano, nacional y continental, despertando una gran empatía en personas alejadas de sus propias sensibilidades; lástima que tras dos semanas de este idilio nos diéramos cuenta de que no podíamos discutir en este sentido, y así, contrariamente, del método de conversación en el Espíritu pasamos a hacer sugerencias concretas de cambio, se abrieron debates. Mientras las diferentes visiones y modelos de Iglesia se presenten amistosamente, no hay problema, pero ¿qué ocurre cuando se trata de decidir cuál es el modelo de Iglesia universal? Vuelve la cuestión de la toma de decisiones. 

 

¿Cómo se tomarán las decisiones en la sesión del Sínodo del próximo año? Nadie lo sabe, al menos nadie dice saberlo - insisto en utilizar el lenguaje inclusivo que falta en la Síntesis, pero en realidad sólo pueden saberlo los hombres, y los clérigos. Los laicos, sobre todo las mujeres, ya han decidido que el próximo octubre volverán a Roma, más numerosos y organizados que este año, cuando consiguieron (con el Consejo de Mujeres Católicas, grupos de defensa del diaconado y el presbiterado femeninos, y luego con Spirit Unbounded, una red de asociaciones católicas para la reforma de la Iglesia) organizar flash mobs, manifestaciones, conferencias, convenciones para promover la justicia de género, generacional, social y étnica dentro de la Iglesia.

 

Como es correcto aspirar al 2024, pero el proceso comienza hoy, en este año previo a la próxima Asamblea sinodal. El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, expresó su satisfacción en la rueda de prensa de clausura de la sesión sinodal: "Ahora corresponde a las iglesias locales y, por tanto, también a nosotros, utilizar estos espacios que el sínodo ha abierto para seguir trabajando en una Iglesia sinodal, continuar los caminos sinodales y traducir sus impulsos en reflexión y acción concreta. Así podrán incorporarse al Sínodo Mundial de 2024 dentro de un año". El obispo de Passau, Stefan Oster, calificó el Sínodo de "viaje espiritual con final abierto": pues bien, hay 1.300 millones de personajes en busca de autor. 

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