La sinodalidad está en camino

12 de Noviembre de 2023

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Quiero partir en esta reflexión de la advertencia de Jesús a sus discípulos en el texto de Lucas sobre el administrador injusto: “Los que se ocupan de los negocios de este mundo son más astutos en el manejo de sus asuntos con sus contemporáneos que los que pertenecen al mundo de la luz” (Lc 16,8).

 

Recién hemos asistido como testigos a la primera Asamblea General del Sínodo de los obispos del 4 al 29 de octubre pasado. La segunda Asamblea sinodal será el próximo octubre de 2024. Con la novedad de que en esta Asamblea participaron con voz y voto laicas, laicos, religiosas, religiosos, presbíteros, obispos, patriarcas, cardenales y, por supuesto, el Papa Francisco. También estuvo un grupo de teólogos asesores con voz, pero sin poder votar. O sea, fue una Asamblea del Pueblo de Dios, de los bautizados y bautizadas que gozan de la misma dignidad profética, sacerdotal y real que los configura con Cristo. 

 

Por el método de trabajo de la ‘conversación en el Espíritu’ que se siguió en los debates sobre los tres temas fundamentales: Hacia una Iglesia sinodal: Comunión, misión y participación, pues fue una asamblea verdaderamente sinodal. En un ambiente de oración, todas y todos,  reunidos en mesas redondas en las que cada uno escuchaba al otro, cada uno decía su palabra, los demás hacían eco en su corazón a lo escuchado y luego cada círculo menor desentrañaba lo que el Espíritu les había sugerido muy allá en el fondo del corazón. Y ésta era la palabra que compartían en las Congregaciones generales.

 

Ahora que ya tenemos en la mano la Relación de síntesis de la XVI Asamblea General del Sínodo de los obispos, Primera sesión, sobre “Una Iglesia sinodal en misión”, encontramos muchas luces y muchas preguntas. Pero además, partimos de la rica experiencia sinodal de los padres y madres que se escucharon mutuamente durante los días de la Asamblea. Me gusta una expresión del cardenal Pedro Barreto: “La sinodalidad es la expresión de la Iglesia, caminar juntos, respetando las diferencias desde la diversidad de culturas, razas y geografías”.

 

Por otra parte, Jesús en el Evangelio nos advierte que los hijos de las tinieblas son más sagaces para tramar sus fechorías que los hijos de la luz. Y en el reciente Motu Proprio del Papa Francisco “Ad theologiam promovendam” (Para promover la teología –lo que se debe hacer-), en el No. 6 el Papa subraya la dimensión sinodal y de comunión del hacer teología. “La sinodalidad eclesial compromete entonces a los teólogos a hacer teología en forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de las instancias y de los aportes”.

 

Y en el No. 4 afirma el Papa que “la teología debe ser una teología  fundamentalmente contextual, capaz de leer e interpretar el Evangelio en las condiciones en las cuales viven los hombres y mujeres cotidianamente, en los diversos ambientes geográficos, sociales y culturales y teniendo como arquetipo la Encarnación del Logos eterno, su entrar en la cultura, en la visión del mundo, en la tradición religiosa de un pueblo”.

 

Con estos cuestionamientos y con este marco de fondo, quiero hacer mi aporte, inspirándome y usando un instrumento de análisis de la sociología y enlazándome con el texto ya citado de Lucas.

 

Y se refiere a los “tipos ideales” [1] que no son descripción de la realidad, pero que sin ellos ésta no se explica. Acerquémonos un poco a esta teoría. Tomemos como ejemplo el consumismo de la sociedad actual “que se ha convertido en la principal fuerza de impulso y de operaciones de la sociedad, una fuerza que coordina la reproducción sistémica, la integración social, la estratificación social y la formación del individuo humano así como también desempeña un papel preponderante en los procesos individuales y grupales de auto-identificación, y en la selección y consecución de políticas de vida individuales” [2].

 

El consumismo, en esta comprensión, llega a ser el punto esencial de “lo que queremos”, “deseamos” y “anhelamos”. “El consumismo es una atributo de la sociedad. Para que esto acontezca…”la capacidad esencialmente individual de querer, desear y anhelar, debe ser separada de los individuos y ser reciclada como fuerza externa capaz de poner en movimiento a la ‘sociedad de consumidores’ y mantener ese rumbo…estableciendo los parámetros específicos de estrategias de vida específicas y así manipular de otra manera las probabilidades de elecciones y conductas individuales[3].

