24 de Setiembre de 2023
[Por: Juan José Tamayo]
En la muerte de Gianni Vattimo
En cuanto he tenido noticia del fallecimiento de la muerte del filósofo italiano Gianni Vattimo he recordado el encuentro que mantuve con él y con la filósofa Teresa Oñate, una de las mayores especialistas en el filósofo del “pensamiento débil”, hace cinco años en Metalibrería, librería de filosofía y ensayo de Madrid, en torno a la relación entre cristianismo y filosofía, él a través de Nietzsche y Heidegger, yo a través de Bloch y Benjamin. Fue un diálogo apasionante dentro de nuestras diferencias que ciertamente enriquecieron aquel encuentro.
Enseguida he ido a la sección de filosofía de mi biblioteca y he encontrado una amplia selección de sus libros, la mayoría de filosofía, pero también de teología o, si se prefiere, de filosofía de la religión. Uno de ellos es Después del cristianismo. Por un cristianismo no religioso (Paidós, Barcelona, 2003), que me resultó muy iluminador cuando se publicó en castellano hace 20 años y he vuelto a leer con el mismo interés y la misma fruición que entonces. Comparto y actualizo la reflexión que hice en su momento sobre este libro tan sugerente, original y heterodoxo.
Empiezo por recordar la afinidad, ya desde el subtítulo, entre Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán ejecutado por el nazismo, y el filósofo italiano fallecido el 19 de septiembre en torno al cristianismo no religioso. En las cartas que Dietrich Bonhoeffer escribió a su amigo Eberhard Bethge en 1944 (Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el cautiverio, Sígueme) desde la sección militar de la cárcel de Berlín-Tegel donde estaba preso por haber atentado de pensamiento, palabra y obra contra el nazismo y el Führer, anuncia la llegada de una “época totalmente irreligiosa” que ya no necesita de la hipótesis de Dios.
En un clima así, aboga por una interpretación no religiosa del cristianismo, que renuncie a hablar de Dios de forma metafísica, a pensarlo en clave de absoluto e infinito y a situarlo fuera del mundo. Esa interpretación lleva a descubrir a Dios en la debilidad y la impotencia, en el sufrimiento y la cruz, no en la omnipoten-cia, en la omnipresen-cia, en la omniscien-cia, en la providen-cia y en la violen-cia. Recuerdo todavía uno de los atributos que aplicaba a Dios en el Credo mi entrañable amigo y colega el teólogo Casiano Floristán: Creo en Dios todo debilidoso.
Seis décadas después fue Gianni Vattimo quien retomó en el libro que estoy releyendo la idea de Bonhoeffer y defiende un cristianismo no religioso, si bien desde nuevas bases y desde tradiciones distintas. Vattimo, que en su época de estudiante aprendió del pensador neotomista Jacques Maritian a desconfiar de algunos dogmas de la modernidad, se reencuentra ahora con el cristianismo a través de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, dos filósofos críticos de la modernidad.
¿No resulta esto paradójico tratándose de dos pensadores no cristianos, y en el caso de Nietzsche, anticristiano? En absoluto, cree el filósofo italiano. Con el anuncio de la muerte de Dios, Nietzsche no está haciendo una profesión de ateísmo, sino mostrando que no hay un fundamento último. En realidad, no niega la existencia de Dios. Lo que ha muerto, para él, es el “Dios moral”, el Dios de la escolástica medieval y de la metafísica, el “Dios de los filósofos”, al que se refiriera Pascal.
Heidegger, a su vez, se opone a la metafísica objetivista en nombre de la libertad humana y cree que no es posible pensar la realidad como una estructura anclada en un fundamento último. En consecuencia, tampoco puede unificarse el pluralismo actual en nombre de una verdad última. “Si Dios ha muerto y la filosofía ha tomado en consideración que no puede captar con certeza el fundamento último –argumenta Vattimo- ha concluido también la ‘necesidad’ del ateísmo filosófico”, y es posible creer de nuevo en Dios, escuchar su palabra y tomar en serio la Biblia, libro que, a su juicio, la metafísica racionalista ha ido negando poco a poco. Sólo una filosofía ‘absolutista’, concluye, cree sentirse autorizada para negar la experiencia religiosa.
Vattimo considera a Heidegger un pensador cristiano, siendo consciente de que es una idea no compartida, y un intérprete que se inspira en el cristianismo como hilo conductor con quien comparte su afirmación “Solo un Dios puede salvarnos”. El filósofo italiano se mostraba muy en sintonía con el Papa Francisco y compartía con ékl su petición a los jóvenes “Hagan lío”.
Vattimo critica con especial severidad la imagen del Dios totalmente otro que ofrece buena parte de la filosofía moderna de la religión, por considerar que está muy cerca del Dios del Antiguo Testamento, tiene muy poco que ver con el Dios encarnado en Jesucristo, conserva muchos de los rasgos del Dios violento de las religiones naturales y sigue siendo, en definitiva, el viejo Dios de la metafísica. La crítica se dirige en concreto a la amplia influencia ejercida por Lévinas y a la deconstrucción de Derrida.
La filosofía de la religión cristiana de Vattimo no transita por los caminos trillados del pensamiento moderno, que entiende la filosofía de la historia como una interpretación secularizada de la idea judeocristiana de la salvación, sino por otros que la modernidad ha descuidado:
- la teología de la historia del monje calabrés Joaquín de Fiore;
- los discípulos espirituales de éste, entre los que cita a Novalis, Schleiermacher, Schelling y Dostoievski, a quien llama “el pensador cristiano más fiel al Evangelio”, con su paradójica elección de Cristo incluso contra la verdad;
- el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche, que, afirma, coincide con el relato evangélico de la crucifixión y radicaliza la paradoja del novelista ruso;
- la ontología del acontecer de Heidegger frente a la metafísica del ser;
- los estudios antropológico-religiosos de René Girard, con quien coincide en que si existe una “verdad divina” en el cristianismo, que consiste en el desvelamiento de los mecanismos violentos de lo sagrado, que caracterizan al Dios metafísico.
Vattimo reflexiona sobre la relación entre metafísica y violencia. La presencia de la violencia en la historia del cristianismo es innegable. Y se mantendrá mientras esta religión esté vinculada a la tradición metafísica.
Estamos ante una concepción posmoderna de la fe, que nada tiene que ver con la aceptación de los dogmas rígidos del catolicismo oficial, y ante una imagen de la Iglesia como comunidad de creyentes que escucha y pone en práctica el mensaje cristiano, al decir del propio autor. Es la Iglesia de “después de la cristiandad”. Es esta una filosofía que tiene bastante de autobiográfica. Ahí radica quizá parte de la riqueza y del atractivo del libro de Vattimo.
En la biografía de Vattimo se encuentra la opción por los sectores empobrecidos y la ubicación en los márgenes, que son la seña de identidad de la ética del cristianismo. Es precisamente en los márgenes de la sociedad donde se han fraguado siempre –y siguen fraguándose- las alternativas, las grandes transformaciones, en definitiva, la utopía. “El cambio –afirma Gianni Vattimo- lo impulsan los que no están bien: los pobres, los oprimidos. El cambio no tiene por qué ser mejor, pero el mantenimiento de lo que hay implica una clausura del futuro. Hay una motivación ontológico-cristiana: por un lado, los oprimidos intentando cambiar las cosas; por el otro, el hecho de que los débiles son más. Eso es la democracia”. Y el corazón del cristianismo, añado, yo.
Imagen: https://filco.es/gianni-vattimo-10-claves/
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