Pepe Castillo

01 de Diciembre de 2023

[Por: Margot Bremer, RSCJ]




La triste noticia del fallecimiento de Pepe Castillo me hizo surgir miles de recuerdos, hermosos y dolorosos a la vez; siempre en relación con el amor a su tierra, a su pueblo y a la Teología Popular. ¡Cuántas veces él había expresado que amaba profundamente a su Grana´a y a su pueblo andaluz; con su historia él se sentía hondamente identificado y comprometido con su destino; Pepe era un autentico  grana´ino. 

 

En este amor al pueblo él se sintió confirmado por la misma Biblia. La leía y consultaba no solamente con ayuda de la exégesis científica, sino también y sobre todo con su propia fe inquieta e inquietante. Era un gran buscador y se atrevía cuestionar algunos asuntos “intocables”. Intentaba vivir su fe cristiana con sinceridad, claridad y autenticidad para ayudar a su pueblo a caminar y abrir juntos senderos de vivir el evangelio como Pueblo de Dios. Y eso de manera más coherentemente posible. Desde una profunda espiritualidad, Pepe encontraba en la Biblia el sueño del Padre sobre su creación, encarnado en Jesús de Nazaret en medio de un pueblo pobre, oprimido y marginado. Vivía junto con el pueblo nazareno con el amor de un nazareno a su terruño toda su vida vivía su fe en la religión y cosmovisión judía, hasta su muerte. Así como Jesús, también Pepe había encontrado en la Biblia, particularmente en los profetas, el amor de Dios a su pueblo. Este amor divino al pueblo habrá motivado e impulsado también a Pepe a denunciar con coraje las injusticias, los errores y desidias de los indiferentes que impidieron una convivencia como Pueblo de Dios. Era el dolor de Dios y el dolor de Pepe. Decía cosas que no se debe decir; a veces quizás con alguna exageración para que el pueblo abriera sus ojos, discerniera y decidiera. Un ejemplo es el profeta Elías: “¿Hasta cuándo van a renguear con las dos piernas?” (1 Re 18,21) 

 

El Dios de Jesús era el Dios del Pueblo y el Dios de Pepe también. 

 

Sin embargo, Pepe había sido preparado para ser un teólogo académico. Pero a lo largo de los años de investigación, él descubrió que la teología debería estar al servicio del Pueblo de Dios y no a un restringido círculo de clérigos académicos. Según Pepe, la reflexión teológica debería abarcar e incluir toda la creación. 

 

También Pepe fue un profeta. Pues, él vio la importancia de despertar al pueblo para que ése haga su propia teología, la que hoy llamamos Teología Popular. ¿Quería que la Teología Popular sea la única verdadera? No fue la intención de Pepe de ninguna manera. Él vio que la Teología académica, la Teología popular y muchas otras teologías son sumamente necesarias. Deben entrar en un diálogo de reciprocidad entre sí para renovarse y complementarse mutuamente, sin mezclarse para no llegar de nuevo a una mono-teología sino a una nueva forma de unidad, compuesta y entretejida en diversidad. Aún no sabemos cómo, pero Pepe vio que cada una de las diferentes teologías pueden un aporte único desde su perspectiva distinta, crecida y desarrollada en otro lugar concreto con sus preferencias especiales, sus sensibilidades particulares y sus limitaciones con sus sufrimientos, conflictos y problemas particulares con los que está luchando y resolviendo lo que marcaría también su modo de pensar teológico.

 

Pepe inició su experiencia de la Teología Popular en Granada 1977 la que crecía y se expandía inesperadamente hasta América Latina a través de los misioneros de habla español. El pueblo creyente, especialmente las Comunidades Eclesiales de Base (CEB´s), ansiaba ser sacado de su individualismo religioso, centrado en la culpabilización por sus pecados individuales. Pepe quería recuperar con la Teología Popular la “inteligencia social” del pueblo (cf. MEMORIAS, Vida y pensamiento,132). Según Pepe, el ser humano se humaniza en la medida en que intensifique las relaciones con y entre los miembros de un grupo… (o.c.133). Para Pepe el sueño divino de la Casa Común, era el fundamento para formar orgánicamente cada pueblo en su territorio. Estaba convencido que este plan estaría inherente a nuestro mundo y que nos impulsaría y empujaría perpetuamente a descubrirlo pare tejer y retejer de nuevo redes que entrelazan un nuevo pueblo en una convivencia de relaciones más humanas y así más divinas. 

 

A pesar de todos los duros golpes que Pepe había recibido en su vida, él sabía integrarlos y sabía ahondar desde allí su fe que hizo siempre rebrotar de nuevo la esperanza a partir de una dolorosa desesperanza. Gracias al don de su humor que le ayudaba. Esta su fe también la encontraba en el pueblo y la consideraba como fundamento constitutivo de toda la Teología Popular: una fe interrelacionada entre Dios, cosmos y humanidad, compenetrada por el Espíritu que intensifica siempre amor filial-fraternal y justicia divina-solidaria. Este fundamento inherente a la creación, se encuentra en cada uno de los muy diferentes territorios de nuestro planeta. Jesús de Nazaret hizo de nuestro mundo su territorio, pero lo visibilizó concretamente en una cultura campesina del territorio galilea mediante el testimonio de la calidad insuperable de interrelación con el Padre y con el Pueblo, utopía divino-humana de la Casa Común.