 

Se ha llegado a tal grado en la sociedad consumista que tiende a satisfacer, no necesidades básicas, sino deseos, de tal manera que para lograr una cadena perpetua de los mismos, se ha diseñado un sistema “que satisfaga cada necesidad/deseo/apetito/ de modo tal que sólo puedan dar a luz nuevas necesidades/deseos/apetitos. Es decir, crear una compulsión, una adicción” [4]. Así trabaja la sociedad consumista de ahora.

 

Esta descripción de “los tipos ideales” –Bauman los llama ‘constructos puros’- de sociedad creados por Max Weber, no significa que todos y cada uno en la sociedad los vivan, los ejecuten. Pero también es cierto que sin este instrumental teórico, no se pueden entender muchos de los comportamientos actuales de hombres y mujeres en la sociedad actual.

 

Afirma Sygmunt Bauman que esta sociedad ya no es más de productores y consumidores, sino que ha habido un punto de quiebre y ahora es una sociedad líquida en la que el punto donde acaba una y empieza la otra es muy frágil y casi invisible, es como un engranaje donde se pierden las identidades.

 

La pregunta que me hago entonces es: si ellos logran crear sus “tipos ideales” y sus “constructos puros” para analizar la sociedad y logar desentrañar los mecanismos del consumismo por lo que son eficientes ¿Por qué nosotros, los teólogos y teólogas, los bautizados y bautizadas, no vamos a poder crear los mecanismos necesarios, según nuestras culturas, lenguajes, geografías y tradiciones que nos permitan ir construyendo la sinodalidad, echa de diferentes pero con el mismo Espíritu? Ya lo afirmó el Papa en el discurso de apertura del Sínodo de los obispos: “El actor principal en el Sínodo es el Espíritu Santo”. A Él hay que dajarlo guiar, hablar, sugerir en ambiente de silencio y oración, tanto en los círculos menores como en las Congregaciones generales.

 

San Juan Crisóstomo afirmaba: Iglesia y Sínodo son idénticos. San Cipriano: “Nada sin el obispo, pero también, nada sin el consenso de los presbíteros y sin el consenso de los fieles”. Y el Papa Francisco afirmó desde la convocación del Sínodo que la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia.

 

Ya lo vimos en los debates de la Asamblea del Sínodo de octubre. Aunque se creó un verdadero espíritu sinodal, un ambiente de oración y escucha y se abrieron muchos espacios, sin embargo, no todos opinaban lo mismo de la sinodalidad, había divergencias, oposiciones, críticas abiertas y hasta rechazo del modo de interpretar la revelación, como lo hicieron los cardenales de los dubbia: Sandoval, Brandmüller, Sarah, Burque, Zen Ze-Kiun.

 

La sinodalidad, entonces, es un camino largo. Nosotros en América Latina hemos echado a andar las Comunidades Eclesiales de Base en los barrios, ranchos y colonias. Esto es un ejemplo de sinodalidad vivida. Otro espacio muy fructífero de sinodalidad es la relación de los pueblos originarios con la madre tierra. Esto lo vemos teológicamente explicado en el Altar Maya. Ahí todas las dimensiones del cosmos, del tiempo, todos los aspectos de la vida y la relación con Dios, están acordadas, en armonía, en correspondencia. Este es un aspecto de sinodalidad que podemos trabajar. Lo simbólico, lo gestual, lo creativo y estético de la vida, la gratuidad y libertad con las que el Espíritu se mueve y actúa. Y ya iremos encontrando otros espacios, además de los ya establecidos como Consejos parroquiales, Asambleas, Consejos diocesanos de pastoral, asambleas sinodales diocesanas. Falta que haya Asambleas eclesiales nacionales y no sólo Conferencias episcopales, para que participen laicas, laicos, religiosas, religiosos y presbíteros y sea más sinodal.

 

Así las cosas, todos y todas debemos trabajar para ser una Iglesia más sinodal, en salida, misionera, desde nuestras geografías y culturas. Es el Pueblo de Dios en camino.

 

 

 

[1] MAX WEBER, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1984

[2] BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo. Fondo de cultura económico. México, 2007

[3] Ibídem, pág.47.

[4] Ibídem, Pág. 71

 

Imagen: https://www.religiondigital.org/5w/Sinodo-Obispos-sinodalidad-noticias-Asamblea-General_0_2602839722.html 

 

 

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