 

A Pepe le preocupaba el desequilibrio humano en su territorio andaluz y desde esta perspectiva en todo el mundo lo que se manifestaba especialmente en la división abismal entre pobres y ricos, académicos e ignorantes, blancos y de colores, religión y fe, colonizadores y aculturados, etc. Frente a la creciente disgregación y el perpetuo surgimiento de nuevas posturas hostiles, él sufría la impotencia de una aparente imposibilidad de reconstruir la paz y la solidaridad fraternal. Sufrió por no asumir las alternativas que ofrecen el Evangelio, alternativas que humanizan auténticamente y que dan la potencia liberadora para nuevas creatividades y energías que posibilitan reconstruir diariamente un poco más una nueva unidad en diversidad. ¿Será posible que cada uno se reconociera como una pequeña parte de la gran Casa Común? Pepe sí, él se sentía humildemente así: comenzó con el amor a su territorio, el pueblo de Granada, expandiéndose en círculos y etapas hasta la Casa Común, la casa del Padre.

 

Con la Teología Popular Pepe quería despertar en los laicos la conciencia para la responsabilidad de participar, crear unión y colaborar en la construcción del Pueblo de Dios. Por tal razón, él vio la necesidad que la base teológica sea la propia teología del pueblo, elaborada entre todos con el protagonismo del pueblo, partiendo de las propias experiencias, elaborada con una propia metodología y epistemología y expresada en su propio lenguaje y simbología. Será difícil y no sabemos aún cómo unir las cosmovisiones, culturas, religiones, creencias, sabidurías y saberes propios, sin perder esta inmensa riqueza humana. Será una teología poliédrica que no sabemos aún cómo darle existencia.

 

Con la Teología Popular Pepe se anticipó a la propuesta del papa Francisco de recuperar el sentido de la ecclesia como asamblea/reunión sinodal. Pepe había logrado en aquellos años crear una red de grupos que se reunieron periódicamente para sintetizar sus experiencias y sus sueños del modo de vivir su fe como Pueblo de Dios (laos = pueblo, laico). El objetivo había sido llegar a ser un pueblo que camina y necesita también detenerse en asambleas para repensar y evaluar en qué medida habían dejarse conducir por el Espíritu de Jesús. Por tanto, Pepe quería que los participantes partieran de hechos concretos y cotidianos que ocurren frecuentemente en la vida del pueblo, (casa familiar, calle pública o lugares de trabajo estudio, encuentros, fiestas y duelos). En esa metodología siguió al Jesús de Galilea, partiendo siempre de concretos hechos de vida o de diferentes modos de crecimiento de las plantas en el campo (parábolas). También admiraba la sabiduría de los pobres y la fe de personas de otras religiones que. Campo y barrios periféricos eran sus territorios más preferidos. También Pepe sabía buscar siempre un adecuado texto del evangelio que reflejara el hecho presentado y que fue ilustrado con un dibujo por un amigo cercano con gran talento y mucho humor. 

 

La confrontación entre ambos hechos, ocurridos con una diferencia de dos mil años de distancia, siempre sorprendían a los participantes de los grupos de Teología Popular por la eterna actualidad del mal y torpe comportamiento humano, y de la fidelidad, bondad y paciencia como reciprocidad divina. Las reuniones animaban a aquellos a levantar la esperanza y creatividad para seguir caminando juntos adelante en la misma dirección. 

 

Las preguntas provocativas al final de cada sesión de Teología Popular ayudaron bajar con sinceridad a la realidad: a nuestro comportamiento en este territorio concreto con el cual hemos hecho nuestra historia, aunque a veces muy individualmente y además por propios intereses. Pero de nuevo el grupo se propuso la mayoría de las veces a re-proyectar los sueños comunes. Tales pequeños grupos de cada “casa chica” se reunieron también periódicamente y una vez al año celebraron una asamblea general en lugares que amigos ofrecieron o patios de algunas parroquias. El proyecto de Teología Popular de Pepe se inició el día 7 de julio en 1977 a las 7 de la tarde con gran participación.

 

Lastimosamente a los siete años este tan valioso y exitoso comienzo fue suspendido por algunas autoridades eclesiásticas que le costó a nuestro Pepe un muy profundo dolor y hasta una honda depresión además de la destitución de su cátedra. 

 

Muchos años después, el mismo papa Francisco le invitó particularmente a Roma para dialogar con él sobre este tema tan candente que también a él le está preocupando desde tiempo. Se habrá enterado de las experiencias teológicas nuevas de Pepe a través de comentarios y la propia lectura de algunos escritos suyos. El papa Francisco intuía que iba encontrar en Pepe un comprometido colaborador y compañero de ruta.

 

Pepe murió como vivió: murió estando de camino, en la calle, en su territorio Granada hasta su último respiro en cercanía con su querido pueblo. Pepe se fue a la Casa del Padre con la total identificación del sueño divino de la Casa Común cuyos primeros granos había sembrado en nuestros territorios. La mejor manera de no olvidarle sino agradecerle su sufrida y bendecida vida entre nosotros, sería cultivar estas sus semillas teológicas, cosechar sus frutos y seguirles sembrando.

 

Margot Bremer

 

Imagen: https://www.lavozdigital.es/cadiz/lvdi-jose-maria-castillo-papa-llamo-y-pidio-rezara-201910161326_noticia.html 

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